Argentina: La revolución de las balas de goma

Argentina: La revolución de las balas de goma

Por: El Desconcierto | 12.02.2016
Desde la asunción de Mauricio Macri la Argentina está viviendo un clima que no se conocía desde los años sangrientos de la última dictadura militar.

Versión castellana del texto publicado en alemán en 'Geschichte der Gegenwart', Zurich, Suiza, el 7 de febrero de 2016.

Globos amarillos, música fiestera, el perro Balcarce en el sillón presidencial: con la llegada de Mauricio Macri al gobierno, los grandes medios nacionales e internacionales vaticinaron “la revolución de alegría” en la Argentina, el fin de la crispación populista y la “vuelta al mundo” bajo el mando de una centro-derecha pos ideológica, liberal, democrática. Su gran ídolo, dijo Macri en el reportaje que le hicieron en conjunto Le Monde, The Guardian, La Stampa y El País, es Nelson Mandela. El sarcasmo de esa afirmación parecía ignorar a los periodistas presentes.

Somos académicos especializados desde hace décadas en la historia y cultura de la Argentina. Estamos dolidos. Indignados. Preocupados. Mientras escribimos estas líneas la policía está reprimiendo con balas de goma a chicos pobres. Entraron a una villa miseria en Buenos Aires donde los más desvalidos estaban preparando una de las pocas alegrías que les depara la vida: el ensayo de una murga para carnaval. Les dispararon a mansalva. Sin una razón. Sin un por qué. Para diseminar el terror.

Desde la asunción de Mauricio Macri la Argentina está viviendo un clima que no se conocía desde los años sangrientos de la última dictadura militar. Aprovechando el descanso parlamentario de verano, con la excusa del combate al narcotráfico el presidente ha declarado el estado de emergencia en todo el país, medida que permite la intervención de las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior e incluso el derribo de aviones sin advertencia previa. Nadie puede salir sin documentos a la calle. Ni siquiera México ha ido tan lejos en responder a una supuesta amenaza por parte del crimen organizado; Buenos Aires, en cambio, junto con Montevideo, es la capital más segura de América Latina. También por decreto y en abierta contravención de sus facultades constitucionales, Macri nombró a dos amigos como jueces de la Corte Suprema y anuló la ley que restringía la monopolización de medios. El número permitido de canales concentrados en una sola mano hoy día excede incluso las regulaciones establecidas por la dictadura militar. Paralelamente, un sinfín de periodistas críticos o simplemente no alineados con la política gubernamental han sido despedidos no sólo de los canales estatales sino también de medios privados bajo amenaza de retirarles publicidad oficial. Simultáneamente a la eliminación de impuestos a los agroexportadores y una devaluación feroz que redistribuye masivamente el ingreso hacia los sectores más ricos, el Estado ha sufrido un oleaje de despidos que ya suman casi 25 mil trabajadores (otro tanto en el sector privado); la gran mayoría de ellos víctimas de una purga ideológica centrada en personas con convicciones diferentes al oficialismo.

Desde la asunción de Mauricio Macri la Argentina está viviendo un clima que no se conocía desde los años sangrientos de la última dictadura militar.

Las estructuras estatales de soporte a los derechos humanos han sido especialmente golpeadas, desmantelando secretarías enteras en varios ministerios y agencias, al mismo tiempo que ex-funcionarios sospechados de colaboración en crímenes de lesa humanidad fueron nombrados en cargos gubernamentales. El presidente se ha negado a recibir a las organizaciones de derechos humanos, y a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, alineado con
el gobierno nacional, ha afirmado que el número de desaparecidos de la última dictadura “fue una mentira que se construyó en una mesa para construir subsidios que te daban”.

No sorprende en ese clima de amedrentamiento generalizado la represión policial a protestas gremiales y de desocupados, de mujeres e indígenas, ni la ofensiva de criminalización de cualquier oposición política. La culminación (por ahora) es el encarcelamiento de Milagro Sala, activista indígena y diputada del Parlasur, por haber participado de un acampe pacífico exigiendo una audiencia con el gobernador Gerardo Morales, aliado de Macri, quien ha declarado ilegales las cooperativas indígenas de viviendas y amenaza con retirarles toda financiación pública. Amnesty International, el Parlamento Europeo y Parlasur han levantado protestas a las que la justicia provincial (intervenida por decreto a imagen y semejanza de la justicia nacional) ha respondido con el endurecimiento de las condiciones de detención de Sala y el encarcelamiento de otros militantes.

El gobierno de Mauricio Macri no es de centro ni pos ideológico; es liberal solo en cuanto a su subordinación al establishment financiero transnacional. La “nueva derecha” argentina se parece a las de Polonia y Hungría: aniquilación de la libertad de prensa, cooptación del sistema jurídico, persecución de todo aquel que piensa diferente, represión con armas si alguien se anima a reaccionar. Ex-presidente de un club de fútbol, con aceitadas conexiones con el mundo mafioso de las barrabravas, dueño de un imperio de servicios financieros y de medios, amigo de jueces que han conseguido “enfriar” las múltiples causas judiciales contra su persona por casos de corrupción y espionaje ilegal  de, entre otros, familiares de víctimas del atentado a la mutual judía en 1994, Macri no es ningún Mandela. Es una especie de Berlusconi sudamericano: un empresario que ama el rating y desprecia a la democracia.

En menos de dos meses, el gobierno de Macri ha impulsado uno de los mayores retrocesos en materia de derechos humanos en Argentina desde el fin del régimen militar en 1983. No es la revolución de la alegría: es, lisa y llanamente, la revolución de las balas de goma. Balas que apuntan nada menos que al proceso democrático en Argentina y en toda la región. Frente a los totalitarismos la presión internacional es una de las pocas armas que nos quedan. En nombre de la democracia y los derechos humanos, en nombre de la libertad de prensa y el derecho a la información, en nombre del honesto ejercicio de su profesión, exhortamos a los colegas periodistas, científicos sociales y trabajadores culturales a informar a
sus audiencias acerca del rumbo antidemocrático y represivo que está tomando la Argentina macrista.

La revolución de las balas de goma no es una revolución. Son balas. Por ahora, de goma. Por ahora.

Brigitte Adriaensen (Universiteit Nijmegen)
Jens Andermann (Universität Zürich)
Ben Bollig (University of Oxford)
Geneviève Fabry (Université Catholique de Louvain)
Liliana Ruth Feierstein (Humboldt Universität zu Berlin)
Anna Forné (Göteborgs Universitet)
John Kraniauskas (Birkbeck College, University of London)
Emilia Perassi (Università degli Studi di Milano)
Kathrin Sartingen (Universität Wien)
Dardo Scavino (Université de Pau et des Pays de l’Adour)