La economía del conocimiento y el sentido de lo público

La economía del conocimiento y el sentido de lo público

Por: El Desconcierto | 24.04.2014

DictamenEl sistema de generación y transmisión de conocimiento de un país tiene un rol central en su proyecto de desarrollo socioeconómico, ya que convergen en él una serie de relaciones que se asocian tanto al ámbito cultural como al productivo-tecnológico. En el ámbito cultural está llamado a desarrollar los saberes del territorio y su historia, y de las fronteras del conocimiento en una escala civilizatoria. En su dimensión productivo-tecnológica debe satisfacer las necesidades que demande la sociedad a través del proyecto de desarrollo económico que la conducirá hacia su progreso y bienestar. Así, el modelo bajo el cuál opera este sistema debe ser rigurosamente pensado y no puede quedar bajo el gobierno de fuerzas ajenas a los intereses de las personas. El desafío de establecer las políticas estratégicas que modelen sus relaciones no resulta fácil. La tendencia mundial indica que los modelos lineales, que igualan más ciencia a más innovación, estan siendo superados y reemplazados por modelos sistémicos que incorporan Educación, Investigación Científica y Tecnológica, Desarrollo Productivo y Bienestar Social.

La política actual en que se enmarca el sistema de generación y transmisión de conocimiento en Chile pretende apoyar un tránsito gradual desde un modelo económico primario exportador hacia una economía del conocimiento. Su idea central es promover la innovación en torno a las principales áreas productivas que representarían ventajas comparativas para la competencia de Chile en el mercado mundial. Esta lógica, conocida como la “estrategia de clusters”, busca impulsar encadenamientos productivos innovadores en torno a actividades prioritarias, tales como minería, silvicultura, acuicultura, finanzas y servicios.

La estrategia, sin embargo, no ha tenido los resultados esperados en el desarrollo productivo ni en el social. Después de 40 años de desarrollo y maduración de este modelo, la economía chilena sigue siendo altamente dependiente de la exportación de materias primas, es decir, no innova ni incorpora conocimiento, y no ha promovido la disminución de la desigualdad. El subdesarrollo de la matriz productiva procesadora de materias primas y la precarización del sistema de proveedores de servicios e insumos dan cuenta de que el tránsito hacia la sociedad del conocimiento prácticamente no ha comenzado. Esto, pese a la alta inversión en lo que los economistas liberales llaman Capital Humano e infraestructura, y a un régimen institucional y de incentivos estable y conveniente para las grandes inversiones.

El fracaso de esta estrategia está asociado a las particularidades de las condiciones productivas en Chile, que se manifiestan en tratados de libre comercio poco convenientes para el desarrollo productivo y tecnológico del país, y en beneficios tributarios exagerados para los grandes inversionistas. La actual estructura tributaria favorece un capitalismo rentista por sobre uno industrializador, que no invierte en soluciones innovadoras en torno a sus actividades productivas, limitándose a cobrar rentas sobre la propiedad de los recursos de los que se ha apropiado. Este escenario representa una crisis estructural que ha generado un empresariado ocioso, incapaz de conducir el proyecto de complejización y modernización de la matriz productiva del país; sin embargo, desconociendo esta realidad y los tímidos esfuerzos hechos desde CORFO y otras agencias del Estado para modificarla, la Estrategia Nacional de Innovación aún espera que la empresa privada sea el motor fundamental de la innovación en los procesos productivos.

Por su parte, las condiciones de establecimiento del capital transnacional tampoco presentan posibilidades de articulación para el desarrollo científico local. Las grandes empresas extranjeras, que en el caso de la gran minería representan más del 70% del volumen de exportación (frente a menos del 20% de CODELCO y menos del 10% de AMSA, liderada por el grupo Luksic), recurren convenientemente a los centros tecnológicos de sus países de origen, muchas veces condicionados por acuerdos comerciales que fomentan esta relación. Para estas empresas, Chile representa apenas una pequeña fracción de sus operaciones globales que no justifica una inversión en innovación productiva a escala local. CODELCO, que viene siendo asfixiada desde el establecimiento del modelo neoliberal en Chile, no ha sido capaz de revertir esta situación y al mismo tiempo mantener la competitividad en el mercado extractivo.

En este escenario, gobernado por las leyes del mercado y administrado por capitalistas-rentistas y empresas transnacionales, se distingue una desconexión entre la esfera de generación y transmisión de conocimiento, y un proyecto económico y político que pretenda llevar a la sociedad chilena en su conjunto hacia condiciones de bienestar. Para resolver este problema hace falta un nuevo consenso social en el que el conocimiento recupere su sentido de bien público y su rol central para el desarrollo de Chile. Esto significa que las directrices políticas que deben servir de fundamento para el establecimiento de un nuevo sistema del conocimiento, articulado estratégicamente con el proyecto de desarrollo de la matriz productiva, deben ser parte del debate público, y que esto, en último término, representa un modo de democratizar la riqueza del país. Bajo estos principios, el potencial creativo de los chilenos podrá enfrentar tanto los desafíos provenientes desde el proyecto de desarrollo productivo-tecnologico local, como aquellos que impongan las fronteras del conocimiento en su escala más amplia y abstracta.

Este nuevo consenso social deberá materializarse necesariamente en modelos macroeconómicos que permitan abandonar las lógicas mercantiles desfavorables para empezar a privilegiar aquellas que potencien el desarrollo social. Esto no quiere decir que se deban abandonar actividades productivas que han sido importantes para Chile a lo largo de toda su historia, como la minería del cobre. Quiere decir que estas actividades deben funcionar bajo nuevos principios que permitan cambiar las actuales lógicas de competencia por otras de colaboración. Las exportaciones de cobre, que actualmente se traducen en crecimiento económico en condiciones de desigualdad social, deben pasar a ser la fuente principal de financiamiento de un proyecto de complejización de la matriz productiva que permita superar en el futuro la dependencia del extractivismo y la producción sin valor agregado. Esto implica transformar los fundamentos de la propiedad de los recursos productivos y establecer nuevos focos de interés científico y tecnológico, dando forma a un nuevo modelo que potencie la innovación en su sentido público y estratégico.

Actualmente en Latinoamérica la idea de que el desarrollo de las economías debe alcanzarse mediante el fortalecimiento de los sistemas de generación de conocimiento esta mostrando experiencias importantes. Los ejemplos de Brasil, proponiéndose ser potencia científica en el corto plazo; de Ecuador y su camino hacia una economía social del conocimiento; y de UNASUR levantando estrategias de cooperación científico-tecnológica para enfrentar los problemas de subdesarrollo en la región, muestran que los sistemas del conocimiento estan empezando a jugar un rol estratégico en los proyectos de desarrollo económico-productivo. Sin embargo, es el signo de este avance hacia la sociedad del conocimiento el que tiene un valor realmente significativo. Si este tránsito se hace basado bajo principios de propiedad social del conocimiento y de los recursos naturales, podemos esperar que nuestras economías completen su proceso de complejización y desarrollo. Por el contrario, si se continúa haciendo bajo la estructura económica y formas de generar conocimiento actuales en Chile, nos mantendremos en una actividad sin sentido estratégico que no redunda en beneficios sociales y no seremos capaces de superar el colonialismo histórico de la región, que seguirá expresándose en forma de colonialismo cognitivo.