La agenda represiva de Michelle Bachelet
En la construcción respecto de la cual la obra gruesa estaría terminada según uno de sus maestros, el Ministro Eyzaguirre, habría que reconocer que uno de los pilares en que más le han puesto empeño para asentar su solidez y eficiencia, es en lo que respecta a la represión.
Con el evidente y natural jolgorio de la ultraderecha, quizás una de las más crueles y peligrosas del mundo, el duopolio político alarga sus tentáculos coludidos para concertar un entramado de leyes y medidas administrativas que retrotraen la memoria a los tiempos de la dictadura y a la persecución en contra de todos los que levantaban la voz.
En estos días, tanto el Instituto Nacional de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional, han vuelto a alertar al gobierno acerca de sus políticas represivas, sin que la señora presidenta, aletargada y lejana, diga esta boca es mía.
Nuevamente el organismo internacional ha solicitado al gobierno revisar la pertinencia de la Justicia Militar en delitos comunes cometidos por uniformados en contra de civiles, los que van desde abusos y golpizas, pasando por torturas y tratos crueles o degradantes, hasta llegar al asesinato de manifestantes desarmados y pacíficos. Advierten, además, que el clima de violencia policial ha aumentado.
La agenda represiva de Bachelet, impulsada por el Ministro del Interior, Jorge Burgos, de claro corte racista, discriminador y anticomunista, y por su Subsecretario, Mahmud Aleuy, de evidente traza siniestra y cruel y que parece hecho para el disfrute de su prepotencia endógena mediante el castigo a los indisciplinados, está llegando a una cima en extremo peligrosa. Para la gente común, por cierto.
Veamos que lo está sucediendo hace más de un mes en la región de Atacama. El gobierno ofrece un bono el año 2014 y luego, importándole un bledo las consecuencias, se arrepiente y no le paga al populacho. Se enciende la protesta, debidamente manipulada y ocultada por la prensa uniformada, se envían tropas de la policía militarizada y deshumanizada y se cierra la puerta a toda negociación. Lo demás, ya se sabe, apaleo, gaseo, detenciones, malos tratos y un profundo desprecio por la gente.
Más al sur, la ocupación militar del territorio mapuche sigue en una escalada en la que el gobierno dota a las tropas militarizadas y racistas de Carabineros de sofisticados medios represivos para aumentar la cantidad y calidad del castigo a las comunidades mapuche que exigen la restitución de sus tierras. Los fiscales caza mapuche siguen disfrutando del paisaje.
Distintas voces han denunciado la existencia de un real estado de sitio en esa zona en la que se utiliza a las tropas de Carabineros como escoltas de las empresas forestales, culpables del arrinconamiento de las comunidades mapuche, de la degradación de esas tierras y financiados puntualmente con dineros del Estado.
Pero la agenda represiva presidencial se vio aderezada con la fértil imaginación de las autoridades que insistieron en que los destrozos que se hicieran en situación de movilización social, deben ser pagados por los padres de los potenciales malhechores.
La propuesta de Aleuy fue diluida en sus alcances por la diputada Vallejo, la que prefiere una pedagógica jornada de trabajo para la comunidad para los culpables. Duda de un malpensado: ¿será para atenuar los costos de la criminalización de la protesta?
La vergonzosa y descarada ofensiva represiva no se desliga en propósitos y medios con la operación destinada a dejar en la más perfecta impunidad la avalancha de de robos, exacciones, triangulaciones, boleteos falsos, coimas, arreglines, compra, venta, arriendo y leasing de políticos fraudulentos, mentirosos, manipuladores y cínicos, que superaron el umbral de lo sabido al extremo de permitir que los poderosos les redacten las leyes.
La operación de blanqueo e impunidad que se despliega a vista y paciencia de la gente absorta, comenzó cuando se hizo lo posible por instalar a la cabeza de La Fiscalía Nacional al anodino y tembleque Fiscal Nacional Jorge Abbott, a todas luces sin la pachorra suficiente para desempeñar un cargo que requiere de una buena dosis de hormonas.
Entonces, para completar la ofensiva de los tiranos de civil, se intenta perseguir a los que por algún medio filtren información radicada en los expedientes en que se desmenuzan las sinvergüenzuras de casi todo el espectro, lacra, casta, costra de políticos, mediante una renovada ley mordaza.
La guinda de la torta viene siendo el proyecto de ley que permite el control de identidad de las personas sin que exista una razón para el efecto. Vaya haciéndose una idea cual será la aplicación de semejante disposición, en quienes va a recaer el peso de la prepotencia, la ignorancia y la brutalidad de una tropa que tiene en sus manos carta blanca para hacer lo que se le plazca.
Atentos inmigrantes, indios, pobres, volados, rastas, vendedores ambulantes, jipis, flaites, estudiantes, manifestantes: les llegó la hora.
La desvergüenza con que se han impulsado estas medidas propias de una tiranía sin milicos, solo emula en su descomunal tamaño con la inercia de la gente que creyó en esta casta de sinvergüenzas y que les votó.
Estamos en manos de gente peligrosa, aplicando leyes peligrosas hechas por un parlamento elegido a solicitud la Michelle Bachelet. ¿Recuerdan el eslogan Un Parlamento para Michelle?
¿Dictadura de baja intensidad? ¿Un golpe de Estado en frío con elecciones y presidenta?
Arrecia la represión evidente y encubierta. Los prepotentes no pierden el tiempo en parecer gentes decentes y amables. Perdieron el aparente decoro que destilan en tiempos de elecciones para cazar a incautos, bobos, crédulos, silvestres y amaestrados.
Pero hay también una responsabilidad en quienes teniendo la fuerza y la legitimidad, han preferido centrarse en sus propias demandas, en vez de poner en la mira de sus esfuerzos y movilizaciones en esto que pudre aún más a este país hecho mierda, al que no lo salva ni la educación pública, gratuita y de calidad.
Mientras tanto, en algún lugar del cosmos, la presidenta Michelle Bachelet derruida y fracasada arquitecta de esta obra gruesa sin terminaciones, cuenta los minutos que le quedan por sufrir en su segundo y del todo innecesario período gubernamental, en el que hizo todo lo posible por restituir la tiranía sin milicos y desde donde, de paso, clausuró lo bonito que se veía una mujer a cargo de la primera magistratura.