Atilio Borón: Análisis de las elecciones en Argentina, geopolítica y América latina
Los gobiernos progresistas han cometido algunos errores, como pensar que la mejorar las condiciones de vida de las capas populares les garantiza su lealtad y fidelidad
Conocimos personalmente a Atilio Boron en Caracas, en los actos conmemorativos por el segundo aniversario de la partida física de Hugo Chávez Frías.
Intercambiamos criterios sobre los procesos progresistas de la región y de inmediato dio pasó a algunas consultas acerca de Evo y el proceso de cambio, revolución a la que sigue al dedillo.
De allá para acá hemos sostenido una comunicación fluida, sustentada en su gran disposición por colaborar con La Época. Por esta razón no fue difícil enterarnos de su presencia en La Paz para dictar un ciclo de conferencias en el marco del curso “Geopolítica e integración regional. América Latina en el sistema mundo”, realizado por la Vicepresidencia, y solicitar un tiempo de su apretada agenda para conversar de Argentina, nuestra América, EE.UU. y Bolivia.
¿Qué pasó en las últimas elecciones en Argentina? ¿Cómo interpreta los resultados?
-Creo que el resultado es producto de una serie de problemas acumulados que venía teniendo el gobierno, como dificultades en la gestión macroeconómica, agotamiento del boom de los commodities, una ceguera para reconocer dificultades como la inflación, elementos que en conjunto crearon cierto malestar social, a pesar del avance que han tenido los sectores populares mejorando sus condiciones de vida, bajando el nivel de desempleo, disfrutando de una amplísima cobertura previsional que antes no tenían, e incluso, un programa de asignación universal por hijo que ha sido muy exitoso o acceso a niveles de consumo muy elevados.
Pero, ¿eso ha resultado insuficiente?
-Evidentemente todo eso no fue suficiente, sobre todo cuando se comente una serie de errores de campaña: en primer lugar, una fórmula kirchnerista pura, donde sólo votan por ti los que están absolutamente convencidos de que tu gobierno es el mejor de la historia; en segundo lugar, una mala elección del candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, que era una provincia crucial por tener el 38% de los votos; y, en tercer lugar, un error en la actitud de Daniel Scioli, que se comportó de una forma absolutamente defensiva, saliendo a decir lo bien que lo hizo el gobierno de Cristina en lugar de hacer propuestas para demostrar que estaba dispuesto a realizar algunas tareas pendientes que la propia Cristina dijo que se tenían que hacer.
Entonces, la combinación de todo esto: mala estrategia de campaña, cierto malestar social, terrorismo mediático de la derecha, dio como resultado que tropezó con el mismo techo que topó hace dos meses, cuando las primarias abiertas.
-Con ese escenario, ¿cuál es el desafío que se avecina?
Ahora estamos ante un dilema muy grave, ver cómo hacer para remontar un balotaje donde las chances de la derecha son las más grandes que hubo en muchos años en la Argentina.
¿Qué hay detrás de Macri y Scioli? ¿Qué proyectos tienen?
-Los dos son proyectos que se inscriben en el capitalismo. El kirchnerismo, a diferencia de Bolivia, no se ha propuesto nada como el Vivir Bien o el socialismo comunitario. Se propone un capitalismo más serio, mejor organizado y no tan predatorio, pero hasta ahí nomás, los límites siempre fueron muy claros.
Detrás de Macri está la embajada norteamérica, José María Aznar y Álvaro Uribe. O sea, su triunfo sería eso, el uribismo en el sur del continente. Y eso es muy peligroso porque de producirse, con Brasil estando como está, los países bolivaristas, ecuatoriano y ustedes, se verían privados de un apoyo que es necesario.
Lo que hay detrás de Scioli es una constelación de grandes empresas de Argentina, transnacionales, algunas locales, y una ambigüedad muy grande. Es un político ambi-biforme, que va por un lado y luego por el otro y nunca lo puedes atrapar muy bien. Aunque claramente no es un hombre de pensamiento de izquierda tiene algunos reflejos que pueden ser interesantes, pero no es la persona que elegiría. Sin embargo, no se trata de elegir, es optar: por un lado tienes una opción de derecha radical dura y uribista/aznarista, y por otro, una persona de centro moderado, sin la retórica de Cristina pero que va a mantener las grandes líneas de política exterior latinoamericana y eso es fundamental para ustedes y todos los países del proceso de cambio.
¿Lo que describe podría llevarnos a poner en tela de juicio la existencia de un kirchnerismo? ¿No hay un legado?
-Creo que el kirchnerismo es el peronismo del siglo XXI, con las limitaciones propias del peronismo: reformismo moderado combinado con algunas posturas interesantes como las de Cristina en la cuestión internacional.
Uno de los principales méritos del kirchnerismo es haberse plegado a la iniciativa de Chávez de liquidar al ALCA en Mar del Plata. Y eso no era fácil, tenerlo a Bush ahí sentado y decirle: “ALCA al carajo...”; fue un gesto muy valiente de Néstor.
¿Y Cristina Fernández?
-Cristina dio una gran batalla contra los sectores oligárquicos del campo aunque se cometieron errores. Y te digo, la lucha de clases es algo muy serio, casi una ciencia y cuando cometes errores las pagas. Y ellos cometieron errores en 2008, en esa batalla legítima contra los grandes intereses sojeros. Pero Cristina planteó mal la batalla y la perdió. Por suerte tuvo una buena reacción, radicalizó su política, avanzó en la ley de medios, mejoró con una legislación muy importante.
Ese es su legado, para nada desdeñable. Deja un saldo moderadamente positivo aunque con tareas por delante.
Pensando en nuestra América, ¿se puede hablar de un reflujo después de esta tercera ola emancipadora?
-Hay algunos indicios de que el impulso ascendente de los movimientos sociales ya se paró. Eso que tenías, y de los cual Evo fue la mayor expresión, está frenado. Hay un proceso de desmovilización y desorganización del movimiento popular en toda América Latina: en Argentina es muy claro, en Brasil ni hablemos, en Bolivia también, pues se nota que aunque quedan aún muchos reflejos ya no es lo que era antes; en Venezuela se ha venido bastante abajo –aunque el PSUV se sostiene–, en Ecuador todo está desbaratado.
Son ciclos, la lucha de clases tiene ciclos, y Álvaro lo ha explicado muy bien, y los mejores teóricos de América Latina afirman que la lucha de clases tiene subidas y bajadas y eso hace que en algún momento tú te encuentres en una coyuntura como esta.
Ahora, no soy tan pesimista como los teóricos del fin de ciclo. Creo que todavía hay reservas, creo que Bolivia todavía está fuerte. Hay que corregir algunos temas sobre el enfoque de la campaña, que es un asunto muy complicado que los gringos han estudiado hasta un nivel milimétrico y nosotros en la izquierda estamos todavía pegándole al bulto. Ecuador está fuerte, tenemos chances de ganar las elecciones en Venezuela en diciembre y confiemos, si Dios existe, que Scioli gane en Argentina, pero sólo si Dios existe. Aunque no gane Scioli va a ser difícil pensar en un retroceso así de brutal como muchos piensan. Dilma está resistiendo aunque le está costando mucho trabajo, pero veo que está tratando de mantenerse firme contra esta ofensiva; ¿y Cuba?... Cuba sigue siendo Cuba. Hasta ahora el caso argentino sería el primero en ser derrotado electoralmente.
¿En el futuro la dirección de estos procesos pudiera circunscribirse a sus gobiernos y ejecutivos y no a los movimientos sociales?
-De hecho ya lo está, y tal vez el único proceso que se aparta de esa tendencia es Bolivia, pero en el resto de Latinoamérica prácticamente ya tienes el protagonismo solamente en las manos de los gobiernos. Pero fíjate, Venezuela, con todos los problemas que tiene, no ha recortado las misiones y los programas sociales y se le cayó el precio del petróleo a la mitad. No pienso que haya que caer en la desesperanza o en actitudes tremendistas, son momentos difíciles que se pueden sortear. Parece estar bastante seguro de que no vamos a sufrir un retroceso como el de los años 90 , ni aunque gane Macri.
En el libro América Latina en la geopolítica del imperialismo usted señala una paradoja muy interesante: EE.UU. ya no goza de las prerrogativas de la era unipolar, pero hoy en día tiene más poder militar que en los años de la guerra fría. ¿Cómo explica esto?
-El presupuesto militar estadounidense equivale a la mitad del presupuesto militar de todo el mundo. Pero al mismo tiempo no pueden ganar guerras, y ese es un dato muy significativo. En Irak salieron espantados o al menos no lograron lo que ellos querían. En Afganistán están perdiendo la guerra como alguna vez perdieron en Vietnam.
Una guerra requiere de un desplazamiento de tropas y otros recursos que EE.UU. no está en condiciones de garantizar. No puede recibir las body bags que recibía con los muertos en Vietnam.
Ellos tienen un poderío militar inmenso pero les sirve de poco y nada. No pueden controlar la situación en Medio Oriente, en Siria, a pesar de que es una situación que ellos crearon. Putin es más efectivo en lidiar con esa situación. Y lo que hay que pensar es que probablemente la guerra está cambiando muy aceleradamente y tal vez EE.UU. sigue ligado a viejas concepciones de la guerra.
¿Cómo sería una guerra hoy?
-Hoy en día la guerra se resuelve, aunque esto es algo que no he desarrollado completamente aún, no tanto con drones o cohetes sino con la eficacia de tu aparato de inteligencia. Y eso EE.UU. no lo tiene para nada desarrollado.
Bolivia ha cambiado mucho y pareciera que hoy en día los EE.UU. no tienen influencia alguna en el país, ¿cree que debiera preocuparnos el imperialismo?
Claro que sí.
¿Cómo podrían intervenirnos?
-Ellos tienen muchos elementos de control. En primer lugar tienen el control del sistema financiero internacional con el que podrían perjudicar no sólo a Bolivia sino a cualquier país. ¿Qué está exportando ahora Bolivia?, te pongo un ejemplo. Si estuviera exportando litio EE.UU. puede crearte problemas con patentes sobre la exportación de este mineral, cuestión muy seria.
El imperio es una realidad y que cuando lo desafías tienes que pagar un precio muy costoso. Bolivia ha pagado ese precio y lo está pagando. Además tiene una enorme capacidad de controlar y movilizar a la opinión pública. Maneja la red informativa de toda América Latina mediante personeros locales, diarios, cadenas de televisión, radios, etc. Manejan el idioma, la música con la que bailan los jóvenes; es un poder enorme. Tienen la lengua, dato fundamental, el inglés.
Entonces, ¿cómo habría de ser esa lucha contra el imperialismo?
-No hay nada absoluto, hay que luchar contra el imperialismo pero considerando que es una lucha frontal contra un poder inmenso que en cualquier momento te puede destruir un país. Mira lo que están haciendo en Venezuela. Quieren destruir Siria, la van a destruir. Quieren apropiarse de Ucrania, se la van a apropiar, para pegarle a los rusos. Son gentes muy dispuestas a todo y acá en Bolivia tienen socios, aliados y amigos muy poderosos que están esperando un zarpazo para volver a las condiciones de la vieja oligarquía, a la vieja Bolivia.
¿No creen que acá los hayamos derrotado?
-Es una pelea muy fuerte, por mucho que Bolivia haya sacado embajadores, sacado a la DEA y a USAID.
Ahora, efectivamente en Bolivia se le ha infringido una derrota. Pero el imperialismo es como los gatos, tiene siete vidas. Tú lo derrotas hoy, pero ten cuidado, hay elecciones el 21 de febrero y estos gobiernos progresistas han cometido algunos errores como pensar que mejorar las condiciones de vida de las capas populares les garantiza su lealtad y fidelidad a los gobiernos de izquierda, y eso no es verdad. Y acá se nota, La Paz no es de Evo, Cochabamba no es de Evo, Tarija no es de Evo.
Con la revolución que ha encabezado Evo tendría que tener una mayoría asegurada por 50 años y no la tiene porque estos cambios que se han producido en los países progresistas de América Latina no necesariamente se traducen en un mayor respaldo a los gobiernos del proceso de cambio. Argentina es un ejemplo. Y es uno de los temas más importantes a discutir hoy.
Se hacen cambios en la estructura social, como en Bolivia, pero sin embargo no logran consolidar un núcleo, como en su momento sí lo logró la revolución mexicana que habiendo hecho cambios como los hechos acá consolidó un apoyo de 70 años. Y ustedes con diez años ya están en un tironeo. Y Correa lo mismo y Cristina también. Es un tema que no hemos discutido.