Valentina Quiroga remarca la distancia entre programa de la Nueva Mayoría y el Movimiento Estudiantil
Luego de la renuncia de Claudia Peirano, tras su desprolija designación a la Subsecretaría de Educación, debemos entender que para el Movimiento Estudiantil, esto no representa victoria alguna, pues no es nuestro objetivo central destituir altos funcionarios y por ello, tampoco significa que le hayamos doblegado la mano a Bachelet.
Debido a lo anterior, no comparto lo señalado por Jackson, que indicó que la dimisión de la designada subsecretaria corresponde a un gesto de humildad, al evitar ser un obstáculo para los cambios que se pretenden impulsar.
Lo que presenciamos en realidad fue un acto de la Nueva Mayoría para evitar a toda costa algún flanco de crítica que pudiera potenciar la desconfianza que existe en el mundo social, particularmente, en el movimiento estudiantil. La Nueva Mayoría evitó que se agreguen elementos que pudieran tensionar de ante mano la relación entre su gobierno y los/las estudiantes y, en mi opinión, poner en entredicho, el ya cuestionado programa de gobierno, puntualmente, en materia de reforma educativa, que hasta la fecha mantiene una serie de ambigüedades, omisiones y contraposiciones con lo que plantea el mundo social.
Por todo lo anterior, creo que es indispensable dejar de lado a Peirano, y mirar con desconfianza la designación de Quiroga, por lo que ella representa: Educación 2020.
Quiroga es una señal, no un problema, pues como Movimiento Estudiantil no nos corresponde personalizar el conflicto estudiantil, ya que ello podría hacer perder la problemática de fondo.
Es una señal porque contribuye a caracterizar este nuevo gobierno, nos indica las orientaciones que tomarán las reformas, y sobre todo, hasta dónde están dispuestos a ceder.
Por ello, creo que el nombramiento ratifica y fortalece las directrices programáticas de la nueva mayoría que no tienen otro sentido que el sistema educativo más mercantilizado del mundo pase a uno “más normal”.
Así también, el tecnócrata que acusa que el debate educativo está ideologizado, devela el grado de penetración en el gobierno de los tecnócratas, que han secuestrado la democracia (pues la ciudadanía no dirime, sino que acata las decisiones “de los que saben”), además al indicar que una discusión se politizó o ideologizó, con tono peyorativo, es irrisorio, ante todo si de educación se habla, pues ningún proceso educativo, currículum ni institución educacional es neutral si de ideología se habla.
Entonces, hoy, lo que identificamos con Educación 2020 en el Mineduc es una lógica gerencial, empresarial y hasta ingenieril del cómo entender y sobrellevar la dimensión educativa; el problema es que la educación no es problema meramente economicista, sino mucho más complejo. Aunque aquello no es de extrañar, pues la tarea de estos cuadros técnicos será la de regular el mercado educativo, es decir, eliminar excesos que provocan “abusos” considerables a los consumidores.
Lo anterior se sustenta en las posturas de esta fundación para abordar la segregación y la desregulación que se caracterizan por comprender la problemática como una cuestión de gestión empresarial (algo que está acorde al mercado, pero está en las antípodas de nuestras propuestas), desconociendo- u omitiendo- , la complejidad de la educación, que no solo contempla la dimensión economicista. Por lo cual, hoy, el problema de la educación –segregación, endeudamiento, tecnificación, estandarización, competencia, individualismo, autoritarismo por citar algunos-, no es un problema técnico, ni menos de forma; tampoco es posible solucionarlo con las actuales herramientas[1], ni tampoco dentro del actual marco legal.
La crisis de la educación, es la crisis del modelo; hoy el problema se identifica con las bases que le dan sustento al mercado educativo; hoy el problema es ante todo ideológico, político, económico y social; Educación 2020, con Quiroga a la cabeza arriban con la esperanza de oxigenar el sistema, que si bien se encuentra altamente criticado y deslegitimado, sus pilares se hallan firmes. De ahí que encajen a la perfección con la lógica que busca reforzar el programa de gobierno; que es hablar públicamente de “reforma estructural” mientras lo que en realidad buscan no es más que cambios enfocados en eliminar excesos sensibles del sistema.
Producto de lo antes mencionado, se comprende que las ambigüedades o vacíos que deja el programa de gobierno, y que Quiroga no esclarecerá, a pesar de haber sido coordinadora de la comisión que lo configuro, entregan un margen de maniobra que debe ser aprovechado y utilizado con eficacia por el Movimiento Estudiantil. Por lo tanto, si no somos capaces de articularnos en un único proyecto educativo que sea capaz de disputar el actual, instalado en dictadura y perfeccionado en “Democracia”, no superaremos los cambios cosméticos que vienen a realizar, y lo que es más preocupante, será un golpe bajo para el movimiento social y las organizaciones que lentamente se re-articulan en el campo popular.
Es en esa línea entonces, que debemos asumir una posición que anticipe los proyectos de ley, debemos dejar en claro que hoy día no podemos estar discutiendo reformas aisladas; el Movimiento estudiantil debe tomar la iniciativa y evitar estar siendo emplazado desde marzo –constantemente- respecto a proyectos ya formulados. Entonces, la disyuntiva entre cambio/conservación debe entenderse en términos de proyecto educativo, lo que obliga a quienes buscamos cambios profundos a avanzar en el fortalecimiento de nuestras propuestas dotándolas de contenido.
Este proceso, a su vez, debe entenderse como una construcción multisectorial y territorial, para con ello tener la fuerza social necesaria para emplazar al gobierno de turno, lo que decantará en la necesaria resolución de las “ambigüedades”.
Esto nos adentrará en una disyuntiva histórica, propia de la intensificación de los cambios de ciclos político-sociales, en la cual se hallan en contraposición, por una parte, las transformaciones del modelo, y por otra, la conservación de este. Pero, ante todo, debemos comprender que la actual correlación de fuerza impide una resolución de ese tipo –del todo o nada-, por lo que debemos ser capaces de dialogar, y ganar posiciones, pues cada elemento que instalemos, será un triunfo para el movimiento popular, y ante todo, para las mayorías de nuestro país.
Finalmente, somos nosotros y nosotras quienes debemos estar en la vereda de los cambios profundos y estructurales, nuestra lucha es por la construcción de una educación democrática, multicultural, gratuita y universal, territorializada, crítica, integral y ante todo, humana.
Debemos ser enfáticos en que hoy disputar proyecto educativo no es algo sectorial, no es de los y las estudiantes, sino de la sociedad civil en general, pues al asumirlo como un derecho social significa que hoy el grueso de la población que esta perjudicado con este sistema puede verse beneficiado y mejorar sus condiciones de vida, que no es otra cosa que avanzar en la dignidad de nuestro pueblo.