La batalla de la memoria: ¿Cómo recordamos lo que ocurrió antes y después del Golpe Militar?
El 11 de septiembre de 1973 es una fecha marcada a fuego en la historia nacional. A estas alturas, muy pocos podrían declararse indiferentes ante el hito que quebró en dos el historial político, social y económico reciente de Chile.
Tras el retiro del dictador y sus hombres del mando de la nación, se abrió un complejo proceso de búsqueda de verdad que terminó por ejercitar la memoria desde el recuerdo vivo de las víctimas y su tragedia. Esto no es casual y fue potenciado por las coaliciones políticas encargadas de la transición, con el objeto de no polemizar ni abrir viejas heridas.
“Tiene relación con el contexto de la transición en Chile, respecto a cómo se produjo y cómo se traspasó el poder. En definitiva, se buscaba no abrir focos de conflictos de memoria. Eso significaba articular un discurso que condenara las violaciones a los derechos humanos pero que no fuera más allá de por qué se habían producido y contra quiénes”, expuso Juan René Maureira, encargado de Redes de Londres 38.
La potencia que tomó el discurso de las víctimas también ha estado vinculada a las dificultades existentes a la hora de buscar justicia. Sobre todo, considerando que los ex uniformados que participaron de los 17 años de dictadura se han resistido, en su mayoría, a entregar información sobre el paradero de los detenidos desaparecidos.
En opinión de Maureira, dicho enfoque también se ha evidenciado en las políticas públicas impulsadas en temas de memoria. “Muchas de ellas están más cercanos a ese enfoque, muy propio de la reconciliación”.
El protagonismo de la memoria trágica, no obstante, dejó de lado, durante muchos años, el rescate de la lucha y el ideario político de quienes fueron desaparecidos. En este sentido, muchos admiten que, en su regreso, la democracia ha sido esquiva con la valoración de las causas, los militantes y el proceso interrumpido de la Unidad Popular.
“Durante la década de los 90 se construye ese espacio de disputa donde la versión que sale victoriosa y se constituye como una memoria hegemónica o reconocida, es la memoria de las víctimas. La dictadura como experiencia dolorosa, trágica”, describe la antropóloga y miembro del programa de Psicología Social de la Memoria de la Universidad de Chile, Loreto López.
Ninguna sociedad recuerda en conjunto. Por ello, los especialistas han asegurado que la memoria es también un espacio en disputa, una batalla donde se evidencias las correlaciones de fuerzas y su poder sobre las versiones de la historia que es necesario contar y omitir.
El gobierno de la Unidad Popular es, luego de 14 años de democracia, un episodio de transformación social que aún espera su reivindicación en la historia. La experiencia, inédita en Occidente, reveló la apuesta de Salvador Allende de transformar la sociedad capitalista sin armas. Esto es, respetando a las leyes y los diversos poderes de la nación.
El acontecimiento, único en el mundo, proponía una vía al socialismo en democracia. Sin embargo, las reformas de Allende y sus ministros rozaron directamente los intereses del capital y sus representantes en Chile y el mundo. Así, el proceso político fue violentamente interrumpido para iniciar una serie de nuevos cambios económicos y sociales, apuntando en una dirección totalmente opuesta.
Juan René Maureira de Londres 38, explica que “el terrorismo de Estado, lo que hizo, fue atentar contra un grupo específico de la sociedad que había levantado un proceso de cambio y transformación. La intención era aniquilar ese proyecto detrás”.
El nuevo Chile comenzó a caminar, bajo represión, según el legado de las ideas de los Chicago Boys y la perspectiva militar. Por ello, además de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, también se dio curso a una nueva constitución, que incluyó privatizaciones y todo un extenso legado que, en muchos aspectos, se mantiene vigente hasta hoy.
En una entrevista con El Desconcierto, el historiador norteamericano y especialista en el tema de la memoria, Peter Winn, señaló que “hay un silencio sobre lo que pasó antes del Golpe”.
Además, Winn señaló que, aunque parezca curioso, la verdadera memoria prohibida en Chile “no es la época de la dictadura, sino la época de la Unidad Popular. En cierto modo eso se puede explicar por la misma conformación de la Concertación. Si uno analiza la Concertación, en el fondo es una alianza entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista”.
Otros, aseguran que la omisión del proceso de la Unidad Popular en el rescate de la memoria se vincula a las contradicciones en el análisis al respecto. Por un lado, para algunos, su defensa sigue siendo políticamente incorrecta, por lo que existe menor acuerdo.
“Hay más aspectos que analizar, porque además no es un proceso que se despliega y fracasó por sí mismo. También porque hoy día la mayor parte de la gente que conduce la transición chilena son personas que estaban en el proceso político de la UP, no hay un recambio generacional”, explicó Loreto López.
La disputa de la memoria
Durante años, el discurso basado en las víctimas y las violaciones a los derechos humanos se constituyó como la forma más efectiva de enfrentar la memoria de los defensores del Golpe Militar. Militares y sectores de la derecha del país han reivindicado la versión del golpe como “salvación” al caos marxista supuestamente desatado por la Unidad Popular.
Dicha memoria fue instalada a la fuerza y con la venia de los medios de comunicación que todavía, en ocasiones, se refieren al proceso de dictadura como el gobierno militar. Desde esta perspectiva, se ha hecho énfasis en los recuerdos de desabastecimiento, mercado negro y movilización social, ocurrida durante los tres años de la UP.
Actualmente, no obstante, dicha versión no es mayoritaria. “Están más recluidos. Eso queda bien demostrado con el intento de homenaje a Krassnoff, que es públicamente desautorizado por distintos sectores”, comentó la antropóloga Loreto López.
Hoy, la disputa política por la memoria continúa con nuevas miradas y significados. Es así como, en Londres 38, han sido enfáticos en señalar que están interesados en rescatar lo ocurrido antes y después del 11 de septiembre. Argumentando que la memoria es funcional al presente, sus miembros aseguran que los procesos de recuperación de ésta deben servir a los desafíos y transformaciones sociales que son enfrentados hoy en Chile.
“Las memorias de antes del golpe de Estado, como también los actos de resistencia, son memorias necesarias para el presente. La memoria es parte de nuestro patrimonio, nos define como sociedad. Es necesario recuperar esas memorias de lucha política y articulación y también de resistencia a la tiranía durante la dictadura, son parte del fundamento que tiene que existir para construir una sociedad verdaderamente democrática”, recalcó.
Más allá de los memoriales, se han constituido como un espacio social desde donde se reivindican luchas actuales. Por ejemplo, respecto a la desaparición forzada en 2005 del estudiante mapuche de 16 años, José Huenante, o al asesinato de Manuel Gutiérrez, ocurrido en 2011. “Entendemos que esos hechos son resabios o herencias que van quedando de lo que fue la dictadura”, puntualiza Maureira.
Los especialistas aseguran que es necesario que la batalla de la memoria se libre en los espacios públicos, donde los individuos y colectivos puedan cumplir un rol de cambio en el presente, donde nuevos discursos están siendo articulados y compartidos al respecto.
Esta vez, el desafío no es rescatar solo el sufrimiento de las víctimas, sino las luchas que motivaron sus desapariciones y las nuevas tareas pendientes.
Así lo expone la antropóloga López: “luego de las movilizaciones estudiantiles, hay nuevas formas de mirar el mismo período. Ya no sólo se habla de las víctimas, sino del daño ejercido por la dictadura a través del modelo, de las privatizaciones, del cambio de sistema de educación pública a educación privada y todas esas cosas que se están denunciando”.