Paula Navarro, fotógrafa de calle: "Sacar este tipo de fotos significa dar dignidad a los otros"
Lo cotidiano, lo más discreto, lo que no se ve. Ahí es donde tiene puestos el foco y el objetivo la fotógrafa chilena Paula Navarro. A pesar de que las fotografía la atrajo desde pequeña, esta santiaguina nacida en Villa Francia e “hija orgullosa de madre soltera” –tal y como ella misma se presenta en su sitio web–, nunca pensó en dedicarse a eso. Su click llegó cuando alguien le preguntó qué le gustaba hacer por y para ella. “Parece que fue lo que estuve esperando toda la vida, hacerme una sencilla pregunta, con una sencilla respuesta”, dice.
A partir de ese momento, el afán de aprender de Paula la llevó a compaginar estudios y trabajo, bajo un ritmo que cada vez se volvía más difícil de sobrellevar: “Las lucas y el tiempo condicionaron mucho mi formación. Nunca postulé a ningún crédito para estudiar porque no quería quedar endedudada forever", explica. Sin ningún ánimo de rendirse, cuando ya no dio para más, siguió su carrera como autodidacta.
Las escenas que captura Paula son del aquí y el ahora, de lo que acaba de pasar y nadie vio, de las historias del día a día. Pero lo que de verdad hace que su mirada sea especial es la sensibilidad que transmite en cada retrato, ese mensaje que se esconde en sus imágenes. Las fotos de Paula Navarro hablan. Cuentan relatos de lucha, de supervivencia, de empoderamiento, de felicidad, de humildad. “Hay algo de mi en cada una de ellas”, reconoce.
A sus 36 años, confiesa vivir muy feliz y “sin rollos con la edad”. Su jornada se divide entre el trabajo en un call center para mantenerse y juntar plata y la dedicación a la fotografía: exposiciones, talleres, salidas a terreno. “Me encantaría vivir de eso, pero todavía no puedo”, lamenta. Aunque eso no la detiene. Paula es perseverante, decidida y no tira la toalla sin antes dar la pelea. Y darla hasta el final. Su siguiente objetivo, previsto para el próximo año, es viajar a España. Quiere aprender, intercambiar y conocer los proyectos que existen al otro lado del globo en torno a la fotografía. Mientras esto no llega, en Chile presenta un compilado de sus obras en la Galería de Arte el Zaguán de San Fernando.
¿De qué va “Tercer Ojo”?
El título de la exposición nació de una entrevista que leí de la fotógrafa chilena Julia Toro. Me sentí muy reflejada en su mirada y decidí denominar “Tercer Ojo” a mi trabajo fotográfico de calle. Es un título amplio que tiene que ver con mirar la cotidianidad y detenerme en lo que habitualmente la gente no se detiene, apreciar lo cotidiano que suele pasar totalmente desapercibido. Sin embargo, creo que hay un mundo ahí, en las personas, en su día a día.
La otra cosa importante es que una de las cosas fundamentales que me invitó a exponer en San Fernando, a parte de la gente de la galería, es que Santiago no es Chile. En regiones hay poco espacio para el arte en general, para que los jóvenes puedan crear y tener espacios conocer la fotografía, la pintura... Esto no se fomenta desde las políticas locales, desde las autoridades que podrían tomar decisiones e invertir en eso. Esta galería donde expondré es un proyecto levantado con puro trabajo y sacrificio, de gente que está detrás por amor al arte y, para mí, eso es muy valioso.
¿Qué es para ti la fotografía de calle?
Para mí implica andar por la vida y detenerme a mirar lo que hacen los otros, no sólo pararme a mirar lo que pasa en mí. Es como reconocerme a través del otro, me voy mirando y me voy reconociendo en mi pasado, en mi historia, en lo que me contaron mi mamá, mi abuela… Es como buscar tu árbol genealógico a través de los otros. Conocer otras vidas te permite ser más consciente de lo que está a tu alrededor. Cuando estoy sacando fotos en la calle me acerco a las personas. Les pregunto y hablo con ellos. Generalmente mi fotografía es conversada y no es la foto simple, hay algo más. Es un conocer y reconocerte en el entorno.
La calle está siempre moviéndose, la gente va cambiando, van pasando cosas constantemente. Hay un escenario y de repente pasa alguien y te cuenta más de esta historia. De hecho, todo termina contándote algo.
Bajo esta mirada de la calle, Santiago ha tenido un protagonismo muy evidente en tu trabajo. ¿Qué rescatas, a través de la foto, de Santiago?
Sí, es como recorrer los lugares que he ido conociendo. Santiago es lo más cercano porque vivo acá. De hecho yo me aprendí a reconocer con Santiago. Antes no me gustaba, quería irme de aquí, me aburría tanta gente, quería más tranquilidad. Pero cuando empecé a conocer y a caminar la ciudad me cambié mi mirada y me encantó. Me encontré con otra cosa: gente, historias, arquitectura, rincones… Eso lo hace súper llamativo e interesante de documentar.
[caption id="attachment_145770" align="alignnone" width="1024"] Santiago Centro / Paula Navarro[/caption]
[caption id="attachment_145769" align="alignnone" width="1024"] Santiago Centro / Paula Navarro[/caption]
[caption id="attachment_145771" align="alignnone" width="1024"] Barrio Yungay / Paula Navarro[/caption]
Muchos jóvenes de hoy tienen esa misma mirada de la “gran capital”, de lo estresante que resulta para ellos esta ciudad.
Yo soy de clase obrera y eso es duro en el día a día, todo resulta más difícil en una ciudad. Estaba un poco agotada de eso y quería otra proyección de vida fuera de la urbe. Pero gracias a la fotografía fui yendo a lugares patrimoniales a través de varios recorridos, y conocí a gente en la misma onda fotográfica. Conocer y compartir con gente que también le gusta la foto me motivó y sentí que Santiago tiene mil cosas y que yo no las estaba viendo por esta sensación hostil.
¿Crees que hay poca consciencia del patrimonio y de lo que la ciudad entrega?
Creo que nos hemos vendido mucho a lo comercial, a lo que es más rápido. Siento que estos edificios nuevos que están construyendo en el centro no tienen identidad, son como cubículos para que la gente viva. Las arquitecturas cuentan muchas cosas, en Yungay, por ejemplo, es súper rico. Descubrir la identidad de verdad, no lo que se hace para lucrar y enriquecer este sistema. Ahí no hay un bien común, no existe esta idea comunitaria.
Los espacios que eliges de la ciudad, como el centro, el barrio Franklin o Yungay, tienen en común que son áreas en las que uno puede observar mucho la desigualdad de la sociedad chilena. ¿Buscas intencionadamente reflejar eso en tus fotos?
Una vez alguien me preguntó por qué yo fotografiaba eso y no otro tipo de realidades. Pero yo me siento más identificada con la clase obrera. Por ejemplo, mi mamá es nana, cuida niños, mis abuelos son de campo. No es una discriminación hacia la gente que tiene mayor poder económico, pero en ellos me reflejo mucho más, busco también parte de mi historia allí. Mi mamá es nana y la veo cuando veo a una mujer limpiando en el centro, en estas historias esforzadas, y ahí pienso cuando ella va a la casa de otras personas a limpiar. Para mí, sacar este tipo de fotos significa dar dignidad a los otros, dignificar el trabajo de mi vieja, de mi familia, a través de los otros; mostrar que es algo importante lo que están haciendo. Incluso me ha ayudado a romper mis propios prejuicios.
¿Poner el foco en ellos y ellas es como sacarlas un poco de la invisibilidad?
Sí. Mira, yo no soy mucho de partidos políticos. Ni religión ni política, en realidad. No me gusta. Pero sí soy muy confiada en la gente: la gente que le cuesta, el esfuerzo… y eso valoro y quiero rescatar y dignificar. Con la fotografía me conecto y me doy cuenta que la gente tiene las mismas necesidades que yo, está agobiada igual que yo, le molesta lo mismo que yo…
Ahora quizás el desafío que tengo mirar para otra parte, porque seguro que la gente que tiene lucas también sufre, de otra manera, más oculta porque socialmente no se pueden mostrar vulnerables, tienen que aparentar mucho y eso les juega en contra.
¿La fotografía debe ser herramienta de denuncia? ¿Has buscado esta intencionalidad en tus trabajos?
No se si es tanto un foco de denuncia pero sí de cómo yo veo la vida, y las cosas que no me gustan. Pienso en cómo las expongo al otro para evidenciar que no me agradan. Siempre recuerdo una imagen paradójica: una vez en el Banco de Chile mostraban viajes a Europa con gente linda, de muchas lucas.. y había un caballero abajo, obrero, comiendo un sándwich.. No tengo nada en contra de la gente que puede viajar ¡qué rico tener lucas y poder hacerlo pero todo es para la gente que tiene poder adquisitivo, y de los otros nadie se preocupa, quedan en la cola, y todo le cuesta el doble de conseguir. Cuando la subí, claro generó reacciones.
“Ha sido un plus ser mujer y fotógrafa de calle”
[caption id="attachment_145779" align="alignnone" width="960"] Barrio Franklin / Paula Navarro[/caption]
[caption id="attachment_145780" align="alignnone" width="1024"] Barrio Franklin / Paula Navarro[/caption]
¿Has tenido miedo alguna vez o te han acosado o señalado por estar en la calle, fotografiando sola?
Nunca me ha pasado nada. En este sentido, ser mujer ha sido una ventaja. Por ejemplo, influye mucho la forma cómo te presentas al otro, la cercanía, la sonrisa, la confianza. Las mujeres provocamos mucho eso. Al principio me daba miedo salir sola con la cámara y creo que he desarrollado un sexto sentido en eso. Pero ha sido un plus ser mujer y fotógrafa de calle, me ha abierto muchas puertas. Y lo aprendía a utilizar de buena forma, como una herramienta a mi favor.
¿Has vivido juicios sociales y morales por ser mujer y querer dedicarte a la fotografía, salir sola, querer vivir de eso y priorizarlo por delante de otras opciones de vida, más mayoritarias entre las mujeres de tu edad, como formar una familia, tener un trabajo estable…?
Sí se me ha cuestionado, y a veces desde el entorno más cercano, que es aún más doloroso. Pero con el tiempo se dieron cuenta que esto es lo que me apasiona y me dejaron de insistir con el tema de la pareja y la familia, pero costó. He tenido que demostrarlo con hechos. Al principio me decían que lo de la fotografía era un hobby y ahora, en cambio, me han expresado que sienten admiración por lo que hago.
Me encanta reconocer que soy mujer y fotógrafa, que decidí dedicarme a eso. Me gusta esto que está pasando conmigo ahora, me reconozco a través de la foto y he reconocido también a mi feminidad. Que haya dejado de trabajar todo el día y de ganar más lucas para hacer lo que realmente me apasiona, es súper valioso para mí. Hubo un tiempo que tuve un tema con esa idea de tener cierta edad y aún vivir en casa de mi vieja y me puse mal. Después hice un análisis y me dije que todo eso era un rollo social porque vivir según patrones impuestos no me hacía feliz. Así que ahora lo digo así nomás: vivo con mi vieja, no tengo hijos y tengo dos gatos, ¡imagínate!
¿Cómo influyó el hecho de ser hija de mamá soltera en eso?
Mucho, hay una conexión total. Mis grandes referentes son mi abuela y mi madre. Ellas son mujeres súper aguerridas, aperradas. Imagínate, en aquellos tiempos lo que fue para mi vieja decirle a sus papás que sería mamá soltera. A mis abuelos se les cayó el mundo y a mi mamá le costó mucho. Como al principio ellos no lo aceptaron y no me cuidaron altiro, yo pasé por varias casas de gente que me cuidaba para que mi mamá pudiera ir a trabajar. Ella era singerista. Después mis abuelos me conocieron y ya todo resultó bien y me cuidaron. Pero eso costó mucho y para mi mamá era muy doloroso. Eso hace que ante mis ojos sea una heroína total.
Todo tu trabajo lo difundes a través de las redes sociales. ¿Qué rol han tenido en tu proyección profesional?
Facebook e Instagram han sido unas plataformas maravillosas. Nunca tuve la intención de hacer de mi trabajo algo exclusivo, para cierta gente, o guardarlo. Siempre mostré todo porque a mí me gusta compartir y que la gente lo lea. De repente, pasó que a la gente le fue gustando y, por decirlo de alguna manera, se generó como una explosión de gente a la que le gustó mi trabajo. Recibir críticas para mejorar me sirvió para conocer las opiniones de la gente al ver mis imágenes y recibo miradas muy positivas de ellos. Por eso yo siempre doy las gracias cuando me escriben o comentan. Incluso puedo parecer majadera con eso pero, en serio, lo valoro muchísimo.
¿Cuáles son tus referentes de la fotografía?
Cuando empecé a estudiar me mostraron altiro el trabajo de fotógrafos extranjeros: [Henri-Cartier] Bresson o Robert Frank. Después empecé a descubrir los fotógrafos chilenos y también me gustó mucho lo que había acá. Siempre miramos para afuera cuando acá tenemos a excelentes referentes: la Paz Errázuriz, que ahora postuló al Premio Nacional de Arte 2017, Antonio Quintana o Sergio Larraín, quien también fotografiaba su entorno. Los trabajos de ellos son muy humanos y yo también busco eso.
¿Tu foto favorita?
Hay una que le saqué a mi prima que tiene síndrome de Down, la Tamara. En la imagen ella es chiquitita y sale con unas alas como de ángel. Esa foto es muy significativa para mí porque ella es alguien muy especial en nuestra vida y vive en el Sur, está lejos. Es como la fragilidad, la fortaleza, el amor puro, la familia… tiene mucha carga positiva esa foto.
En esta línea, otro de los grandes trabajos que tengo pendiente es fotografiar a mi entorno también, así como lo hago en la ciudad, hacerlo en la casa también. Fotografiar a mi madre, por ejemplo. No quiero que un día no estén mis seres queridos y yo no los haya fotografiado como lo hice con otras personas, esa fotografía cotidiana, más íntima.