Michoacán: Un nuevo fracaso de la lucha contra el narcotráfico
La violencia sólo crece en el estado de Michoacán, México. Muertes, tiroteos y crudos enfrentamientos se han desatado en los últimos días entre el Ejército del país y las fuerzas paramilitares que han surgido en la zona para combatir al cartel narcotraficante conocido como “Los caballeros templarios”.
El Ejército mexicano ordenó el desarme de todos los grupos de autodefensa, pero éstos no están dispuestos a ceder ante una pelea de la que el Estado nunca ha podido hacerse cargo. Michoacán, lugar caracterizado por la producción de drogas como principal actividad comercial, ha perdido el rumbo luego de que los narcotraficantes decidieran adueñarse del negocio y reclutar agricultores.
Hoy, los grupos de autodefensa ya no están dispuestos a entregar sus armas para seguir padeciendo las erráticas decisiones tomadas por la autoridad y esa determinación les ha creado un nuevo enemigo: el Ejército, con quien ya se han enfrentado a tiros, ocasionando heridos y muertos, entre ellos, una menor de edad.
La tragedia anunciada
Durante las últimas décadas, diversos mandatarios mexicanos han intentado poner fin al crecimiento de la violencia amparada en el narcotráfico, agudizando la represión policial y las medidas de seguridad. Sin embargo, nada de eso parece haber surtido efecto.
“Hay un nuevo presidente que, si bien ha mostrado ciertos avances en la estrategia para combatir el narcotráfico, sigue teniendo cifras tan preocupantes como la administración de Calderón. Me refiero explícitamente a las desapariciones”, argumentó Eduardo Vergara, director de Asuntos del Sur y el Observatorio Latinoamericano de Política de Drogas.
Vergara recordó que el mandato que precedió a Peña Nieto terminó su ciclo con “más de 60 mil muertes y más de 30 mil detenciones, números que en México hablan desde hace muchos años de una guerra totalmente fracasada”.
Por ahora, las fuerzas paramilitares han acusado al gobierno de encubrir a los narcotraficantes y al Ejército, en particular, de ser el responsable de la muerte de cuatro civiles durante los enfrentamiento de la jornada pasada. "Aquí está el Ejército, no vamos a entregar las armas. Aquí nos vamos a morir, nos vamos a morir todos", declaró Estanislao Beltrán, uno de los voceros de los grupos de civiles armados.
El fracaso de la política de la persecución
Mientras hoy, todos los análisis apuntan a la seguridad pública y la preocupación sobre la violencia, el poder mexicano ha esquivado la posibilidad de reconocer un fracaso en la política antidrogas implementada por los últimos gobernantes.
Sin embargo, la realidad misma de Michoacán es en sí una evidencia de la derrota de las diversas herramientas implementadas para combatir el narcotráfico.
“Lo que ocurre en Michoacán en estos momentos es una respuesta al colapso de una política basada en la prohibición y en la persecución que ha liderado gracias a la tuición de Estados unidos. Esta también es una respuesta al alejamiento ciudadano que ya no quiere permitir que sus pueblos, estados y regiones sigan siendo controlados por el narcotráfico”, explicó Vergara.
Los mecanismos de represión del uso de todo tipo de drogas han fomentado los enfrentamientos violentos entre uniformados, civiles y narcotraficantes, además de generar millonarias pérdidas. Paralelamente, como aseguró el director del Observatorio Latinoamericano de Políticas de Drogas, han contribuido a aumentar el consumo de éstas.
En este sentido, parece más interesante que nunca analizar el caso uruguayo, que hoy lidera un experimento excepcional de despenalización del consumo y autocultivo, además del manejo y venta de la marihuana por parte del Estado.
“Uruguay y México, en este momento, tienen políticas absolutamente opuestas, esperamos que con resultados absolutamente distintos. El argumento de Mujica fue que su objetivo era reducir el poder de los carteles y los narcotraficantes. Y de esta manera, dar un pequeño espacio para los ingresos”, señaló Vergara.
Además, el especialista recordó que la misma OEA ha consensuado que las políticas de drogas basadas únicamente en la seguridad pública no son la respuesta al problema mundial.