Argentina: Scioli y la vida después de los K
El pasado 9 de agosto se realizaron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) para determinar los candidatos que llegarán a la primera vuelta presidencial de octubre. Como se esperaba, el actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli del Frente para la Victoria (oficialismo) obtuvo un cómodo primer lugar con el 38,67% de los votos. Su principal contendor es el actual Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, líder de la alianza Cambiemos que alcanzó el 30% de las preferencias.
De cerca aparece Sergio Massa, un ex kirchnerista que, estando dentro del peronismo, no comulga con el oficialismo. Obtuvo un no despreciable 20%. Mucho más atrás aparece la izquierda trotskista con un 3%.
Los resultados dejan al candidato oficialista en posición preferencial para darle continuidad al “proyecto nacional y popular” iniciado por Néstor Kirchner en 2003, con el propio Scioli en la vicepresidencia. Sin embargo, la diferencia no sería suficiente para evitar la segunda vuelta. Las cifras del oficialismo muestran señales de agotamiento: En 2011, Cristina Fernández obtuvo 50% en las PASO y ganó en primera vuelta con un claro 54%.
Pero Scioli no es Cristina. Y en 2015, es la economía la que marca el ritmo de las elecciones.
El actual candidato es ocho veces campeón del mundo en motonáutica. Paralelo a su actividad deportiva, se forjó como empresario en el negocio de su familia, ligado a los electrodomésticos.
Fue vicepresidente de Néstor Kirchner y desde 2007 ha sido Gobernador de la estratégica Provincia de Buenos Aires (que agrupa a nada menos que 16 millones de personas). Nunca fue parte del círculo de confianza de CFK. En comparación, dista mucho de las continuidades que representaron Dilma y Maduro en Brasil y Venezuela, por ejemplo.
A diferencia de otros políticos, Scioli no tiene una marcada historia de militancia. Entró en política gracias al ex presidente Menem, de quien se reconoce admirador. El propio ex presidente ha dicho que el motonauta es el que más expresa su pensamiento en estas elecciones. Se le ubica como la expresión más “a la derecha” dentro del Frente para la Victoria. Su período en la gobernación ha tenido esa impronta menemista que preocupa a los más kirchneristas: aumento constante de policías en las calles, ajuste en presupuestos de Educación y Salud, enfrentamiento con empleados públicos. Se mueve con comodidad en los círculos empresariales y, a diferencia del estilo confrontacional de Cristina, es dialogante y abierto a conversar con todos. Sus apariciones en Clarín y La Nación en las últimas semanas han sorprendido a los propios diarios, acostumbrados a una constante pelea con la actual presidenta.
No fue fácil para el oficialismo decidir su candidato presidencial. Cristina Fernández es la líder y alma del proyecto. Su figura es la que moviliza y polariza al país, fruto de los 12 años de legado K. Pero la Constitución impide que se presente de nuevo. Aunque desde los sectores más kirchneristas se ha promovido la consigna de “el candidato es el proyecto” o “Scioli al gobierno, Cristina al poder”.
Hasta junio, la disputa presidencial estaba entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo, el ministro del Interior y quien a diferencia del Gobernador de Buenos Aires, es un ultrakirchnerista. Más de una vez denunció que Macri, Massa y Scioli eran, todos juntos, los candidatos del establishment. Dijo que Scioli era “permeable al poder económico y mediático”.
La dispersión de votos del oficialismo en las PASO podía representar un riesgo, con Macri acechando de cerca. Scioli era la carta segura, mientras que la opción de Randazzo aún generaba dudas. Pero Cristina tomó cartas en el asunto, le pidió al ministro que se bajara de la carrera y ungió personalmente a Scioli como su continuidad.
Pero no sin condiciones. La presidenta determinó que Carlos Zannini, secretario Legal y Técnico del gobierno desde la presidencia de Néstor, fuera su candidato a vicepresidente y acompañara a Scioli en la papeleta. Un histórico operador K para resguardar el proyecto. Desde entonces que Scioli ha tenido que esforzarse por convencer a los más kirchneristas de que puede continuar el legado de Cristina.
Sin embargo, mantiene una ambigüedad estratégica que le permite moverse con comodidad por la amplitud del voto peronista. “Que la gente se quede tranquila. Voy a sostener lo que haya que sostener, profundizar lo que haya profundizar y cambiar lo que haya que cambiar”, señaló en la campaña.
LOS MERCADOS ESTÁN CONTENTOS
El ciclo iniciado por el kirchnerismo es el resultado de la crisis política, económica y social del 2001, hecho que marca un antes y un después en la política trasandina. La llegada de Néstor Kirchner a la Casa Rosada se dio junto a la tarea de recomponer el poder político después del tránsito de 5 presidentes por la sede de gobierno.
El sello K es la incorporación de históricas demandas de los grupos movilizados en los 90, junto con la mantención de la estructura productiva heredada de la época neoliberal. Aparecen así la Asignación Universal por Hijo, la activa política en Derechos Humanos y la reapertura de juicios a criminales de la dictadura, la estatización de las administradoras de pensiones y de YPF y la agenda democrática de la Ley de Medios (y el antagonismo creado contra el Grupo Clarín) y el matrimonio igualitario.
Agenda que no entra en conflicto con el modelo neodesarrollista de extranjerización y dependencia del extractivismo sojero y minero. Una propuesta de “un capitalismo en serio”, como lo ha llamado la propia CFK.
Pero es precisamente el manejo económico del kirchnerismo –y la salida a la incierta situación actual- lo que marca las presentes elecciones.
La creciente inflación en el país aparece como el principal problema. Desde la intervención de las cifras macroeconómicas del INDEC (equivalente al INE en Chile) que no existe garantía de la cifra exacta. Aunque el gobierno señala que está en el 25%, estudios privados sostienen que ya superó la barrera del 30%. El descalabro en el organismo impide también que existan cifras certeras de pobreza, por ejemplo.
A comienzos de año se dio un conflicto entre las centrales de trabajadores y el gobierno que gráfica la situación de la inflación: cada año las paritarias (procesos de negociación colectiva) determina el aumento salarial correspondiente. El reajuste suele ser más bajo que la cifra de inflación. Es decir, el aumento salarial de cada año es menor a lo que aumentan los precios de los productos, por lo que el poder real de compra de la población disminuye.
El panorama económico lo completa el “cepo” cambiario (imposibilidad de comprar dólares para evitar la fuga de capitales), las retenciones a las exportaciones y las negociaciones con los holdouts o fondos buitres (acreedores de la deuda externa que se han negado a renegociar).
Hasta 2011, el país venía creciendo con tasas cercanas al 9%, con gran aumento en las exportaciones y masivo aumento de la clase media. Pero para este 2015 el crecimiento sería solo 0,7% del PIB, explicado en parte por la contracción de Brasil, principal destino de las exportaciones argentinas. La caída del precio del petróleo y la devaluación china tampoco auguran un mejor panorama.
La situación exige una salida. Desde la perspectiva de Macri y la derecha empresarial, el problema de Argentina es la excesiva emisión de moneda para financiar el gasto público. Su solución pasa por un ajuste fiscal y una apertura al comercio internacional, principalmente el norteamericano.
Sin embargo, lo que prima en la actual campaña es un rechazo a negra década neoliberal de los 90. Cualquier noción de ajuste puede dañar la imagen de los candidatos ante la población. Por eso, Macri se ha mantenido en la noción del “cambio”, sin profundizar demasiado. El efecto de 12 años de kirchnerismo lo obliga a ceder posiciones: ya dijo que si es electo, mantendría políticas de sello K como la Asignación Universal por Hijo y que YPF y Aerolíneas Argentinas continuarían en manos del Estado.
Por su parte, el discurso sciolista se sostiene en que la continuidad del modelo es pasar a una nueva etapa. Del crecimiento vía incentivo al consumo, al desarrollo vía inversiones. El equipo económico del gobernador (que cuenta con ex asesores del FMI como Mario Blejer) identifica la falta de dólares como el principal problema, para lo que proponen fin a los controles de capital y reducir las retenciones. Así lo ha reconocido el propio candidato: “No voy a esperar que vengan las inversiones, las voy a buscar. Nadie se va a quedar sin sembrar, nadie se va a quedar sin producir, nadie se va a quedar sin fabricar por falta de rentabilidad”.
Garantías para las grandes empresas que son miradas con buenos ojos. Porque las tres opciones mayoritarias para ocupar la presidencia por los próximos cuatro años (Scioli, Macri y Massa), prometen una política amigable con los mercados. “La sensación es que tanto Scioli como Macri o Massa van a implementar políticas promercado. Probablemente sus tiempos sean distintos, pero los tres tendrán una postura más amistosa hacia los inversores, en comparación con la de Cristina Kirchner”, señaló Daniel Epstein, operador de la Bolsa de Nueva York.
Los mercados internacionales celebran estas elecciones. Los candidatos efectivamente no se distinguen radicalmente el uno del otro en cuanto a las medidas a tomar, lo que ha provocado confianza en el mundo empresarial. La respuesta a las PASO fue un alza en precios de acciones y bonos. Como dijo Nicolás Scioli, hermano del candidato y director del Mercado de Valores de Buenos Aires: “Nadie podría estar comprando acciones o títulos si creyera que con Daniel Scioli la economía del país va a empeorar. Todo lo contrario: la respuesta positiva del mercado es la respuesta de la gente que ve un hombre previsible, coherente, de diálogo, con un perfil propio de unir y construir puentes, siempre con respeto, con humildad”.
La situación política y económica pide una salida. Y la figura de Scioli parece aglutinar el consenso necesario para gobernar los próximos cuatro años. En los últimos meses ha incorporado elementos que lo acercan a los sectores más progresistas del kirchnerismo, como el anuncio de la creación de los ministerios de Economía Popular y de Derechos Humanos. Al mismo tiempo, promete continuidad del modelo neodesarrollista y la intención de posicionar a Argentina en el mercado internacional, mientras que el pago a los holdouts o fondos buitres (iniciado por el kirchnerismo) abriría nuevamente la puerta a la deuda externa.
A su vez, el aparato del Estado le permitirá operar con mayor flexibilidad que hasta ahora, que ha tenido a Cristina respirándole de cerca.