El aborto. Una disputa sesgada

El aborto. Una disputa sesgada

Por: El Desconcierto | 04.06.2014

Persona: “una naturaleza individual de sustancia racional” Esta es la definición ya milenaria que ha usado la Escolástica y la Teología católica.

¿Desde qué momento de su gestación en el vientre materno el hombre es hombre? Percibimos que la respuesta está grávida de consecuencias prácticas. El uso de la píldora del día después, por ejemplo.

Pueden multiplicarse los textos legales que amparan la vida desde su embrión mismo. Sin embargo, tales textos no son criterio ni autoridad ninguna para resolver el problema que atenaza a las conciencias de intelectuales; de hombres de leyes; de políticos: ¿desde qué momento de su gestación el hombre es hombre?

No lo pensábamos; Pero desde el lado católico culto nos llega la respuesta:

El P. Sertillanges eminente filósofo y teólogo católico en sus Grandes Tesis de la Filosofía Tomista nos enseña que “antes de su organización esencial, el cuerpo no es susceptible de un alma, porque en el comienzo no es un cuerpo; porque en las etapas ulteriores no es tampoco un cuerpo proporcionado a esta alma.

Desde el punto de vista filosófico poner un alma en un embrión todavía informe, o con mayor razón en un huevo o en un semen, es para Santo Tomás una herejía metafísica ostensible.”(El estudio del P. Sertillanges tiene el Nihil Obstat correspondiente).

Nos está diciendo el P. Sertillanges que mientras no estén las condiciones para un psiquismo superior es una herejía metafísica hablar de un alma humana.

El P. Teilhard de Chardin, antropólogo católico eminente, habla del pensamiento reflexión para referirse a ese psiquismo superior que caracteriza al mutante humano. Nada hay de providencial en la aparición del grupo zoológico humano. Todo se reduce a una cuestión de mejor cerebro (El Grupo Zoológico Humano). El P. Chardin también cuenta ahora con Nihil Obstat de la autoridad eclesiástica.

Para hablar, propiamente, de un tema como éste, no basta con amar la vida. Hay que haber estudiado en más de un libro.

Además, “vida” es un término equívoco. Permite deslizarse de un sentido a otro. Desde el Antiguo Testamento al Nuevo Testamento.

“Vida” en el A.T. apunta a la vida material: larga y robusta vejez; numerosos hijos; abundancia de bienes materiales.

En el Nuevo Testamento se trata de la vida del espíritu que se opone a la anterior que sólo inspira desprecio. “El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida la ganará para siempre”. (Juan. XII, 25). “Quien intente guardar su vida, la perderá, y quien la pierda la conservará”. (Lucas XVII, 33), etc.

“Vida” es un vocablo ambiguo. Así los católicos llaman a Dios, Dios de la vida, y también, Dios de los Ejércitos.

La palabra “vida” provoca estremecimientos de ternura; se la pronuncia con un tono emotivo, y así se la esgrime como si fuera un argumento o como si fuera un valor supremo; pero no es ni lo uno ni lo otro. No es un argumento porque no implica razonamiento ninguno. Que no es un valor supremo lo ha declarado el mismísimo señor Jesús.