Educación Argentina: El espíritu de la gratuidad en la que Milei se entrampó
El Gobierno de Javier Milei enfrenta una protesta universitaria que seguramente no esperaba, o al menos no de esta magnitud, y que involucra a amplios sectores de la sociedad argentina que ven amenazado uno de los pilares del ascenso social que caracterizó por décadas a este país: su sistema de Educación Pública, gratuita, de acceso irrestricto y de calidad.
La crisis de financiamiento de la Educación Argentina se enmarca en el plan del Gobierno libertario de desguazar el estado como admite, inspirado en el enfoque ultraliberal que impulsa la desregulación, la austeridad fiscal y el déficit cero, un modelo con el que viene controlando variables económicas macro, pero que genera pocos ganadores y muchos perdedores, además de enfrentar desafíos significativos en un contexto democrático.
Lo dicho y lo no dicho
El Ejecutivo libertario cumple de este modo con una hoja de ruta que –justo es decirlo- explicitó desde siempre a su adherentes, y con la que apuesta a ordenar la convulsa economía argentina, donde la inflación vino marcando récords desde hace años.
En círculos un poco más reducidos, sin embargo, el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger hila un poco más fino sobre el tema y admite objetivos más de fondo, que no hubieran cabido en la lógica y el júbilo inherente a una campaña electoral.
En una video conferencia organizada por la Universidad de Harvard el funcionario admitió que su estrategia es “debilitar a los grupos de interés, empobrecerlos y drenarlos de recursos”.
El razonamiento en el que se basa Sturzenegger, según precisan en este artículo los economistas Etchemendy O`Farrel, es el siguiente: existen grupos de interés que viven de rentas generadas por el Estado, lo que produce inflación, distorsiona el normal funcionamiento de los mercados y bloquea el crecimiento. La intervención del Estado reduce la competencia, genera una distribución ineficiente de los recursos y, beneficia solamente a grupos reducidos con capacidad de lobby, lo que altera “equilibrios” que son más o menos naturales.
En esa línea se enmarca esta embestida del Ejecutivo libertario contra los espacios de lucha (como los sindicatos) de reflexión (como las universidades) y de disputa (como las organizaciones sociales) entre otros.
La motosierra en la Educación
Desde que el mandatario argentino asumió la presidencia la tensión entre el Ejecutivo y el sector educativo fue in crecendo. Los recortes prometidos a “la casta” en realidad nunca tuvieron lugar y las tijeras y la motosierra se desviaron a toda velocidad hacia el empleo público, los jubilados y la Educación.
Según un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación la inversión nacional en educación cayó 40% este año en comparación con 2023. Un recorte brutal que no encuentra comparación en la historia reciente y que dejó a muchas facultades sin los recursos necesarios para pagar la luz, o adquirir los elementos e insumos básicos para su funcionamiento, como jabón o papel higiénico, toner, etc.
Frente a esta embestida, la comunidad educativa (rectores, centros de alumnos, sindicatos, etc) protagonizaron la primera marcha federal universitaria, cuya descomunal convocatoria fue considerada por todo el arco mediático como “la movilización política más importante desde el retorno a la democracia).
El gobierno sintió el impacto y –en principio, bajó el tono, además de acceder a cubrir ese faltante de insumos mínimos para asegurar el funcionamiento, pero dejó sin solución el tema de los salarios docentes por lo que intervino el Congreso que el 13 de septiembre aprobó poer amplia mayoría la Ley de Financiamiento Universitario que buscaba actualizar la escala salarial, pero esta la norma fue de inmediato vetada por Milei.
El 2 de octubre fue convocada la segunda marcha federal universitaria, con una convocatoria, de nuevo, amplia, transversal, heterogénea, pero finalmente, en una sesión especial, la Cámara de Diputados confirmó el veto presidencial lo que inauguró un nuevo capítulo en la disputa . A partir de allí, muchos estudiantes decidieron en asambleas subir el tomo del reclamo.
Los estudiantes, ese jardín de las alegrías
Según la prensa y un monitoreo realizado por un grupo de investigadores sobre este movimiento estudiantil, la semana pasada y la anterior habían 80 instituciones educativas (entre facultades, campus y escuelas secundarias) en las que se realizaban acciones de protesta contra el veto de Milei y en reclamo de presupuesto universitario (tomas, asambleas, ruidazos, vigilias, clases públicas, etc), mientras otras casas de estudios improvisaban otro tipo de actividades como talleres de dibujo, volanteadas en partidos de Futbol, festivales, etc.
Una proporción muy importante de los estudiantes y jóvenes que hoy se manifiestan integran una generación que cursó sus estudios secundarios en pandemia, que han padecido los efectos de una economía que no crece desde hace una década, de una inflación récord en el mundo y enfrentados a un panorama laboral nada promisorio.
Muchos de ellos votaron por Milei, pero hace 10 meses que solo experimentan el deterioro en sus condiciones de acceso y permanencia en las aulas, mientras sus docentes cobran salarios de miseria.
Se trata de conjunto heterogéneo de jóvenes al que en términos borgeanos “no los une el amor, sino el espanto”, que están protagonizando acciones y movilizaciones en lugares donde nunca habían sucedido y que junto a la comunidad universitaria son uno de los sectores que ha podido desafiar con más fuerza al gobierno que -según las encuestas- ve golpeada su imagen a pesar de los intentos de vincular al movimiento con “los choreos-los tongos-las truchadas y la casta” esa especie de cadena de equivalencias que le fue muy efectiva electoralmente, pero que en las últimas semanas parece empezar a vaciarse de sentido y volverse un “ruido de heladera”.
Final abierto
Existe la posibilidad de que la disputa baje el tono en el mediano plazo porque como todos los conflictos (y los chilenos lo tenemos muy claro desde siempre, pero sobre todo desde el último estallido social) tienen un ciclo de auge y agotamiento.
La historia aún no está contada en su totalidad. Hay que ver cómo sigue y hasta dónde este hito logra penetrar la subjetividad de los argentinos y les devuelve su enorme capacidad de resistencia para defender los derechos logrados durante décadas.