Frente Amplio, Bea y el grito inesperado por profunda dignidad

Frente Amplio, Bea y el grito inesperado por profunda dignidad

Por: Richard Sandoval | 20.11.2017
El grito que rompió los paradigmas para abrir un nuevo capítulo en la historia de las fuerzas políticas en Chile es el mismo grito que ahora tiene la primera tarea por delante de decidir detener o no cuatro años más de levantamientos de miserias al mando de Sebastián Piñera Echeñique, el símbolo de todo lo que es gritado.

Se levantaron cabros que nunca en su vida pensaron que iban a ir a votar. No le creían a nadie. No los calentaba nadie con discursos que creían siempre lejanos. Se levantaron y dijeron “yo voto por Bea” -haciendo filas que nunca imaginaron- con sus amigas que los estaban esperando desde temprano para que las pasaran a buscar, esos que siempre son apuntados como pendejos flojos, los malditos millennials que no se preocupan por nada más que de sí mismos. Y caminaron bajo el sol, echando la talla, saludando a otros como ellos que también iban a votar en Puente Alto, en Concepción, en Atacama, porque tenían algo que decir, algo importante que decir, algo muy importante que decir. Y el mensaje lo tenían que decir en las urnas. Se lo tenían que decir a Fulvio Rossi, a Felipe Ward y a Ignacio Walker, esos que siempre se les impusieron en el sistema binominal y quienes nunca los convocaron para caminar un domingo al mediodía a ejercer un derecho que no les movía nada. Les tenían que decir que a ellos nos los querían. No querían más a Andrés Zaldívar, no querían "cocinas" que transforman promesas rotundas en intentos incompletos por mayor justicia. No querían el miedo que les venden los que los asustan con que nos van a robar los migrantes, no querían la turbiedad del agua tibia, fome, estancada con que buscan refrescarte las promesas conservadoras de cambios que de tan lentos no los vemos jamás.

Los cabros, las cabras que se levantaron y que nunca o casi nunca habían votado, esos que incluso se quedaron hasta las ocho de la tarde en el colegio para defender los votos, tenían que decir lo mismo que tenían que decir los viejos, las señoras de edad que no votaban hace quince años y que ahora lo hicieron porque vieron algo distinto, algo que vino a sacudir la normalidad de la pelea chica:" no queremos medias tintas, queremos confiar porque enfrente tenemos una propuesta clara, directa, que me interpela y me da confianza". Por eso ganó el Frente Amplio, por eso Bea y su casi paso a segunda vuelta hoy nos tiene hablando de la real chance de impedir el retroceso monumental que sería el regreso de Piñera a La Moneda. Ganaron porque movilizaron, y movilizaron porque dijeron que si la gente exige no más AFP, hay que decir que se va a terminar con las AFP, con un plan, con un programa, con seriedad, pero se va a terminar. Ganaron porque si en la calle los jóvenes te dicen que el CAE les está robando el alma, embargándoles las casas y cortándoles las alas de un emprendimiento o casa propia, hay que condonar la deuda del CAE. Hay que estudiar, negociar y programar, pero hay que decir claramente que hay que condonar ¿Cómo? ¿Cuándo? para eso hay que trabajar, pero hay que decirlo, con todas sus letras, y se los dijeron, de frente y sin los temores y cálculos políticos que tanto se distancian de lo que verdaderamente quiere la gente que por algo está sufriendo. El Frente Amplio y la Bea fueron los grandes ganadores de la jornada porque dijeron a muchos desencantados, de la forma más viva y luminosa, que se iba a arrancar de raíz lo que hoy asfixia existencias. Por eso jóvenes y viejos que ya no votaban se levantaron. Y por eso volvieron a insistir por su opción los que siempre han votado, los que vienen construyendo política en colectivos y organizaciones sociales desde hace años, esos que nunca pudieron decir “ganamos un diputado”, y que hoy justamente lo pueden celebrar. Por eso también muchos de los que siempre votaron por la Concertación/Nueva Mayoría ahora dijeron que darían a otros la oportunidad. A ver qué pasaba.

Lo que esos jóvenes y esos viejos de todo Chile dijeron al mundo es que salieron a votar porque se cansaron de pisar huevos, se cansaron del "esto hoy no se puede hacer, así que vamos a hacer sólo esto", "esto lo vamos a hacer en otra oportunidad, cuando hayamos terminado esto otro". Por eso se desangra la DC, por eso se consume el centro entendido como reaccionario. Porque hoy es estar por los cambios profundos o ser funcional a que todo siga más o menos igual. Es el fin verdadero de la cómoda transición que acostó a tantos entusiasmos. Por eso los que demonizaron la retroexcavadora no van a nombrarla más, porque Chile, ese mismo Chile que los medios y las encuestas pintan de funcional a la derecha para inhibir que la gente salga a votar, gritó que quiere más y mejor retroexcavadora, una que vaya de frente y sin traidores manipulándola, sin Jorge Burgos –felizmente derrotado ayer- a cargo de los cambios. Una retroexcavadora decidida a transformar, que tome lo ya destruido del modelo neoliberal -destrucción inestable y no siempre correcta- para llegar a un llano de profunda dignidad. Es el grito por profunda dignidad que no eligió a Jorge Tarud, a Gustavo Hasbún, a Rojo Edwards, a Claudia Nogueira, a Jorge Ulloa y a Marisol Turres. Es el grito que eligió un senador en la Quinta Región, Juan Ignacio Latorre. Es el grito que eligió a Camila Rojas en la costa, a Giorgio Jackson, Natalia Castillo y Gonzalo Winter. A Gabriel Boric, Tomás Hirsch, a Maite Orsini, Catalina Pérez. A Pamela Jiles, Florcita Motuda, Félix González, Alejandro Bernales, Claudia Mix, Inti Salamanca, Gael Yeomans y Renato Garín, entre otros. Es el grito que posicionó a Beatriz Sánchez con más del 20% a menos de tres puntos del candidato tradicional de la centroizquierda. Es el grito que rompió los paradigmas para abrir un nuevo capítulo en la historia de las fuerzas políticas en Chile. Es el mismo grito que ahora tiene el desafío de seguir avanzando, contagiando y construyendo, con la primera tarea por delante de decidir detener o no cuatro años más de levantamientos de miserias al mando de Sebastián Piñera Echeñique, el símbolo de todo lo que es gritado. El desafío de usar el impulso, influir en el nuevo escenario de decisiones en políticas públicas para que su impulso no se diluya, como ha pasado en otros lugares del mundo en que grandes votaciones de la izquierda decaen cuando se atrincheran, mientras la derecha se vuelve a hacer cada vez más fuerte. Son los desafíos del Frente Amplio, Bea y su grito inesperado por profunda dignidad en un país que hoy es otro.