Catástrofes, espejos de la desigualdad en Chile
Las catástrofes que han golpeado a Iquique y a Valparaíso en las últimas semanas han vuelto a desnudar las profundas desigualdades que existen en nuestro país, instalando como un desafío fundamental el avanzar hacia un nuevo vivir que contemple como primer paso la consecución de derechos sociales universales y, por tanto, la erradicación de la lógica mercado como proveedor de prestaciones básicas para el desarrollo de toda la población..
Sin lugar a dudas, Valparaíso es un lugar de profundos contrastes económicos y sociales. La imagen oficial, vendida por autoridades y políticos, de una ciudad que se presenta al mundo como parte de su “patrimonio”, se contrapone a la de su pobreza - Valparaíso es la ciudad con más campamentos en Chile - y a la de su desarrollo frustrado, ese que, por señalar un ejemplo, entrega escasas oportunidades a sus jóvenes para mantenerse en la zona pese a tener la segunda población estudiantil más grande del país.
El incendio de hace unos pocos días que afectó a miles de porteños y porteñas, destruyendo barrios y comunidades, tiene que hacernos reaccionar. Lo urgente es pensar en una reconstrucción que ponga en su centro las necesidades, anhelos y sueños de los afectados, la cual debe estar sustentada en principios como los de igualdad y justicia social más que en exclusiva caridad. Para esto, las gift card que se están entregando a los vecinos y vecinas por parte del gobierno o las donaciones que parlamentarios han propuesto de parte de su dieta para ir en ayuda de los damnificados, pese que pueden ser muy atingentes, no ayudan a hacernos cargo de los problemas de fondo de Valparaíso,
Los problemas de Valparaíso son estructurales y se arrastran de años. Estas son sus verdaderas cifras: el 22,6% de población es pobre, el 7,76% es indigente, el 71% de sus trabajadores no tiene contrato, el 80% de los jefes de hogar de la comuna no tienen educación superior, el 71,4% de los egresados de la educación municipal no alcanzan los 450 puntos en la PSU y el 75% de sus habitantes se atiende en los centros de salud primaria, existiendo sólo un hospital público, por úttimo es la capital regional con la segunda peor calidad de vida, después de Puerto Montt, según un estudio realizado por la Universidad Católica de Chile (2012).
Todo lo anterior, nos lleva a preguntarnos ¿por dónde partir? Creemos que existen medidas que, más que necesarias, hoy se presentan como ineludibles:
1° Se debe legislar con sentido de urgencia, una “ley de puertos” que garantice que gran parte de los recursos que produce cada puerto del país, se queden en las ciudades o regiones que los albergan.
Esta medida, para el caso de Valparaíso es fundamental, ya que le permitiría contar a la ciudad con ingentes recursos y medios para su desarrollo económico, social, barrial y educacional. Cabe señalar que, en la actualidad, los impuestos que paga la Empresa Portuaria que opera en el puerto de Valparaíso, debido a la actual normativa tributaria, ha hecho que en los últimos 8 años el puerto haya entregado al Estado, o sea, a Santiago, $93 mil millones, no quedándose un centavo de estos recursos en las arcas locales. Lamentablemente en Chile, los puertos estatales son empresas autónomas del Estado, por lo que cualquier análisis sobre aportes adicionales directos a la ciudad- que estimamos como un proyecto positivo que requiere estudio y para el cual hay razones suficientes para sustentarlo- debe ser resuelto a través de una modificación legal en el Congreso Nacional.
Más que ofertones comerciales, como el que el grupo Cencosud hace pocos días hizo público, requerimos que los empresarios paguen impuestos reales para generar recursos permanentes. Es decir, avanzar hacia una verdadera reforma tributaria a la gran empresa y la gran minería, que no se pierda en el discurso técnico y neutral y racional.
2° Más que ofertones comerciales, como el que el grupo Cencosud hace pocos días hizo público, requerimos que los empresarios paguen impuestos reales para generar recursos permanentes. Es decir, avanzar hacia una verdadera reforma tributaria a la gran empresa y la gran minería, que no se pierda en el discurso técnico y neutral y racional, que impide llevar su discusión al plano de los principios, es decir, a la cancha del modelo de sociedad que queremos construir. Esta idea general de reforma y esta particular forma de encararla, creemos tiene que primar en la discusión que hoy se lleva en el parlamento, ya que hoy no lo está haciendo.
3° Regionalización y Autonomía. Tanto el pueblo de Valparaíso como el del norte de nuestro país han demostrado su solidaridad y coraje para sobreponerse a situaciones límites. Sin embargo, para poder avanzar en un desarrollo armónico, equitativo e igualitario en favor de todos los chilenos y chilenas, además de recursos, las regiones requieren verdadero poder y soberanía para definir sus líneas de desarrollo en los más variados ámbitos. De esta manera, los profesionales, los trabajadores organizados, los vecinos y vecinas de avenida Alemania “para arriba y para abajo”, en definitiva los y las ciudadanos de Valparaíso deben contar con poder de decisión sobre aquellos asuntos y materias fundamentales para su futuro, como por ejemplo, en materia de inversión de los recursos que produce el puerto o respecto al nuevo plan regulador de Valparaíso en actual discusión, a través de mecanismos de democracia participativa como plebiscitos y consultas ciudadanas vinculantes.
Estas ideas esperan contribuir al debate hace tiempo presente en nuestra sociedad sobre el modelo de desarrollo chileno, que adquiere una vez más el carácter de urgente a propósito de estas lamentables catástrofes que han afectado la vida de miles de compatriotas. Creemos que nos encontramos en una situación límite: Chile, o da un giro hacia un modelo de país construido sobre pilares como la igualdad, la justicia, la solidaridad y la colaboración, vía lenta pero segura hacia un verdadero salto al desarrollo, en cuyo diseño los chilenos y chilenas deben tener un rol protagónico, o seguimos aceptando a un régimen que sigue haciendo de nuestra vida, la de nuestras familias y la de nuestros vecinos y vecinas el más rentable de los negocios.