Bachelet, la Reforma Educacional no se cocina: exigimos diálogos resolutivos
Los estudiantes hemos tenido que ponernos a la altura de los grandes desafíos que el momento político nos ha impuesto. Estamos frente a dos posibles salidas para la reforma: por un lado está la posibilidad de generar aperturas y transformaciones profundas al sistema educativo; y por otro la de realizar ajustes al sistema actual que permita mantener el negocio de la educación.
Frente a esto es que se presentó la posibilidad de arrebatar un pequeño avance para el movimiento al gobierno luego de los dichos de Eyzaguirre sobre la gratuidad. Entonces audazmente el movimiento estudiantil le exige explicaciones, logrando reposicionar a los estudiantes y la CONFECH como un actor imprescindible para el tratamiento de la reforma y sacando en limpio el proyecto de ley de la derogación de los artículos del DFL2 que prohíben la participación de trabajadores y estudiantes en la toma de decisiones dentro de las instituciones de educación superior. Este triunfo ha sido saludado por todos los sectores dentro del movimiento estudiantil, sin embargo hay algunos que aún no comprenden que las apuestas políticas deben ser trabajadas midiendo su alcance máximo y siempre teniendo presente que lo que haga o deje de hacer el movimiento no solo repercute en el activo político, sino que trae consecuencias para el sector estudiantil en su conjunto y en estos momentos para la sociedad chilena completa. Es así como se volvió una necesidad para el movimiento ser parte del Plan de Participación impulsado por el gobierno, para mostrar nuestra disposición al diálogo, que somos capaces de proponer, que tenemos un proyecto y también para denunciar el carácter neoliberal de las propuestas de la nueva mayoría.
Había que ser bastante ingenuos para creer que sería en dicha instancia donde se zanjarían los pilares de la reforma, creo que al menos las principales dirigencias del movimiento sabían que eso no sería así; pero de todas formas debíamos estar ahí y buscar el momento preciso en que la nueva mayoría mostrara su verdadero rostro, en que la derecha comenzara a mover sus fichas para establecer espacios de negociación sin pasar por el Plan de Participación, sin considerarlo siquiera. Sin ser adivinos ni mucho menos sabíamos que ese momento llegaría. El trámite de la reforma tributaria ya nos entregaba algunas luces de aquello.
El 30 de agosto ha sido la fecha clave. Dos sucesos marcaron la agenda en materia educacional este día: por un lado la derecha saca a la luz un proyecto con indicaciones para los proyectos que ya han sido impulsados y algunos diputados se reúnen en privado con el coordinador de la reforma Andrés Palma para ver las posibilidades de un acuerdo; y por otro los estudiantes agrupados en la CONFECH definen la salida del Plan de Participación del gobierno, al igual que los trabajadores de las universidades. Los estudiantes dan cuenta del fracaso del Plan de Participación como instancia de diálogo con los actores de la educación.
Con esto se abre un nuevo escenario y por tanto los estudiantes debemos nuevamente generar apuestas para encausar nuestro despliegue.
La derecha se ha encargado por todos los medios de generar un clima propicio para que el gobierno establezca una negociación con ellos entre cuatro paredes para resolver el camino de la reforma. Desde el impulso de la campaña del terror, pasando por las negociaciones y movimientos internos entre los distintos partidos de la alianza con la DC, hasta la movilización de sectores de apoderados y sostenedores temerosos y confundidos.
Por nuestra parte lo que se hace urgente es golpear la mesa. Hemos sido nosotros, el movimiento social por la educación los que hemos sufrido las consecuencias nefastas de este sistema en crisis, fue nuestra movilización la que puso el tema de la educación en el centro del debate nacional y por tanto son nuestras propuestas las que deben estructurar la verdadera reforma educacional. No podemos permitir que los poderosos una vez más nos pasen por encima generando acuerdos en la cocina y por tanto es nuestro deber exigir un espacio de diálogo directo y resolutivo del movimiento social por la educación con el ejecutivo, donde esté presente la presidenta Michelle Bachelet y el ministro de educación, en que se puedan definir los lineamientos, principios y el plan general de la reforma.
Sabemos que en política las voluntades no existen y por tanto esta exigencia y las definiciones que puedan salir de dicho espacio no se materializarán sin la movilización de cientos de miles en las calles de todo el país.
Nosotros debemos tenerlo claro, estamos viviendo momentos cruciales y hay que enfrentarlos con la madurez que amerita.
Debemos dejar al gobierno en la encrucijada de negociar en la cocina con la derecha o abrir espacios resolutivos con el movimiento social, pero además le debemos demostrar que sólo la segunda opción es una salida real al conflicto.