Francois Houtart, las confesiones de un cura rojo

Francois Houtart, las confesiones de un cura rojo

Por: El Desconcierto | 26.05.2015

Captura de pantalla 2015-05-25 a la(s) 12.55.53Nadie sabe muy bien cómo hace Francois Houtart para esconder su edad y sus ínfulas de clérigo. Es un pastor sui géneris, un cura moderno: defiende el fin del celibato, no condena las uniones homosexuales y promueve la ordenación sacerdotal de mujeres. Ergo, lo que no puede ocultar es su ferviente oposición al conservadurismo de la Iglesia.

Su inagotable producción intelectual, reflejada en varias decenas de libros y publicaciones, lo ha llevado a codearse con diversas personalidades e hitos del último siglo: fue asesor de los obispos latinoamericanos en el Concilio Vaticano II y amigo de juventud con Karol Wojtyla; en los ochenta colaboró con la Revolución Sandinista; el nuevo milenio lo tuvo como uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial; y el 2008, cuando el mundo se venía abajo por otro apagón financiero, fue invitado a participar en la Comisión Stiglitz por el padre Miguel D’Escoto, el entonces presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas.

El 2010 su nombre fue propuesto para el Nobel de la Paz y una denuncia de abuso sexual terminó frenando su candidatura. Houtart admite haber tocado las partes íntimas de un primo lejano “hace más de 40 años”. Reconoce que no actuó de acuerdo a sus convicciones cristianas y que la pedofilia está ligada a los votos de castidad.

Así como conoció el pecado también conoció de cerca países confucionistas, hinduistas e islámicos. “Después de estar con ellos no puedo pensar que Dios solamente se reveló a un solo pueblo elegido”, dice, sentado en el comedor de la fundación Pueblo Indio del Ecuador, donde vive hace poco menos de un lustro. Llegó a ella por medio de monseñor Leonidas Proaño, “el obispo de los indígenas” y uno de sus grandes coidearios allá en la década del sesenta.

Aunque sigue vinculado a la Universidad Católica de Lovaina y al Centro Tricontinental del cual es fundador, su prioridad son las clases que imparte en el Instituto de Altos Estudios Nacionales, en Quito. De ahí, asegura, ya no quiere moverse.

Francois, últimamente usted ha dedicado buena parte de sus investigaciones al conflicto árabe. ¿Considera que es una cruzada meramente religiosa?
Yo no creo en esta teoría norteamericana de la guerra de civilizaciones y religiones, porque es una manera de velar que es una guerra de poder económico y político. El factor fundamental es el sistema económico capitalista mundial y la geopolítica de las grandes potencias. Debemos tomar conciencia de que las religiones son instrumentalizadas en función de esta guerra de poderes. El Islam radical está siendo utilizado como un arma por Arabia Saudita y por Catar para expandir su influencia en el resto de las naciones árabes. (…) Todas las guerras religiosas han sido guerras de poder, incluida la colonización de América Latina.

Este año Francisco encabezará el sínodo de la familia y también se espera que realice su primera gira por Sudamérica. ¿Cómo evalúa su papado?
Yo tengo una opinión muy positiva de él, lo conocí cuando era rector del Seminario de Buenos Aires. Cuando él vino fue un cambio, en el sentido de pensar una Iglesia más cercana con el pueblo, una Iglesia más pobre, humilde y simple. Y todas las señales que él ha dado son señales de tratar de vivir de manera más austera y más de acuerdo con el evangelio. Eso impactó a la opinión pública. El problema es saber si va a poder llevar a cabo las reformas fundamentales de la estructura eclesiástica.

¿Cuáles son esas reformas?
Nacen de repensar todo el sistema de poder. Ya el Concilio Vaticano II había dado un primer paso al definir a la Iglesia como ‘pueblo de Dios’ y no como ‘jerarquía’. Después hubo, durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, toda una corriente de restauración de la Iglesia preconciliar. Y ahora, por ejemplo, se debe repensar el poder de la curia romana, que se corrompió desde el punto de vista de finanzas y de papeles que se multiplicaron para hacer de la Iglesia un Estado y un poder internacional. (…) Sí, se necesita un secretariado para el papa, pero no un aparato con 4.500 personas trabajando en una burocracia que se transforma en un fin en sí misma.

¿El Vaticano es otra mafia internacional?
Absolutamente. No debemos dudar de utilizar la palabra mafia. La curia romana fue vinculada con la mafia italiana que habría usado el Banco Vaticano para lavar su dinero.

Fuera de eso, ¿existen vicios a los que Bergoglio debería conceder especial atención para corregir a su propio clero?
Sí. Otra cosa que evidentemente se tendría que hacer es una reforma del clero, en el sentido de, por ejemplo, permitir la posibilidad de ordenación de mujeres, que no es un problema teológico, es un problema cultural. Abrir los roles pastorales a las mujeres y también abrirse a la posibilidad de hombres casados como sacerdotes.

¿Qué opinión le merece que en Chile se esté tramitando un proyecto de ley que despenalizaría el aborto terapéutico?
Yo pienso que el aborto no es aceptable en función de lo que significa la vida. Socialmente, un aborto siempre es un fracaso. Pero estoy totalmente a favor de la despenalización del aborto por parte del Estado, por varias razones: primero, porque el Estado no debe privilegiar una moral o una ética frente a otra; segundo, porque no es su papel redefinir la ética, pero su papel sí es preocuparse por la salud pública y el problema del aborto es un problema de salud pública.

Desde su visión ‘altermundista’, ¿qué le parece la gestión de Bachelet? ¿Es un socialismo adaptado o un neoliberalismo encubierto?
Bueno, seguro que en su primer mandato no fue socialista, fue, talvez, socialdemócrata, es decir, actuó aceptando la lógica del capitalismo para el crecimiento económico y tratando de redistribuir una parte del producto social, pero finalmente no reformó cosas esenciales de la sociedad chilena. Ha habido una cierta continuidad en el modelo económico del país y también de su lógica política, puesto que aún no han cambiado la Constitución.

¿La Teología de la liberación podría jugar un rol en ese cambio de paradigma?
La Teología de la liberación es más necesaria que nunca porque estamos frente a la crisis de nuestra civilización. Vivimos en una economía sacrificial, que sacrifica a millones de personas por el bienestar de una minoría. Frente a eso, una reflexión teológica es fundamental… O puede jugar un rol fundamental a condición de poder existir, ja ja ja. Los papados casi la hicieron desaparecer de los canales oficiales de la Iglesia.

En Europa usted es conocido como el Papa del ‘altermundismo’ y, en otros círculos, como el Cura rojo… ¿Cuál apodo prefiere?
Bueno, primero no quiero ser papa jajaja. Y, bueno, rojo sí porque soy socialista y también adopté el marxismo como mi instrumento de investigación en mi campo profesional de sociología, porque pensé que era el instrumento más adecuado para hacer una lectura de la sociedad más cercana al evangelio, es decir, conociendo a los pobres no solamente como pobres, sino como oprimidos y tratando de analizar las razones, el porqué… Si a eso se llama ‘rojo’, yo no tengo ninguna objeción.

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