¿Qué hacemos con Leni Riefenstahl, la cineasta de Hitler?

¿Qué hacemos con Leni Riefenstahl, la cineasta de Hitler?

Por: Nicolás Ried | 21.08.2017
El cine de Riefenstahl no es nazi, sólo fue utilizado por los nazis. Es eso lo que remarca, en un sentido político, Slavoj Žižek en un texto escrito a propósito de la muerte de Leni Riefenstahl, en 2003, a la edad de 101 años. Escribe Žižek que hay que aprender a amar a Leni Riefenstahl, porque su obra nos enseña que el aspecto político del cine no radica en lo que una película nos diga, sino la manera en la que la utilizamos.

En 1997, Rammstein estrenaba su canción Stripped, cover de la versión interpretada por Depeche Mode. El videoclip de la canción fue censurado por cadenas tan grandes como MTV. La razón de la censura era que el videoclip contenía “propaganda nazi”. Cuando vemos el vídeo (aún disponible en YouTube, una de las máquinas de censura más alarmistas como poco razonables de nuestros tiempos) es difícil ver dónde está esa “propaganda nazi”: no hay esvásticas ni masas alzando el brazo, como tampoco hay Hitler. Sólo vemos escenas de cuerpos retratados en contrapicado haciendo deporte, primero en un contexto griego antiguo y luego en lo que parecen ser los juegos olímpicos. Y, efectivamente, las escenas utilizadas por Rammstein corresponden al filme Olympia (1938), un documental sobre los Juegos Olímpicos, realizado por Leni Riefenstahl, la cineasta más importante del Tercer Reich.

https://www.youtube.com/watch?v=_4Xlc8CIfOI

El 22 de agosto de 2017, se conmemoran 115 años del nacimiento de Leni Riefenstahl, la cineasta más influyente en la historia del cine. Si podemos decir que el padre del cine moderno es Charles Chaplin, su madre es Leni Riefenstahl. Tras llevar una exitosa carrera como actriz en la Alemania previa a a Hitler, se ve obligada a realizar la labor de directora de sus películas, siendo su primera obra un filme de 1932 llamado La luz azul que retrataba la vida de una inocente joven que trepaba montañas. Este filme encantó tanto a la crítica especializada, como también al mismísimo Adolf Hitler, quien no dudó en llamarla para que realizara los filmes del Partido Nacionalsocialista Alemán. El primer filme que Riefenstahl realizó por encargo de Hitler fue La victoria de la fe, un documental que registraba el ascenso de los nazis al poder en Alemania. Este filme siempre fue negado por Riefenstahl, no por su evidente exceso de esvásticas y contenido nazi, sino porque no representaba su cine. Ella decía que ese filme no era más que un compilado de caminatas de los nazis. Su primera película financiada por el Tercer Reich fue El triunfo de la voluntad, estrenada en 1935 y alabada por la crítica mundial, desde Berlín hasta Nueva York, incluidos los opositores al régimen nazi. ¿Qué había en ese filme que los espectadores adoraron, tanto como para dejar de lado el detalle de que fuera un filme sobre el movimiento nazi?

El cine de Riefenstahl siempre se caracterizó por lo que ella llamaba «un cine sin acciones»: mostraba gente hablando a un público, masas realizando coreografías monumentales, cuerpos ejercitándose y gestos no explicados. Nunca un documental de Riefenstahl tuvo una voz en off explicando ni un texto que hiciera referencia a las imágenes que se proyectaban en la pantalla. Eso es lo que le permitió realizar una de las grandes obras cinematográficas de la historia: Olympia, estrenada dos años después de los Juegos Olímpicos de 1936, el filme simplemente mostraba una serie de escenas de las competiciones olímpicas, entre las que destaca la carrera en que Jesse Owens, el corredor negro de Estados Unidos, gana el oro. El trabajo de Riefenstahl sobre los Juegos Olímpicos no consistía en explicar un triunfo ni en describir una derrota, ya que el resultado de las competiciones no era lo más relevante, lo que le importaba era mostrar cómo los cuerpos se ejercitaban en el proceso, cómo esos cuerpos se movían ante la cámara. El cine de Riefenstahl muestra los gestos sin explicarlos, sin imponer una lectura sobre las imágenes.

Es esa característica del cine de Riefenstahl, la de mostrar sin explicar, fue la que le permitió a los nazis apoderarse de sus filmes y usarlos como un culto a la personalidad de Hitler o un culto al cuerpo ario. Pero en el fondo, el cine de Riefenstahl no es nazi, sólo fue utilizado por los nazis. Es eso lo que remarca, en un sentido político, Slavoj Žižek en un texto escrito a propósito de la muerte de Leni Riefenstahl, en 2003, a la edad de 101 años. Escribe Žižek que hay que aprender a amar a Leni Riefenstahl, porque su obra nos enseña que el aspecto político del cine no radica en lo que una película nos diga, sino la manera en la que la utilizamos: un filme sobre los Juegos Olímpicos puede ser usado para entusiasmar al pueblo nazi, pero también puede ser utilizado como crítica del capitalismo norteamericano como en el caso de Rammstein.

Esta cuestión nos abre un problema político relevante en la actualidad: ¿podemos hacer algo más que censurar aquello que no nos parece correcto? Quizá los defensores de la democracia y el pueblo le han regalado muy fácilmente a los nazis cuestiones como el sentimiento popular, la reunión de masas y el patriotismo, arrojándonos a un individualismo egoísta cada vez más profundo. Lo que nos enseña el cine de Leni Riefenstahl es que la cuestión política más importante es apropiarnos de aquello que le regalamos tan fácilmente a los nazis.