La muerte de Hija de Perra y el arte político desde la marginalidad real
Los medios tradicionales nunca le dieron tanta cobertura como hoy. Hija de Perra, nacida y criada en la disidencia de los márgenes, jamás vio pasar su nombre ni su arte por los espacios tradicionales de la pacata cultura chilena. Desde sus multifacéticos roles, esbozó un activismo a toda prueba, llevando al límite de la performance su discurso crítico del machismo y la hipocresía social.
La figura de la escena under falleció el pasado lunes debido a una infección pulmonar aguda. Su muerte constituye un duro golpe al mundo de la disidencia y el activismo sexual, donde fue una luchadora más, articulando la práctica de talleres de difusión sobre enfermedades venéreas y participando de diversos foros y proyectos sobre el quehacer de las denominadas minorías. Así, fue invitada a encuentros como la Bienal de Arte y Sexo, el Festival del Video Arte Porno “Dildo Rosa” y FemFest.
Hija de Perra, también conocida como “Wally” hizo su aparición en el cine chileno al protagonizar la cinta “Empaná de Pino”. Además, participó del docu-reality “Perdida Hija de Perra”, film con el que ganó el premio a la mejor actuación en el Diva Film Fest y el reconocimiento al mejor documental en el Festival Internacional de Cine Independiente de Iquique.
Arte desde todas las periferias
Las actuaciones de Hija de Perra nada tenían que ver con el tono conceptual y elevado de gran parte del arte visual chileno. La performista se volcó a evidenciar lo repulsivo y retorcido del sexo, con llamativas exhibiciones que incluían el uso de fluidos, deshechos y el despliegue de un humor tan inaceptable como necesario. Por ello, más allá del impacto de su arte exageradamente sexual, las ideas de Hija de Perra fluían sobre una ácida y reflexiva visión sobre la sociedad y sus dinámicas.
“Soy nacida y criada en la periferia: donde reina la suciedad en las calles, donde debemos coexistir con el cemento y el poco verde, donde se experimenta el hacinamiento humano y la lacra social”, reconoció en una entrevista.
En paralelo, la artista participó activamente de organizaciones como el Colectivo Utópico de Disidencia Sexual (CUDS), donde expuso su pensamiento feminista y crítico del machismo de la cultura de masas y la violencia hacia las mujeres.
Desde la escena musical y la fotografía, Hija de Perra amplificó su propuesta artística y ya hay quienes comparan su proyección con el peso que alguna vez tuvo para la contracultura figuras como “Yeguas del Apocalipsis”, un contestatario proyecto liderado en los 90 por el escritor Pedro Lemebel y Francisco Casas.
"Yo como una guarra performista disidente, me muevo en otros subterfugios y escenarios donde el under me protege y me da la mano para seguir sobreviviendo en paz y armonía dentro de la exclusión mediática artística", señaló en uno de sus escritos.
La valentía de la irrupción artística de Hija de Perra y su voz alzada en representación de los márgenes de los márgenes dejarán hoy un amplio vacío. En silencio ante los espacios hegemónicos, su figura fue construyendo nuevas formas de entender, apreciar y digerir la cultura del rechazo. Desde esa misma vereda, fue capaz de desnudar la hipocresía y comodidad no crítica que nos mantiene a raya.
Hoy, quienes luchan por la defensa de la diversidad sexual y quienes se toparon con ella en los excluidos espacios de la baja cultura y el glamour performista, no la lloran. Su recuerdo es pervertido, recordado y disfrutado por todos aquellos que supieron saborear la rebeldía sucia y periférica de su inteligente propuesta que nunca salió de los márgenes y golpeó igual.