Oye, Claudio Narea, ¿hasta cuándo?
Durante años, los fanáticos de la banda de San Miguel aplicamos empatía con el tímido guitarrista. El rumor sobre la ruptura de Los Prisioneros se comentó por aquí y por allá, con y sin detalles escabrosos, pero sugiriendo, en el fondo, un feo episodio de traición amorosa entre amigos.
Claudia Carvajal, entonces esposa de Claudio Narea, habría tenido un fugaz romance con el vocalista de la banda. El episodio, desde luego, no contentó a nadie e inclinó la balanza de la compasión hacia el pobre Claudio, engañado con descaro por su compañero y yunta del liceo. Ahí nos quedamos harto tiempo. Preguntándonos en qué estaba Jorge cuando le hizo eso y mandando a la chucha a quienes acudían a la excusa misógina y cliché que sostiene que las mujeres han quebrado las mejores bandas del rock.
La cosa se chacreó más tarde. Jorge, Miguel y Claudio volvieron a juntarse el 2001, después de toda esa agua que pasó bajo el puente. Algunos dicen que las lucas lo justifican todo, pero para más de algún seguidor del conjunto Sanmiguelino fue impactante ver a Narea ejecutando los acordes de Corazones (1990), esa joya que el propio González escribió sin él, con canciones dedicadas a su esposa y al sufrido amor imposible. Un auténtico harakiri musical.
Algunos comprendieron, entonces, lo que venía. Luego de unas cuantas y exitosas giras y de la producción de un extraño disco (Los Prisioneros, 2003), Los Prisioneros vuelven a separarse y Jorge continúa sin apuro su carrera en solitario, ahora potenciada tras el reencuentro. Por su parte, Claudio hace algo parecido sin mucho éxito, picoteando en la política y en la televisión. Entonces, las lucas apuran otra vez y el libro “Mi vida como prisionero” ve la luz en 2009.
Fue ahí cuando supimos que la cosa iba en serio. Pese a que la publicación detalla entrañables capítulos de la banda y sus primeras anécdotas, el relato de Claudio se articulaba casi por completo en la figura de González y su supuesta mente retorcida. Lo más sabroso del libro, de hecho, apuntaba a las sugerencias de Jorge de hacer un trío con Narea y su esposa, y a su supuesta condición homosexual.
Dijimos, con naturalidad: ¿y qué? Y lo lamentamos por Claudio. Sin duda una traición de ese tipo no es fácil de superar, pero sus acusaciones, casi infantiles, terminaron desacreditándose por sí mismas por irrelevantes y maleteras.
Lo que nunca sospechamos es que cinco años más tarde aparecería “la versión definitiva” de esa olvidable biografía. Es por eso que, a estas alturas, la paciencia y empatía aplicada hacia Narea comienza a agotarse y muchos lamentan la imparable decadencia de su figura artística.
Si Jorge González es gay: ¿qué?
Dibujos inéditos, conversaciones, correos electrónicos entre él y Jorge y un poco más dan el inicio a la nueva publicación de Claudio Narea.
320 páginas que, más que dar cuenta de los detalles de Los Prisioneros, vuelven a enfocar su argumento principal en la personalidad de González y el mensaje que fue sugerido en su edición anterior: la homosexualidad de Jorge. Esta vez, su autor lo expone de una forma mucho más clara, describiendo, por ejemplo, episodios donde el vocalista habría aludido a la “belleza” de Narea.
"González es un hombre solitario que vive en un mundo de secretos. Es genial, sin duda. Y cómo no va a serlo, si nos ha engañado a todos. Es un mago, un actor de talento. Mantuvo relaciones y se casó varias veces, logrando ocultar su condición, pero se fue enfermando debido a lo mismo", escribió, aludiendo a su supuesta homosexualidad y, de alguna manera, tratándolo de mentiroso por no haberla hecho pública: “¿Cómo es posible que quien en dictadura dijo lo que nadie se atrevió callara lo más importante? Al no hacerlo me hizo daño a mí, a mis seres queridos".
En el libro hay otros pasajes maleteros y propios de Claudio que son interesantes para los fanáticos. Especialmente, una cita que pretende poner en duda la honestidad de un disco tan celebrado como Corazones con argumentos que rayan en la homofobia.
“La cabeza me daba vueltas y a estas alturas todo se podía esperar de mi ex amigo. Me puse a pensar en el momento en que se involucró con Claudia y compuso Corazones. ¿Realmente los temas fueron escritos por un hombre enamorado de una mujer? ¿acaso no terminó ese episodio pidiendo que nos acostáramos los tres?”, preguntó. Pucha, Claudio.
En el fondo, Biografía de una amistad (2014) llega a repetir lo mismo que se sugirió a modo de escándalo en la publicación previa de Narea. Según la versión del guitarrista, Jorge González es gay –a estas alturas el mensaje es claro-. El problema es que tal como ocurrió hace cinco años, esa noticia suya no escandalizó ni impactó a nadie. Ni siquiera al propio Jorge.
Estimado Claudio, ahora me dirijo a ti: Mejor vamos a hacer como que no entendimos que trataste de armar polémica a raíz de la condición sexual de alguien.
La obsesión de quién hacia quién
Acusaciones de magia negra y correos enviados, supuestamente, por González a su segunda pareja son algunos de los argumentos de la “obsesión” de Jorge por Claudio. Una situación que el guitarrista ha intentado posicionar, tras el fin de la historia de la banda, como una de las explicaciones fundamentales de su término.
La eventual obsesión de Jorge, no obstante, no parece tan evidente como la ya majadera insistencia de Narea por revelar detalles íntimos de la relación que ambos sostuvieron. De hecho, el nuevo libro fue rechazado por diversas editoriales debido a su exposición de correspondencia privada. Esto, sumado a las entrevistas y conversaciones del cantante que también fueron publicadas por Claudio.
El guitarrista, por otra parte, se quejó hace poco de las imprecisiones de la serie Sudamerican Rockers, actualmente transmitida por CHV. Además de asegurar que la producción está alejada de “lo real”, Narea tuvo una queja muy particular: “Lamento que haya gente que se siga llenando los bolsillos a costa nuestra. No ganaré ni un peso por esta serie, y no es ese el tema en cuestión, porque no me interesa su puto dinero”.
Los fanáticos no olvidan, eso sí, que el mismo Narea ya ha publicado dos libros sobre la banda -¿o sobre González?- y ha realizado numerosas tocatas para entonar sus composiciones junto al ex baterista Miguel Tapia. Ambos, sin salir muy victoriosos de aquello.
Como era de esperarse, la crítica y los propios fans salieron a darle a Claudio otra vez en el suelo. Parece que ya es suficiente. Los cahuines dejaron de ser divertidos y nos aburrimos –todos- de verlo lucrar con anécdotas que pretenden revelar un gran secreto y empañar algunas canciones.
Por nostalgia, quizás, todavía tenemos derecho a quedarnos con el guitarrista tímido e irregular que, por azar o mérito –decídanlo ustedes-, estuvo presente en el nacimiento y desarrollo de una de las bandas más importantes de nuestra historia. Por eso, una parte de nosotros aún puede recordarlo con cariño, hosco y tímido, caminando con sus amigos por las calles de la mítica San Miguel. Ya es tiempo de liberar a Los Prisioneros.