Ninfómana de Lars Von Trier: Lo que los chilenos no podemos ver
Nymph()maniac –o Ninfómana- la nueva cinta del danés Lars von Trier, desplegó antes de su estreno una de las campañas de marketing más exitosas de los últimos tiempos. Desde su título –en sí una provocación- el director y sus productores se encargaron de alimentar el misterio, estrenando de cuando en cuando algún extracto de la obra, que era rápidamente censurado en Youtube por el contenido sexual de las escenas. Por si esto fuera poco, los afiches anunciando la película son nada menos que la expresión de los actores en medio de un orgasmo.
Turquía, sin ir más lejos, ya la censuró. En Estados Unidos hubo una gran polémica porque la cinta fue proyectada en un horario para menores. En Chile, sin embargo, no ha pasado nada. Tal como sucedió con El Anticristo (2009) o Melancolía (2010), la obra del director danés parece no tener cabida en nuestro país, por lo conflictivo de sus temas. Teniendo en cuenta la estrategia comercial de Ninfómana, no podía argumentarse un dudoso éxito comercial. Claramente la censura aún opera en nuestro cine, de una forma más solapada, más políticamente correcta, aludiendo a las cifras de taquilla, más que a la prohibición, que es siempre más incómoda. Sin embargo, en este caso tal argumento no aplicaría.
Es un hecho que Lars von Trier es uno de los directores más polémicos de los últimos tiempos, lo que no impide que su obra sea ciertamente interesante. A través de su realización logra extremar la experiencia humana hacia los lugares más sórdidos y ocultos. De hecho su musa, Charlotte Gainsbourg, ha declarado que le asusta enfrentarse a los roles propuestos por Trier, por tratarse aberraciones de una mente torcida, zonas oscuras de la mente humana. Pero ellas existen, están ahí, para qué negarlo.
La obra de Von Trier es una reflexión respecto de la moral humana y de los paradigmas sociales. Pero para observarla desde otro ángulo, es necesario llegar hasta los mismos límites y así distinguir el objeto de estudio. En Dogville (2003), por ejemplo, una rica mujer es violada y humillada por los habitantes de un humilde pueblo, dando vuelta el argumento cristiano de que “De los pobres el es reino de los cielos”.
El Anticristo, una obra muy difícil de ver por su rudeza y con fuertes escenas de sexo –la primera penetración explícita en cámara sin ser pornografía- habla de la relación del hombre y la mujer, de sus irreconciliables diferencias, de la incapacidad de comprensión entre ambos géneros e incluso de su odio mutuo. Una metáfora muy dolorosa y que muchos críticos europeos fustigaron sin piedad, mientras otros alababan. Más allá de la crudeza, está también la capacidad técnica y narrativa de este director para llevar a cabo su cometido mediante un uso exquisito de la imagen y actuaciones que desbordan lo común, para introducirnos en escenarios incómodos que obligan a repensar lo que ya creíamos por dado. No nos olvidemos que el amor romántico entre el hombre y la mujer es una creación reciente.
Ninfómana, (Parte I y II) su última obra, mantiene muchos de los elementos que han hecho famoso a Lars Von Trier, como una puesta en escena cuidada hasta el extremo y actuaciones fuera de lo común. Su trama, como el nombre de la película lo indica, narra las vicisitudes de–Joe- una mujer adicta al placer sexual, desde que era una niña hasta llegar al presente. Su historia será atentamente escuchada por Seligman, un hombre austero, amante de la ciencia y el conocimiento, apartando así juicios morales para dar nuevas connotaciones a este actuar “supuestamente aberrante”. La película está plagada de escenas de sexo muy explícitas, que van desde lo cómico hasta lo humillante, pero siempre en un tono de tristeza. (Los actores, eso sí, no las interpretaron sino que corresponde a efectos especiales, tal como rezan los créditos
El resultado, en lo personal, es un poco decepcionante. La cinematografía de Von Trier se ha caracterizado por la metáfora, la alusión, la libertad de interpretación. Sin embargo esta vez, nos lleva de la mano para explicarnos literalmente cientos de sus teorías personales sobre sexo y moral en los diálogos que casi forzosamente mantienen los protagonistas, Charlotte Gainsbourg y su confidente Stellan Skarsgård. Resulta, en lo narrativo, una obra plana y ambiciosa, tocando infinidad de temas y en donde el gran pecado es no distinguir jamás el placer que siente la protagonista frente a sus encuentros sexuales, el que parece más bien una pesada carga, lo que pone en duda la naturaleza misma de la película. ¿Le ganó acaso el peso de la moral que tanto ataca?
No sé si estaré siendo injusta al describirla así. Otros críticos la han alabado. El estrenarla en otros países provocó además interesantes discusiones sobre los límites entre arte y pornografía, el humor que se logra en algunas escenas a pesar de lo rudo del relato, el despertar de la sexualidad en la infancia –sin duda una de las secuencias mejor logradas- o la relación entre el castigo y el placer. Pero en Chile esta discusión quedará pendiente, por lo menos en los medios, que sólo se han referido a la película de forma más bien tímida pese a toda la bulla que provocó en el extranjero, lo que es, por decir lo menos, sospechoso. Para quienes estén interesados, no queda otra cosa que usar la piratería. (Para todos los que usen Torrent, el link está disponible y la película se encuentra también en el mercado persa).