Putita sin patria
El martes 11 de junio del año 2013 el hashtag #SoyPuto fue trendictopic en todas las pantallas del mundo. Miles de pantallas de televisores, celulares y artículos electrónicos mostrando frenéticamente un conjunto encadenado de letras y un signo numeral que en su significado social parecen imposibles. Esto ocurrió durante un programa de televisión donde Josecarlo Henríquez, “el puto” se propuso narrar sus experiencias y posicionamientos con respecto a la prostitución. El cuerpo de un niño terrible, un puto afeminado, una feminista mestiza, una quiltra en celo. La infiltración de la “puta” vida de un activista de la disidencia sexual en las pantallas heterosexuales de la televisión chilena. Un exceso de sexo que pareció ser visto como un agente contaminante, como un vehículo de desestabilización y anarquía. El puto aparece siempre con las ganas de contaminarles las camas y las pantallas.
Conocí a Josecarlo hace unos inviernos atrás escribiendo poesía en la carnicería punk, un taller que está inserto entre block sociales del centro de Santiago. Un lugar donde ensayábamos un relato sobre nuestras vidas que queríamos ver escritas en versos. Un compromiso con la escritura en la que se ha enfrascado siempre la insurrección de las desobediencias sexuales como arma. Quiero pensar que parte de ese deseo de escritura que nos contenía horas completas entre esos adoquines fríos y kitsch del taller, además de muchos otros inviernos, otras políticas y amistades, es lo que se encuentra en este libro.
#SoyPuto es un libro extraño, híbrido y resentido que ha escrito Josecarlo para rastrear una particular historia sexual que nos constituye, esa que dice que Chile es el mejor y más injusto experimento neoliberal de América Latina. De alguna manera #SoyPuto toma la crítica social o, mejor dicho, la crítica antisocial en su vertiente más radical para manifestar su descontento, pues “crítica” también quiere decir “crisis”. Quiero decir: este libro se compromete con las ganas de poner en crisis la coherencia de la supuesta democracia heterosexual en la que vivimos.
El libro explora en múltiples registros siempre bajo la impostura del nómada de las disciplinas.
Por un lado, está la crónica y el testimonio que narra la experiencia de esta “puta” vida, los clientes, sus aventuras y desventuras, los mitos y fantasías de una sexualidad que aún no ha sido patrimonializada como ocurre siempre con las memorias del margen.
Sumado a esto, es interesante destacar que estas narraciones utilizan las plataformas cibernéticas como lugar. Así, las crónicas de esta “puta” vida se valen de todos los medios para ser contados: chat, posteos, likes, share this link y mensajes de inbox entrecruzan la lectura, dejándonos ver que lo que reconocemos como el “yo” es siempre un agudo híbrido entre lo dicho por uno y las formas en que te refieren los otros, en este caso, en la plataforma web.
En #SoyPuto el facebook no se utiliza como una red heroica que cierta política rechaza por descarnada, sino como un borrador de nuestras experiencias, desde donde nos contamos una vida y traficamos activismos.
Porque ha sido la prostitución virtual en nuestros contextos cibermediales donde Josecarlo ha visibilizado y difundido cuestionamientos respecto al lugar que ocupan los putos en la sociedad. Una discusión aún inexistente en Chile.
A su vez, en el libro podemos leer las experimentaciones de unas narraciones que entremedio de la autobiografía o la ficción (que en este caso puede ser lo mismo) apuestan por prenderle fuego a la familia. A la familia propia y a la familia ajena, aquella que paga la práctica de la transacción de dinero por fantasía que Josecarlo ha llamado como un “antitrabajo”.
Podríamos decir que la crítica antisocial de la disidencia sexual busca decir que la familia, tal como la conocemos hasta ahora, implica siempre una obligación dolorosa que fracasa por masculina.
Es así como desde una oscuridad social, el libro profundiza en una búsqueda explícita de las fallas de la constitución de la familia “tradicional” para mostrarnos escenas donde la sexualidad se muestra siempre de una manera ingobernable y perversa. De esta manera, el libro ensaya su posición crítica con una biografía política que se las juega por la crónica, la ficción sexual, el comentario activista o la crítica social sin academia que la avale.
Habría que advertir que acá no está esa biografía sentimental que continuamente leemos de sujetos del borde sexual, sino una que problematiza las identidades, donde Josecarlo y “Camilo” –su heterónimo, el autor ficticio, el puto que se vende por internet– se esfuerzan por jugar un falso “yo” que altera la trama de las identidades que nos designan.
Es interesante destacar esa negativa crítica que extiende Josecarlo a ciertos militantes de una política gay chilena, una política que apela siempre a una integración dulcificada a las narrativas del estado de los cuerpos desobedientes para hacerlos pasar por cuerpos normales o normalizados.
Sabemos que la disputa por las identidades minoritarias apuesta siempre su problemática dependiendo de la efectividad de desbordar los marcos que el contexto permite. Un activismo nunca seguro sino más bien en el vértigo de su antagonismo.
Es por esto, que no tendríamos que pasar por alto que este libro fue escrito entre la asfixia violenta de un gobierno de derecha y la continuación del moderado y paternalista proyecto de la “nueva mayoría”. Porque si bien el tiempo de la escritura se las juega en la misma escritura como tiempo, es importante destacar los guiños a un presente que explicita el libro como toma de posición.
En la lectura del libro, se constata que #SoyPuto está escrito desde los fragmentos de un conocimiento colectivo. Una experimentación agenciada por algunas “cuerpas” que se resisten a la heterosexualidad como régimen político.
Un conocimiento que como estrategia queremos siempre compartir.
Una de las preguntas de la disidencia sexual es si somos algo más que estrategia. El activismo político del feminismo radical nos ha enseñado que son las tomas de posición y las estrategias de localización las que permiten resistir a esta sociedad donde todo es mesura en relación al sexo.
Y una de esas estrategias es la escritura. Una de las estrategias que no abandona “el puto”.
#SoyPuto de Josecarlo Henríquez es un libro que podríamos decir vive en la frontera como aquel espacio que divide y conecta al mismo tiempo.
Las fronteras son siempre lugares que sangran. Fronteras como líneas imaginarias que aceptadas socialmente nos conforman en identidades individuales insertas en esta patriarcal organización social.
Quisiera pensar que es en esas fronteras donde se las bate este libro, unas fronteras entre vida y activismo, entre prostitución y literatura, entre amistad y rebeldía, entre odio y deseo.
Unas fronteras donde esta putita sin patria ha sabido incrustar la posibilidad de contarse una vida como derecho mínimo, contarse una vida o quizás una muerte que sea más que dos líneas en un diario nacional.