Comunistas: Los guardianes del Programa
No poca agua ha pasado debajo de los puentes y no pocas discusiones se han dejado sentir en ese partido hasta llegar a ser lo que ahora son: un pilar de excepción en el gobierno de la Nueva Mayoría.
Y no es algo que resulte fácil de digerir para muchos militantes, más allá de aceptar las resoluciones de los niveles que resuelven con su consabida y legendaria disciplina. Pero afirmados en el dictum irrebatible de la lealtad al Programa, el asunto se torna menos doloroso y hasta resulta comprensible la fusión con los otrora neoliberales de la Concertación.
Se ha notado la cuadratura PC con el gobierno corrector de Michelle Bachelet. De hecho, las actuaciones de sus principales dirigentes que encabezan no menos importantes organizaciones sociales, son modeladas por la decisión de no generar conflictos a la espera de avances sustanciales en frentes sociales relevantes.
Así, la reunión del Ministro de Educación con el Colegio de Profesores ha dejado más que satisfechos a sus dirigentes, los que han declarado la similitud del Programa, otra vez, con las exigencias del magisterio.
Del mismo modo, la Centra Unitaria de Trabajadores ha privilegiado las mejores relaciones con los representantes de los empresarios, buscando por el lado la resolución de los potenciales conflictos, antes que escalen a movilizaciones o huelgas.
Si se le juzgara en cantidad, la participación PC en el gobierno no dice mucho, pero hay otra varas para medir la trascendencia que se busca en la arriesgada maniobra de constituir la Nueva Mayoría con quienes durante veinte años, fueron contradictores irreconciliables.
Especulemos.
Su lealtad al Programa transformado, a pesar de las declaraciones en contrario, en un dogma de fe, es el riel por el que correrá la inercia PC. Y la presidenta Bachelet ya debe tener claro que no la van a dejar sola. Es reconocido por todos que fue el PC el más leal de los partidos de la UP con el presidente Allende.
Más aún, sabrá que en la soledad del poder, quizás sean los militantes del PC los que terminen defendiéndola de su tan temido fuego azul. Ya se ha visto que la pragmática de los partidos de la Concertación permite agendas propias sin mayores complicaciones. Y, en particular, lo pendular de los contenidos doctrinarios de la DC, que fija algunos de sus postulados tranquilamente coincidiendo con la derecha más dura.
Más allá de las críticas que se puedan hacer, quizás sea necesario reivindicar el olfato político del PC. La conducta del gobierno, el sexto en lo que va de post dictadura, tiene un increíble olor a lo que debió ser hace veinticinco años, el inicio de la transición que mediara entre la más feroz dictadura, a la calma constructora y refundacional de la democracia.
Y quizás en esa convicción, de que el Programa es en efecto la verdadera transición, el PC apuesta sus cartas con un cometido fundacional. En ese escenario, resulta obvio, habrá fuerzas que estarán mordiendo su rabia por lo incómodo que resulta su rol. En especial en la Democracia Cristiana y su conducción a la que quizás no le importe tanto su relativa fulguración en lugares clave del gobierno, como saber que en el fondo quien la lleva en esta pasada es el PC.
Los militantes PC se adelantan a decir que el único enemigo es la derecha y que si bien con la DC no los juntan ni pegan muchas cosas, sobre todo de la historia, sus portavoces se apuran a circunscribir esas diferencias sólo a cuestiones de matices. Pero los veteranos sobrevivientes de la Unidad Popular, saben que eso no es así.
Con todo, como pocas veces en la historia se sobrepone el sentido de lo trascendente de la disciplina partidaria para evitar poner en relieve situaciones que pudieran detonar en conflictos que amenacen el discurrir del Programa. Aunque deban exponerse a pagar un alto costo por esa osadía, dada lo embroncada que está la gente con todo lo que huela a un poder que los dejó solos, endeudados, reprimidos, despreciados y maltratados.
Lo que viene para el PC es crucial. Con certeza será la fuerza de la Nueva Mayoría que va a defender el Programa hasta la muerte. Y en esa decisión se instalará en el centro de la coalición, en un rol del fiel de la balanza. No será, como creen algunos, incluidos connotados militantes, el ala izquierdista de la Nueva Mayoría, sino su centro. Y esa gravitación será la referencia para la conducta del resto.
En estos cuatro años se juegan cuestiones de la mayor importancia y el partido requiere estar en los niveles en los cuales se toman las decisiones, pero también allí es donde deberían naturalmente complicarse las cosas. Y es ése el punto débil. Su acceso a ciertos niveles de poder necesariamente debilita sus equipos internos. Sobre todo cuando, según dicen, la mayor parte de la militancia es nueva y no conocieron los rigores formadores del trabajo clandestino durante la dictadura. Y este hecho va a debilitar su proverbial trabajo de masas.
El que cuadros históricamente internos deban asumir responsabilidades del Estado tiene un costo. El caso es que la falta de cuadros disponibles es un tema que algunos militantes que dicen saber, lo grafican con la dificultad de encontrar incluso chofer para alguna diputada. O el nombramiento del Gobernador de Chacabuco, rechazado por los comunistas de Tiltil y sus alrededores por su actitud poco militante cuando fue alcalde.
La otra arista compleja se da en las organizaciones en las que históricamente el partido, por medio de su juventud, ha tenido gran representación: las federaciones estudiantiles. Es conocida su sostenida baja en ese frente. Y se puede prever que su incursión en el gobierno de Michelle Bachelet no augura un repunte en un sector en el cual las ideas neoanarquistas, adecuadas a las condiciones revoltosas de este siglo, -autónomos, libertarios, independientes- le han ganado importantes espacios.
En ese cuadro, algunos jotosos creen que los problemas que ya han tenido durante las marchas pudieran aumentar este año. Desde el punto de vista de la Jota, ojalá no hubieran marchas hasta bien adentrados en el gobierno de la presidenta Bachelet, cuando ya se note el avance del Programa. No son pocos los que reconocen lo incomodo y muchas veces riesgoso que fue marchar con sus camisas amaranto y sus banderas de hoces y martillos. No pocas veces, exaltados contradictores les han emprendido a insultos y golpes.
Mientras tanto, en el Congreso, sus rutilantes nuevos diputados roban cámara y se aprestan a ser un interesante polo de atracción mediática. Es sabida la incomodidad que generan la declaraciones de Camila Vallejo, la que con ocasión del burlesco episodio del canal Mega contra su asesor de prensa, con uno solo twitteo impuso una agenda. Y es comentada la fuerza de sus declaraciones que casi siempre obliga a sus jefes a cuadrarse con ella, so pena de aparecer contradiciéndola, aún cuando no se esté en completo acuerdo con lo que diga.
Resultará interesante seguir el derrotero PC en el gobierno rectificador y transicional de Michelle Bachelet. Sobre todo para ver cómo funciona en los hechos esta transición tardía que a nivel de sus cien días reformistas, deberá mostrar bastante. Pero lo realmente atractivo estará cuando el empuje de las fuerzas sociales lleven las exigencias a un acercamiento asintótico con el neoliberalismo puro.
Ahí se verá si las credenciales no neoliberales del PC se imponen, o se naturalizan las medidas paliativas, otorgándoles rasgos que no tienen. Es que no deja de llamar la atención que una diputada PC crea que un bono por muy permanente que sea, apunte a resolver la desigualdad. Así, sería muy fácil llegar al paraíso.