El informe de la ONU que excluye las grandes represas de la categoría de energías renovables
Una reafirmación en torno a lo que el mundo entiende por energías limpias, convicción que debiera también ir avanzando en Chile, hizo el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) al lanzar a fines de marzo la décima versión del informe “Tendencias globales en inversión en energías renovables en 2016”. El reporte, realizado en conjunto por la Escuela de Frankfurt y Bloomberg New Energy Finance, da cuenta del avance anual de las tecnologías sustentables a nivel global.
Una de las primeras conclusiones a las que se llegó fue que la capacidad instalada de generación que se agregara en todo el mundo durante 2015 llegó a 134 GWh en el caso de las renovables, 22 GWh en el de las grandes centrales hidroeléctricas, 15 GWh en el de la nuclear, 42 GWh en el del carbón y 40 GWh en el del gas. Es decir, en los proyectos no renovables adicionaron un 47 % de capacidad a la matriz global, mientras las renovables un 53 %.
Es aquí donde es preciso detenerse. En lo que la ONU entiende como energía renovable. En esta engloba a las “eólica, solar, biomasa y residuos en energía, biocombustibles, geotérmica, marina y pequeñas centrales hidroeléctricas”, las cuales califica de “limpias y modernas”. Expresamente “excluye los grandes proyectos hidroeléctricos de más de 50 megawats”, especialmente “las inversiones en grandes represas”.
Esta decisión es coherente con la discusión que desde hace años se viene dando en el sentido de no considerar las grandes hidroeléctricas, particularmente las represas, dentro de lo que se entiende como generación renovable. Sus impactos en términos de pérdida de bosques, desplazamiento de personas y comunidades, generación de gases efecto invernadero por la descomposición de la vegetación, la destrucción de cuencas por los drásticos aumentos y disminución de caudales y la captura de nutrientes evitando que estos alimenten las ricas zonas de fiordos, son algunos de los aspectos cuestionados recurrentemente. Un compendio de estos y otros impactos es posible profundizarlos en la obra “Ríos Silenciados: Ecología y política de las grandes represas”, de Patrick McCully.
Para Chile la discusión no debiera ser un dato menor. Ante la ofensiva del gobierno, de la mano del ministro de Energía Máximo Pacheco, de convertir a las regiones del sur y sur austral en reservorios de energía a través de grandes centrales hidroeléctricas. Ejemplo concreto de ello han sido el visto bueno que el Comité de Ministros ha dado a dos iniciativas de este tipo en la Patagonia chilena: la central Puelo (210 MW) de Mediterráneo y la represa río Cuervo (640 MW) de Energía Austral, propiedad de la minera multinacional Glencore.
La figura de los “polos de desarrollo” que impulsa en la Ley de Transmisión que tramita hoy la Comisión de Minería y Energía del Senado llega a reforzar dicho objetivo, incluyendo bajo el concepto de renovables las hidroeléctricas de gran escala, entre ellas las represas. Durante su paso por la Comisión de Minería y Energía de la Cámara, los legisladores lograron asegurar que los territorios calificados como tales tuviera al menos un 70 % de energías renovables no convencionales. Sin embargo, una indicación presentada con la firma de Michelle Bachelet hizo que en la Comisión de Hacienda se redujera este porcentaje a solo un 20 %.
Las definiciones de la ONU podrían impulsar una nueva discusión en Chile, esta vez no solo sobre los pasos que estamos dando para avanzar hacia una generación energética sustentable, dado que según el reporte nuestro país fue uno de los 10 en el mundo que más invirtieron en ERNC. Los datos indican que en esta área tuvimos un crecimiento del 151% con relación a 2014, por un total de U$ 3.400 millones destinado a tecnología en fase inicial, investigación y desarrollo, e instalación de nueva capacidad. De este global, cerca de U$ 2.200 millones se gastaron en fuentes solares.
La otra discusión, más de fondo, es si las represas pueden ser consideradas como energía renovable. Una pregunta urgente más aún en un contexto de Cambio Climático, que complejiza cada día más la generación hidroeléctrica en un horizonte de largo plazo.