La Constitución de Boric
Es probable que el resultado electoral de este próximo domingo se parezca más al del plebiscito de salida del 4 de septiembre del 2022 que al de la elección de convencionales de la fallida “Constitución de la revuelta” (donde hubo mayoría de independientes, pueblos originarios y se estableció paridad de género).
Es probable que este domingo las energías culturales sigan en un estado de hastío hacia los políticos, es decir, de esos que representan a los partidos políticos tradicionales y al gobierno de turno.
También es probable que los resultados develados la noche de este domingo, a través de programas especiales de televisión, muestren a todos los sectores políticos celebrando: incluso los del bloque perdedor que, de seguro, para no reconocer su derrota, saldrán aferrándose a su más cercano domicilio político (del FA a la DC hablando de un gran boque anti derechista y “Chile seguro” abriéndose a una alianza con los republicanos).
Es probable que la próxima semana nadie en los supermercados, ferias, Cesfam y plataformas de Instagram y Tiktok (donde se encuentra el pueblo) comente los resultados de la elección. Es probable que desde el próximo lunes cientistas sociales, periodistas y opinólogos de cuneta (¡presente!) nos tapicen con columnas atribuyendo culpas al fallido proceso anterior (habrá quienes recién ahora dimensionarán la farra) e intentando explicar la bipolaridad electoral del nuevo Chile.
También es probable que este domingo más de alguno de los ancianos candidatos de la vieja Concertación (donde se incluyen hasta ex ministros de Frei Montalva y Allende), con las últimas energías de su existencia, salgan celebrando frente a las caras acongojadas de los jóvenes que, hasta hace poco, les daban por muertos.
Es probable que el domingo por la noche los viejos intelectuales de izquierda, como Gabriel Salazar, salgan llamando a desconocer el resultado de la elección y a sabotear la redacción de lo que sería “la undécima Constitución ilegitima de nuestra historia”: una redactada por una clase dominante y no desde la soberana calle, lugar que, según Salazar, es donde el pueblo se reúne consigo mismo (no hay que haber estudiado la historia profunda de Chile para saber que, en la actualidad, lo más parecido al pueblo es una diversidad de individuos que suelen reunirse a solas con sus subjetividades).
También es probable que, ante tanta discordia respecto a la redacción de una nueva Constitución, aparezcan algunos hablando de lo bueno que sería dejar de lado el fetichismo constitucional (ese que otorga tanto valor simbólico al momento de origen y que ha convertido a nuestro continente en el más prolífico fabricante de constituciones del mundo) para continuar recauchando la actual Constitución de la Comisión Ortúzar.
Es probable que, sea cual sea el resultado del domingo, los dedos y las cámaras apunten a La Moneda y pidan explicaciones al gobierno. El gobierno sabe que el resultado de este domingo será como un PCR que indicará si el paciente se ha recuperado, o no, de las secuelas propinadas por el pasado plebiscito de salida.
Es probable que la próxima Constitución se redacte sin esa voluntad colectiva que, para constitucionalistas como Carl Schmitt, es desde donde se deberían sostener este tipo de procesos. Por el contrario, es probable que esta Constitución se escriba en medio de peleas por el sexto retiro, la condonación del CAE, la crisis migratoria, de seguridad, de violencia en la Araucanía, en los estadios, y vaya uno a saber qué otra vicisitud mediática. Puede que la próxima Constitución se termine redactando en medio de alguna de esas contingencias que la naturaleza suele regalar a Chile.
Es probable que la nueva Constitución no quede tan diferente a la de la Comisión Ortúzar. Es probable que no entusiasme a la población y, en diciembre próximo, la mayoría del país termine votando, con algo de cansancio, por aprobar el cierre definitivo de este portal constitucional.
Es probable que, en medio de una austera y sobria sesión en el Congreso Nacional, con la avenida Pedro Montt de Valparaíso rodeada de policías custodiando a manifestantes, el Presidente Boric aparezca firmando la nueva Constitución de Chile. Es probable que la foto de ese momento quede inmortalizada con la imagen de un Presidente del Frente Amplio celebrando junto a consejeros constitucionales del Partido Republicano.
Es probable que Chile siempre haya sido esto: una ceremonia gris y sobria donde se pacta, por encima de cualquier utopía, la paz del hogar. Es probable que quienes hayan creído lo contrario padezcan de un severo trastorno de realidad.