La candidez de la Muerte: dice que se llevó a García Márquez
Éste es un texto derrotado de antemano, como el día, piensa el autor de estas líneas, mientras mira en su biblioteca los diez libros de Gabriel José de la Concordia García Márquez que la vida le fue endosando. Ha llegado el momento, previsible e irrefrenable igual que el de Santiago Nasar, y sin embargo la noticia ha producido un pesar generalizado que marida bien con el estado de gripe, con la ciudad lánguida, con el “ni chicha ni limoná” del clima.
Todos escriben en las redes sociales “García Márquez” y esta vez no parece una impostura, como suele suceder cuando muere un escritor o un músico más o menos sofisticado. En este caso claro que es creíble: si se es latinoamericano y de esta época debe resultar mucho más difícil eludir al Gabo que encontrarlo.
Ha muerto el colega mayor, como Onetti, justo cuando en Chile empiezan a alzarse indignadas las banderas de la dignidad y la ética periodística, para una guerra civil necesaria. Ha muerto, pero los profesores seguirán diciendo en las escuelas que ya es un crimen titular noticias con “Crónica de una XXXX anunciada”, que a estas alturas otros lo han hecho miles de veces hasta convertirlo en un pecado. Algunos persistirán, a pesar de eso, en el cliché.
El dato es pertinente no sólo por el espíritu de cuerpo, sino porque antes del escritor fue el periodista. Hoy conocemos la tremenda batalla dada por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, formando a cientos de colegas del continente en la ética de que la verdad no está en el dato, sino en la observación honesta, en la subjetividad que está en las antípodas de los conductores de noticiarios. El tránsito del Gabo periodista puede leerse en la recopilación llamada Textos Costeños, frente a los cuales habría que encerrar a Fariña y Queraltó de rodillas, hasta que pidan perdón. De paso, en ese volumen puede conocerse el principio de la Colombia actual, con su violencia e inestabilidad en los registros mayores y menores luego del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, en 1948. Y se puede beber por supuesto, de la otra Colombia entrañable, con su música y su exuberancia.
En un momento como éste, cada cual echará mano a sus recuerdos con García Márquez, pero habrá cosas en común, como una conversación entre amigos donde se coincidió en la conmoción vivida cuando se leyó por primera vez “Cien Años de Soledad”. Las estrategias que cada uno usó para retener los nombres de tanto personaje y la imposibilidad de parar. Yo me recuerdo encerrado en mi pieza de Ancud, en el verano del 98, mientras los jotes miraban a la ventana desde el techo de la casona del frente, esperando que me rindiera. Pudo más el coronel José Aureliano Buendía, hasta la frase final donde decía que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
A juzgar por los ejemplares vendidos, esto debió pasarle por lo menos a unos 30 millones de personas. Sin sumar que los libros también van (y que muchas veces no vienen). Y eso que estamos hablando de uno de sus libros más extensos: también ha vendido millones en sus obras de formato más corto, como Doce Cuentos Peregrinos y Crónica de una Muerte Anunciada.
Ha muerto el colombiano comprometido, el que además de merecer el Nobel podía resumir la indignación en una frase castiza: “el día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”. El amigo y –muchos dicen- escritor fantasma de varios de los discursos de Fidel, desde el primer encuentro en el aciago 1959 cubano, pasando por su rol en la Agencia Prensa Latina -creada para combatir la hegemonía de las grandes agencias de las potencias capitalistas- hasta una serie de misiones donde García Márquez actuó, literalmente, como enviado del Comandante. El ex gran amigo de Vargas Llosa, cuando ambos adherían a los procesos de izquierda en América Latina. Del final de la amistad se menciona un puñetazo en la cara, una mujer y el quiebre ideológico. Quizás fueron todos o uno vitalizó a los otros.
Ha muerto y caemos en cuenta que en apenas cinco años la muerte se llevó a Mario Benedetti, Ernesto Sábato y Gabriel García Márquez. Hija de Puta. En fin. Ahora que el texto se termina, tomo los diez libros y ensayo devolverlos todos menos dos a la repisa donde estaban, cuando me doy cuenta de que falta El General en su Laberinto. Quizás donde estará. Si la muerte quiere llevarse al Gabo, no le va a alcanzar con lo que hizo hoy día.