"Valer callampa" o el aporte del Coa al habla cotidiano
Desde que el Coa salió del ámbito de las poblaciones y las cárceles, ha aportado un sinnúmero de palabras y expresiones que hacen más fluido y sintético nuestra habla coloquial. Como si la verdadera alma del chileno medio dispusiera mejor de sus colores mediante el uso de esta jerga, que a pesar de ser mal vista, es recurrida por deportistas y políticos, y de la que ciertas famosas teleseries han sacado provechosos jugos.
El coa es una jerga de ladrones que se ha visto afectada, como prácticamente todo, por el avance increíble de las comunicaciones. Desde que se configuró como el lenguaje que permite al ladrón enmascarar sus comunicaciones, reconocerse entre pares y distinguir rangos en su interior, se mantuvo al amparo de la discreción de su usuarios/creadores por cuanto en el secreto de sus términos residía en gran medida su eficacia. Fue originalmente solo de uso de los iniciados. Del vivo.
La palabra coa viene de la expresión española dar coba, suyo significado es distraer a una persona o entretenerla mediante la adulación para intentar algún tipo de beneficio, robar o engañar. Lo más parecido a lo que en Chile conocemos como engrupir.
El coa chileno tiene dos afluentes significativos: el español como idioma madre, que trae a cuestas elementos de sus propios lenguajes bastardos: la antigua germanía, lenguaje de rufianes españoles, y el caló, lenguaje preferente de los gitanos españoles; y por otra parte el lunfardo, original lenguaje de los ladrones del puerto de Buenos Aires, cuyo mayor influencia y riqueza lingüística proviene de las distintas variantes del italiano que trajeron a cuestas los emigrantes de la península en los siglos XIX y XX.
De vez en cuando figuras públicas se afirman del coa para expresar ideas que por la vía del español formal resulta con un uso mayor de recursos: muchas palabras para decir lo mismo. Así, recordado es el caso del Chino Ríos que no estaba ni ahí.
La intervención de la senadora Von Baer, utilizando la expresión vale callampa, ha dado mucho qué hablar y ha escandalizado a algunos, incluso su dislate ha sido utilizado como la demostración palpable de la necesidad de un reforma educacional.
El exabrupto senatorial, sin embargo, da pie para demostrar cómo un lenguaje de ladrones como es el coa, podría ayudar a entender lo que pasa en la política, la que muchas veces se desarrolla en un lenguaje de tal manera alambicado, que no se sabe si es para que la gente común entienda o para que no.
Además, la función política podría agregar términos al algo alicaído lenguaje de los ladrones, justo ahora en que se devela, con el arrebato propio de la cosa nueva, lo que ha pasado siempre: que la derecha es un tándem de ladrones que se diferencian de los pobres diablos que pueblan los penales en los montos, técnicas y uso dado al botín, tanto como por la impunidad en la que se desplazan y por los barrios en que viven.
Veamos algunos ejemplos.
El delito más común es la monra, también conocido en el lenguaje de las leyes como robo con fuerza y puede afectar a un lugar habitado o no habitado. Este es el más popular de los robos y se verifica normalmente cuando una empresa demanda un tonto que cometió el error de pedir un crédito y no pagarlo en los tiempos que comprometió. También puede afectar a un estudiante universitario que creyó en el Estado como aval para su préstamo. En este delito, también conocido como apreté, le van a llevar todo.
El segundo más común es el robo con Violencia o Intimidación en las personas, en el que el ladrón, el vivo, apura el gil, su víctima o cliente, con algún tipo de arma. Es lo que en coa se llama cogotear, colgar, apurar, y en general afecta a ancianos, pobres y mujeres desvalidas.
Este delito tiene varios especialistas entre los que descuellan las farmacias, los supermercados, las clínicas privadas, las universidades, ciertas escuelas, el Transantiago, los bancos, los servicios de carácter público, los bancos, las tarjetas de crédito, los peajes en las autovías, los parquímetros y estacionamientos, y un etcétera casi interminable.
Un tercer delito asociado a la exacción ilegal de lo que legítimamente pertenece a su propietario, es el Robo por sorpresa, cuya más conocida versión es el lanzazo.
Es el que viene luego de cualquier tipo de negociación en que los trabajadores dejan en manos de sus supuestos representantes la defensa de sus derechos o beneficios, pongamos por caso, la negociación del sector público, el reajuste de las pensiones, los montos de las jubilaciones, o las leyes que permiten el robo diario de parte de los sueldos de los trabajadores por parte de las AFP. Le meten la mano en el bolsillo, agarran lo que encuentran y arrancan.
Y así.