La intervención militar de Temer en Río de Janeiro que reinstala el modelo de la dictadura brasileña

La intervención militar de Temer en Río de Janeiro que reinstala el modelo de la dictadura brasileña

Por: Victor Farinelli | 16.02.2018
Tras un carnaval marcado por consignas políticas en contra de Michel Temer, el gobierno brasileño decretó la intervención en la seguridad pública de Río de Janeiro por parte de las Fuerzas Armadas. Aunque la decisión debe pasar por el Congreso, el hecho ha despertado las alarmas de quienes ven en esto una estrategia ante la impopularidad de la actual administración.

Este viernes 16, el presidente de Brasil, Michel Temer, decretó la intervención federal militar en el Estado de Río de Janeiro, alegando descontrol en el tema de la seguridad pública y respaldado por un pedido del gobernador carioca Luiz Fernando Pezão.

La medida significa que a partir de ahora, y hasta por lo menos el día 31 de diciembre de 2018, la Secretaría de Seguridad Pública de Río de Janeiro estará en manos de un interventor federal, que en este caso será el general Walter Souza Braga, del ejército brasileño. Esta es la primera vez que un militar ocupa un cargo ejecutivo en Brasil como interventor desde el fin de la última dictadura militar en el país -que duró entre 1964 y 1985-, cuando esta situación era común.

Aunque la decisión de Temer significa, al menos en el discurso, una intervención solamente en la política de Seguridad, en la práctica ella puede significar acciones que van mucho más allá. El general Souza Braga tendrá poderes para instalar a militares en todos los espacios públicos del Estado de Río de Janeiro, incluyendo escuelas, puestos de salud, estadios, iglesias, barrios y favelas. También podrá decretar toque de queda por las noches cuando crea necesario, o incluso de forma permanente.

Según el periodista brasileño Renato Rovai, editor en jefe de la Revista Fórum, el decreto de Temer hizo que Brasil despertara este viernes dos pasos más cerca de una nueva dictadura militar. “Los militares volverán a tener gente en las calles y en los espacios públicos, y además controlarán los servicios de inteligencia. Cualquiera que tome una postura crítica a ello puede ser considerado enemigo y ser acusado, por ejemplo, por asociación al tráfico de drogas o a lo que sea, y ser detenido, incluyendo líderes de movimientos sociales de izquierda y periodistas de los medios alternativos opositores a Temer”, aseveró.

Para Rovai, otra preocupación con la medida de Temer es que Río sería solo el comienzo de una nueva reinstalación de los militares en el espacios de poder, y que podría replicarse en otros estados: “entregar el poder civil a las FFAA es algo que empieza a los pocos, pero después eso difícilmente se recuperará a los pocos, ni de forma rápida”.

La prensa brasileña aliada a Temer ha justificado la medida no solo reforzando el argumento del descontrol del tema del crimen organizado en las favelas de Río, sino también recordando que el gobierno de Dilma Rousseff accionó a las FFAA en algunas situaciones durante su gobierno. Sin embargo, en las veces que lo hizo, la ex presidenta no otorgó poder político al Ejército y lo dispuso bajo el control de las autoridades civiles, diferente de lo que ocurrirá ahora, con el general Souza Braga teniendo autonomía para tomar decisiones políticas.

Elecciones en peligro

Llama la atención el hecho de que no ha pasado nada de excepcional en Río de Janeiro para que se justificara una medida de esa magnitud. Hubo incidentes en el carnaval, como ocurren todos los años, pero estuvo lejos de ser uno de los años con más accidentados de los últimos años.

De hecho, lo más destacable del carnaval de Río fueron las manifestaciones políticas a favor de Lula da Silva -el favorito de las encuestas pero que difícilmente podrá ser candidato por su situación judicial- o en contra del gobierno de Temer -como el protesto de la escuela de samba Paraíso do Tuiuti, que criticó el racismo, la reforma laboral proempresarial del gobierno y que retrató al presidente como un vampiro-.

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De hecho, no son pocas las voces opositoras en Brasil que expresan el recelo de que esa intervención militar sea un experimento que podría replicarse en otros estados del país y que incluso podría ser un ensayo para medidas de fuerza más duras, en el caso de que ninguno de los candidatos de la derecha logre despegar en las encuestas -como ha sido la tónica de los últimos meses, y que podría reforzarse tras un carnaval cuyas manifestaciones políticas han sido claramente a favor de la izquierda y en contra de las medidas de gobierno-.

Hablando más claramente: si los responsables por el golpe de Estado de 2016 y por las políticas neoliberales instauradas a partir de ello no se sienten seguros de tener un candidato con chances para mantener su proceso vigente, pueden decidir por profundizar el golpe y usar las intervenciones para retrasar o cancelar los comicios.

Esta misma semana, el presentador de televisión Luciano Huck, el candidato de Globo y uno de los favoritos del mercado, anunció que desistió de su candidatura, tras denuncias de que usó dinero público para comprar un jet particular y para realizar un evento de caridad ligado a sus empresas, mientras que otros candidatos de la derecha, como el gobernador de São Paulo Geraldo Alckmin y el ex militar Jair Bolsonaro, tuvieron malos resultados en encuestas, las que apuntaron pérdida de apoyo de ambos, mientras Lula sigue creciendo.

Una situación provocada por la medida de Temer es una buen termómetro para entender la situación: la intervención interrumpe el trámite de la reforma previsional, debido a que la Constitución brasileña prohíbe enmiendas constitucionales mientras haya situaciones de intervención federal de cualquier tipo.

La reforma es considerada la última batalla del proyecto neoliberal del presidente pero el rechazo popular a la medida y el desgaste político que los parlamentarios tratan de evitar en este año electoral hacen que tenga con pocas chances de ser aprobada. En un principio, con este freno, el gobierno también se salva de una posible derrota en el Legislativo, pero algunos analistas dicen que es posible “suspender” temporalmente la intervención en caso de que haya condiciones políticas de aprobarla en el futuro. Traduciendo: si no hay efectos políticos y electorales a corto plazo, hay los votos necesarios, aunque sea necesaria esta controvertida maniobra institucional para ello.

El periodista Renato Rovai comenta que “el carnaval ha mostrado fuertes indicativos de cambios en los equilibrios políticos, y la situación está muy desfavorable al proyecto político que está en el poder. Por lo mismo, y por el peligro de una elección cercana, ya hay entre los que apoyaron el golpe de 2016 quien empiece a considerar que la continuidad de este gobierno -aunque sea a través del uso de la fuerza, ya que es una gestión ampliamente rechazada por la ciudadanía- es la mejor opción que tienen”.

Además, la presencia en la región del secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson puede ser otro indicio preocupante para el caso brasileño. Pese a que Brasilia no está en su agenda de viaje, el jefe de la diplomacia estadounidense trajo como tarea probar los posibles apoyos políticos a una acción extranjera en Venezuela. Si acaso esa opción se concreta, podría ser la contraseña para una nueva era de militarismo en América Latina, la cual Brasil ya estaría listo para aprovechar.