Políticamente incorrecto. Una defensa a la democracia en Venezuela
Seré muy incorrecto a los ojos de nuestras élites de poder político, económico y comunicacional. Sería interesante que usted lector/lectora pudiera asomarse al trabajo de Matías Wolf, “Chile desde fuera”. Allí se recopilan videos, documentales y entrevistas, poco conocidas, realizadas antes y después del golpe de Estado del 73. En uno de esos videos vemos al ex ministro de Pinochet, S. O. Jarpa, en ese momento, militante prominente del Partido Nacional, opinando sobre los primeros seis meses del gobierno de S. Allende. ¿Por qué lo destaco? Por los sucesos y situación que está pasando un país hermano como Venezuela. El documentalista francés reflexiona con Jarpa sobre las reformas que acomete la UP; reformas, le dice el documentalista, que serán difíciles de revertir el día de mañana. Jarpa, con el cinismo acostumbrado de las derechas, dice que piensan darle batalla al gobierno UP y revertir sus reformas por vías legales y eleccionarias. Dice eso en medio de la campaña ya desatada por el gobierno de USA y sus socios de acá para desestabilizar ese gobierno y para impedirle, al costo que fuera, tener éxito. Usted lo sabe: los USA no podían permitir que un gobierno con un proyecto de cambios sociales económicos y culturales profundos como el que planteara esa alianza, tuviera éxito por medios convencionales, es decir, eleccionarios. Viniendo a mostrar, de paso, que bajo el capitalismo cualquier expresión “democrática” tiene sus límites. Como bien lo expresó H. Kissinger en 1973 a propósito del golpe contra S. Allende: “si hay que elegir entre sacrificar la economía o la democracia, hay que sacrificar la democracia”. En estos casos, a las derechas y sus aliados les interesa bien poco si esos proyectos triunfan por vía eleccionaria y mayoritaria. Lo cual viene a demostrar el retroceso, elitización y reduccionismo manipulador del ideario democrático, en particular, después de la caída de los socialismos históricos. Hoy pareciera reducirse –ese ideario–, a la existencia de un gobierno (siempre y cuando convenga, sino mire a Libia) y una oposición. (No cualquier oposición por cierto. Sino mire lo que le sucedió al presidente elegido de Ucrania) En esos casos, las “oposiciones” vienen a ser el medio para generar lo que se ha dado en llamar “golpes blandos” contra gobiernos definidos como no deseables.
Venezuela lleva ya 14 años de asedio de las derechas del país y de fuera. Además del intento de golpe más conocido (2002), en el 2014 se impulsaron las “guarimbas”, desde febrero a junio, con un saldo de 43 muertos y cientos de heridos, con claras intenciones desestabilizadoras. Más allá o acá de las limitaciones o errores que puede tener el gobierno bolivariano, es un gobierno democrático, legal y constitucional. Oiga, que importante es la memoria histórica. Cuanta semejanza hay entre la situación que se vive hoy en Venezuela, y la que se vivió aquí previo al golpe de Estado: crear desabastecimiento; generar violencia callejera; usar los medios de comunicación para mentir, inducir miedo y desconcierto en la población, desprestigiar las instituciones si ellas no nos son afines (incluida la constitución), etc. Con la diferencia en el presente, que el poder de los medios se ha multiplicado con las nuevas tecnologías y su propiedad en manos privadas transnacionales.
Las palabras del Sr. Jarpa –como la de otros notables de ese tiempo– demostraron ser falsas. Los opositores al proyecto de cambios jugaron – desde el mismo 4 de septiembre de 1970–, un doble juego: por un lado, declamar su irrestricta adhesión a los procedimientos democráticos y legales, y, al mismo tiempo, promover acciones desestabilizadoras de diverso tipo en connivencia con una potencia extranjera. Por cierto, el original proceso de cambios en Venezuela no las tiene todas consigo. Tiene que lidiar con la ausencia de su líder principal, con el deterioro económico y con la presión y acoso internacional. Al parecer, a los poderosos de dentro y de fuera, les sigue pareciendo inaceptable que por medios democráticos un país, un pueblo, pueda decidir darse a sí mismo otro ordenamiento económico, político y cultural que vaya más allá de la economía de mercado. ¡Bienvenida democracia entonces pues!