Cuba, la OEA y Estados Unidos: ¿qué cambia en esta Cumbre de las Américas?
“En la política, lo real es lo que no se ve.
La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior,
los factores diversos u opuestos de un país,
y de salvar al país de la enemistad abierta
o la amistad codiciosa de los demás pueblos.
A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas.
Ningún pueblo hace nada contra su interés;
de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés”.
José Martí. La conferencia monetaria de las Repúblicas de América.
Nueva York, 1891
La séptima Cumbre de las Américas, organizada por la OEA, prometía ser un encuentro histórico posterior al acercamiento entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos, anunciados públicamente en diciembre pasado, y sin dudas lo ha sido. Por primera vez asistió Cuba a este encuentro, desde 1962 en que fue suspendida de la Organización de Estados Americanos, incluso a pesar de haber sido anulada tal sanción en 2009 y habiendo rechazado el gobierno cubano su integración a la organización que la excluyó durante 47 años y apoyó procesos injerencistas en toda América Latina.
Por primera vez también Cuba participaría paralelamente en el Foro de la Sociedad Civil, espacio clave para la política de diálogos en curso entre Cuba y Estados Unidos. Los conflictos por el reconocimiento de quiénes son la sociedad civil cubana han sido y siguen siendo un punto de disputa política entre los que insisten en mostrar un proyecto de país u otro, o mejor dicho, un proyecto de país frente y sobre el otro. En el fondo esas disputas discurren en una muy esquemática y vieja representación: por un lado las posturas oficialistas y por otro la disidencia, representación que cada vez menos refleja lo que sucede en la basta diversidad ciudadana que se produce en la isla.
La difícil comprensión de Cuba, de su dura transición, nada tiene que ver con el esquema de “los que están a favor y los que están en contra”, quienes continúan pensando su realidad desde ese punto nada saben y nada entienden de la vida cotidiana de los cubanos y cubanas y su gobierno. Sin embargo esa persiste en ser la política de tratamiento hacia la isla por parte de Estados Unidos y su hegemonía. La representación de “la sociedad civil” invitada a la Cumbre de las Américas da cuenta de ello. Por un lado un grupo de representantes de instituciones cubanas que proyectan un discurso acoplado con el discurso oficial, pero que responden y son parte sin dudas de una parte significativa de la sociedad cubana, los que mantienen un vínculo más cercano, de colaboración, y no por ello necesariamente acrítico, con el gobierno. Eso sí, son ellos los reconocidos por las autoridades como “los representantes” o “los voceros” legítimos para cualquier diálogo: representantes de algunas denominaciones religiosas – reconocidas en el país- , de organizaciones de masas: FEU, FMC; de ONGs legitimadas e institucionalizadas dentro de la isla, culturales, entre otras.
Por otro, “los disidentes” oportunamente definidos como tal tanto por la oficialidad cubana como por el gobierno de los Estados Unidos, quien ha apoyado y fomentado esa disidencia en Cuba como en otras geografías de interés, eso es ya conocido. A estos no los reconoce como parte de la sociedad civil el gobierno ni en general la mayoría de cubanos y cubanas. No constituyen un grupo representativo en términos numéricos ni en el imaginario social. No poseen un proyecto capitalizador de las demandas y las principales posturas ideológicas al corriente dentro de la isla. En otra posición, que no podemos ubicar en el centro porque no es parte y parte de ninguna de las anteriores, un grupo aún pequeño, de intelectuales mayormente, críticos, con un compromiso hacia el proyecto afianzado desde la diversidad ideológica existente entre ellos y que no se reconocen ni son reconocidos por los dos antes mencionados. Al fondo una diversidad asombrosa de sujetos que no podemos definir ni por su estructura socioclasista, socioeconómica ni por afiliación política, porque todo ello se mezcla dando lugar a culturas políticas muy diversas respecto a los cánones ideopolíticos establecidos, y que como he dicho, siguen en el fondo.
Los sucesos ocurridos este miércoles 8 de abril dan cuenta de estas polarizaciones y más aún de los juegos de que son objetos la sociedad civil cubana, en sus diversas expresiones. Una parte de los invitados, veintidós representantes de la delegación cubana no fueron acreditados en el acto inaugural, impidiéndoseles su entrada al salón de plenarios. Mientras sí habían sido acreditados y recibidos los representantes de la disidencia, más aún aquella que tiene su centro en Miami, y algunos de ellos vinculados a reconocidos asesinos como Luis Posada Carriles, por cierto quien además de declarar públicamente haber realizado actos terroristas contra Cuba, entre los que encuentran las bombas puestas al avión de Cubana en el que murieron 73 pasajeros de la sociedad civil cubana –deportistas en su mayoría- , fue casualmente indultado en Panamá por la presidenta Mireya Moscoso, cinco días antes de cumplir su mandato en 2004.
Estas son las intríngulis de la política que nada tienen que ver con el ejercicio ciudadano, con el interés en construir un proyecto de país que amplíe sus bases democráticas y hacia una más equitativa justicia social, pero que sin dudas la afectan, la limitan y la distorsionan, como ocurrió en este foro, del cual la delegación cubana en su totalidad se retiró como muestra de agravio, expresando sus declaraciones de principios
(http://www.cubaposible.net/articulos/cuba-posible-abandona-la-cumbre-de-las-americas-2-aa5-4-9-4-4 ) (http://www.cubadebate.cu/noticias/2015/04/07/declaracion-de-la-delegacion-cubana-es-inadmisible-que-esten-en-panama-mercenarios-pagados-por-enemigos-de-la-isla/#.VSabN_mG8p8 ).
Al menos cuatro evidencias de los tiempos que vendrán, no muy diferentes de los vividos nos dejan estos sucesos:
- La diversidad de la sociedad civil cubana, la limitante y riesgo de fractura y enfrentamiento que potencia el no reconocimiento legítimo entre sí de sus grupos. La ausencia y empobrecimiento del diálogo al interior de esa sociedad civil, en especial del diálogo político, que toca la esencia de vida de la ciudadanía, que define las posibilidades de ser y hacer de cada sujeto en sociedad.
- El uso que se hace por parte de intereses de gobierno dentro y fuera de Cuba sobre el no reconocimiento de la diversidad de la sociedad civil cubana y por tanto los impedimentos para gestar sus diálogos.
- Las (im)posibilidades para la reparación en una sociedad cuyo pasado histórico es parte diaria de la política, como necesidad de justicia respecto a grupos víctimas del no reconocimiento y que en el presente siguen siendo no reconocidos.
- La dificultad para la construcción de “nuevas” relaciones entre Cuba y Estados Unidos cuando ninguno de los dos ha ejercido en claras un cambio de política, convicciones, ni de métodos.
Tras esta nueva-vieja práctica política de desconocimiento y deslegitimación hacia una parte de los cubanos y cubanas que desde sus diversas posturas ideológicas defienden la soberanía de su país y reprochan cualquier intento injerencista, sigue una sociedad transfronterizada y sitiada a la vez, buscando captar señales de cambios verdaderos, cansada de ser sujeto del juego político, de falsas expectativas, de manipulaciones, pero sobre todo, una sociedad cansada de esperar…
La autora es Socióloga. Investigadora del ICIC Juan Marinello, Cuba. Cursa actualmente el Doctorado en Sociología, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile. [email protected]