Una reflexión sobre las brechas de género en la Universidad Católica
El próximo ocho de marzo conmemoraremos un nuevo Día Internacional de la Mujer. Hitos como éste no son meros rituales que debemos cumplir de forma pasiva, sino instancias para aprovechar creativamente. Entendamos este día como uno de reflexión, que desafíe los sentidos comunes actuales y nos lleve, en conjunto, a construir nuevos paradigmas más inclusivos. En concreto, busquemos que en este día no solo celebremos la lucha feminista, sino que también reflexionemos sobre su discurso y demandas históricas, cuestionándonos ciertos problemas que hemos aceptado pasivamente como naturales, ya sean los casos de violencia que sufren las mujeres en su vida cotidiana, la sexualización de ésta o su ausencia en espacios públicos importantes como el Congreso y las organizaciones políticas, entre muchos otros.
Últimamente el feminismo parece estar en boga. La rutina de Natalia Valdebenito y sus acusaciones al machismo en el mundo de la comedia y el asesinato de las dos mochileras argentinas en Ecuador se han tomado los medios, poniendo el estatus de subordinación de la mujer en la palestra. Es importante entender, sin embargo, que estos sucesos no son fortuitos, implemente se ha dado una coyuntura muy visible a hechos que ocurren diariamente, en el ámbito público y privado.
Hay un relato histórico muy importante que se conmemora cada 8 de marzo. Es un día que tenemos que aprovechar para pensar y organizarnos, desde nuestros espacios sociales y políticos, para así avanzar en lo mucho que queda por hacer. En ese sentido, nos parece importante bajar estas reflexiones a nuestro espacio local. En este caso, como estudiantes de la Universidad Católica, creemos que es esencial hacer una revisión de lo que tiene pendiente nuestra casa de estudios. Solo desde la reflexión podemos construir soluciones concretas a las problemáticas que nos aquejan, siendo en este caso particular las brechas de género, las que se expresan en diversos ámbitos.
Históricamente la jerarquía académica de la UC ha estado compuesta mayoritariamente por hombres. Actualmente de los 18 decanos que encabezan las distintas facultades de la universidad y, por ende, participan en el máximo espacio deliberativo de la UC -el Honorable Consejo Superior-, 15 son hombres y solo 3 son mujeres. Esta sub representación femenina también se expresa en los espacios dirigenciales estudiantiles. El máximo cargo de representación estudiantil, la presidencia de la Feuc, ha sido ocupado solo en dos ocasiones por mujeres.
Desde acá podemos hacer un paralelo con lo que ocurre a nivel nacional. La realidad de la UC no se aleja de la del país, lo que nos hace cuestionarnos aún más ciertas lógicas que se arrastran históricamente en nuestra universidad. Hay ciertas carreras que se han moldeado asignándole un supuesto rol “femenino”, ligado al cuidado, como es el caso de las carreras de enfermería, nutrición, educación de párvulos y pedagogía básica, así como hay otras “masculinas” como física, matemática o ingeniería.
Además de esto también es importante pensar en torno al tipo de formación que recibimos y a qué obedece. Como estudiantes necesitamos tener una educación integral y pluralista, que nos dé anteojos amplios para mirar el mundo de manera crítica y así cuestionarnos los paradigmas actuales para construir otros nuevos. Necesitamos tener la opción de profundizar, y que haya una oferta de ramos coherente con eso. Necesitamos incidir en nuestras mallas curriculares orientándolas hacia una formación que vaya en sintonía con la realidad y las necesidades de nuestro país. En ese sentido, contar con ramos completos de teoría de género, que expongan los distintos feminismos, es una herramienta importante -y por ahora mayoritariamente ausente- en nuestro aprendizaje y posterior desempeño laboral. Es fundamental que contar consta formación no dependa solamente de la voluntad de los unos pocos, sino que existan espacios institucionalizados en los que el estudiantado tenga incidencia y opinión sobre su malla curricular.
Mirando estos y otros hechos creemos que detrás de la desigualdad de género hay un problema estructural que atañe a toda nuestra comunidad. Si la UC quiere estar en sintonía con la realidad nacional y dar respuestas a los problemas de nuestra sociedad, no solo debe quedarse en lo discursivo, también debe actuar en pos de dar soluciones. Para esto se necesita una comunidad activa que elabore a partir de sus experiencias. Invitamos a la comunidad de la Universidad Católica, a nuestros compañeros, al Rector y a todo el país a reflexionar sobre este tema en nuestra cotidianidad. Que el 8 de marzo no sea el día de atacar al movimiento feminista ni para regalar flores; que el Día de la Mujer sea un día para detenernos, observar atentamente y reflexionar. Solo así construiremos una sociedad más democrática e inclusiva.