El riesgo de una reforma que jamás será
Eyzaguirre debe dar un paso al costado. La reforma está en riesgo. Es raro que Gabriel Boric, rara avis en el Congreso neoliberal e ilegítimo, diga lo que dijo.
Que el Ministro se vaya es una idea que debe cruzar la cabeza de todo el tándem de políticos atrapados en los médanos de un tema que no buscaron, que no quisieron y que se vieron obligados a enfrentar para salvar un modelo que les viene como anillo al dedo.
Pero que el Ministro deba irse para evitar poner el riesgo la reforma, es algo que no queda claro. Éste u otro dan lo mismo.
De haber un cambio será para embolar perdices. Para garantizar alguna reforma, jamás.
Y si no hay cambios ministeriales será por el costo que tendría para el orgullo siempre tan sensible de los que mandan. El cartel de asesores estará simulando escenarios y efectos, daños y beneficios, nombres y sucesores para adelantar trabajo a la espera de momentos más propicios.
No habrá reforma. Jamás un gobierno filo derechista, neoliberal hasta el tuétano, va a permitir, ni mucho menos impulsar, una reforma educacional que contenga el espíritu que los estudiantes impusieron mediante heroicas, casi míticas, movilizaciones.
Lo que se nombra como reforma, esos titulares que dan para un barrido y un fregado bajo el rótulo Programa de gobierno y que tan férreamente defiende el PC, no es sino un acomodo de las placas tectónicas que se han venido moviendo más de la cuenta a partir del año 2005.
La batería legislativa que ha producido el gobierno para dar forma a su cacareada y fantasmal reforma, es solo un intento para perfeccionar el sistema y dejarlo a salvo, aunque sea por un lapso, de la intransigencia bendita de los estudiantes.
Pero lo cierto es que la educación seguirá por mucho tiempo siendo una actividad económica más y que para el efecto de reproducir la cultura actual no requiere de ningún tipo de modificación. El sistema educacional es al neoliberalismo, lo que el calzón al culo.
Por estos días revienta una inédita rebelión de profesores que se han sentido despreciados una vez más tanto por el gobierno, como por sus más importantes dirigentes, todos adscritos a la Nueva Mayoría.
Como si fueran carne de cogote, el Ministro los ignora y haciendo gala de una perfecta falta de conocimiento y sentido de lo real, se va a Finlandia y deja que sus asesores se encarguen de ofrecer soluciones pichiruches por vía telefónica. En Escandinavia se habrá terminado de convencer que su cometido no tiene futuro.
Otro ejemplo de la inexistencia de una real voluntad de enfrentar una reforma. ¿Cómo reformar el sistema educacional sin los profesores, o mirándolos a huevo?
No. Jamás ha habido interés alguno en reforma alguna. Trampas, ha habido. Chamullos, ofertas, mentiras, arreglines, cachañas, falacias, fintas, malabares, ha habido. Interés por cambiar radicalmente un sistema quebrado, desprestigiado, podrido, al borde del despeñadero, ni por asomo.
Así, mal podría estar en peligro lo que no existe. El programa de Bachelet jamás ha considerado ni en sus consideraciones más conservadoras, las propuestas de las expresiones sociales que pusieron el tema sobre la mesa y en las calles.
El fantasmal Nuevo Ciclo que agalludas diputadas anunciaban urbi et orbi, desapareció antes de que el gobierno de nuevo tipo cumpliera un año, el que ya parece un siglo.
Sería bueno que se entendiera de una vez por todas que no habrá, no podría haber, reforma en el sentido de lo expresado por los estudiantes y algunos trabajadores. Como no habrá, ya hay notificaciones al respecto, reforma laboral, del sistema de pensiones, de salud, electoral, y de ningún mecanismo que sea consustancial a la cultura neoliberal.
Habrá, eso sí, intentos por perfeccionar esos mecanismos de dominación. Para el efecto contarán, como siempre ha sido en la historia, con yanaconas que se prestarán para decir que sí a todo a cambio de un plato de lentejas y algunas asesorías. O por sentirse importantes, que es un interés muy humano en algunas psiquis estrechas que sueñan con cargos y honores.