Verónica Zondek, poeta: «El cuerpo es desde donde me ubico y escribo, es mi primer territorio»
El esplendor de la granada recoge en 716 páginas cuarenta años de trabajo literario de la poeta Verónica Zondek y en su título evoca el mito de Perséfone, donde -relata la misma autora- “vida y muerte son necesarias la una para la otra, se llaman, y el protagonismo de esta necesidad es femenino”.
Una recopilación que reúne los libros Entrecielo y entrelínea, La sombra tras el muro, El hueso de la memoria, Vagido, Entre lagartas, El libro de los valles, Por gracia de hombre, La ciudad que habito, Instalaciones de la memoria, Nomeolvides: flores para nombrar la ignominia, Fuego frío, Memento, Una pequeña historia y Otro viento cantará. El volumen se suma a otras revisiones de la poesía de Zondek, como Membranza (Cordillera y Cuarto Propio, 1995), Sedimentos (Amargord, 2005) y la antología Ojo de Agua (Lumen, 2019).
Libros que evidencian la contundente trayectoria de la poeta y traductora, quien actualmente reside en Valdivia, lugar donde realizó el primer lanzamiento de este volumen. Ahora es el turno de Santiago con una presentación que se realizará este jueves 27 de junio a las 19:00 horas en BiblioGAM, en el que Zondek presentará la obra junto a la poeta Elvira Hernández y la música Valentina Maza.
Una instancia que será una oportunidad para recorrer las inquietudes y tópicos de la autora: memoria, maternidad y visualidad de la poesía, entre otras.
El proceso de la escritura poética es similar. “Un libro es uno y puede ser otro. Una vez que un libro se publica, yo personalmente me considero una lectora privilegiada del mismo, y en caso de que se republique, me adjudico la potestad de intervenirlo si me parece que debo hacerlo. No es un juego, es esencial”, agrega.
-Pensando en tu experiencia autoral, ¿cómo fue mirarse en esta trayectoria?
Fue una experiencia fuerte. Me tocó leer varias veces las 700 páginas y al hacerlo aprendí mucho de mi propia escritura. Por ejemplo, vi que ya en el primer libro toco gran parte de los asuntos, obsesiones y búsquedas en las que me he involucrado a lo largo de estos años. Eso es muy extraño para mí, me sorprende, porque se dio, no es un asunto consciente. También, me di cuenta de que la búsqueda formal y visual que veo en ese libro me acompaña desde entonces.
-Es como una semilla.
Sí. No quiero ni puedo ser una analista de mi poesía, pero todas esas búsquedas y hallazgos suceden antes de mis 30 años; y también me doy cuenta de que uno no es nunca tan original, ni siquiera respecto de una misma. Todo está ahí, y luego sólo depende de que hace uno o por donde se transita.
-Comenzaste tu carrera publicando en 1984, coincidiendo con una camada de creadoras como Eugenia Brito, Soledad Fariña y Carmen Berenguer, entre otras. ¿Cómo describirías tu camino en el contexto de esta generación formada en dictadura?
Publiqué el 84 y el 85 mis dos primeros libros, pero se escribieron en los ‘70. Los hice cuando volví a Chile, a un mundo editorial y un país que no era para nada el que conocemos ahora. Pero, por cierto, escribir y publicar entonces, vivir en dictadura, contribuyó a crear una necesidad y urgencia en torno a redes colaborativas. Las poetas que tú nombras, y otras muchas y muchos, fueron parte de ese hábitat que nos permitió conversar, desarrollarnos y protegernos.
El año 86 empezamos a trabajar en la preparación del Primer Congreso Internacional de Literatura Femenina que se realizó el año 1987. Ese encuentro nació con urgencia gracias a la conciencia de género y al trabajo colaborativo. Sabíamos que teníamos algo en común por lo cual batallar, es decir, que necesitábamos un espacio digno y serio donde instalar y reflexionar sobre nuestra escritura.
Creo que fue un hambre por instalarse como pares, en ese mundo de escritura que se enfrentaba a la dictadura, al silencio, al horror, y también al mote institucionalizado del lugar que debían ocupar los libros escritos por mujeres, tan cómodo para quienes estaban acostumbrados a ser la voz y los vates del país. Tuvimos una clara conciencia de que lo nuestro era arriesgado pero había poco que perder. Sin embargo, no por eso fuimos un grupo cohesionado en cuanto a búsquedas, contenidos y forma. Fue más bien una movida política y profesional que, pienso, movió las aguas estancadas y nos permitió caminar.
[caption id="attachment_926762" align="aligncenter" width="1064"] Verónica Zondek - Foto de Rafael Arenas[/caption]
-El cuerpo de la mujer es una inquietud compartida por esta misma generación y también por la actual. ¿Cómo describiría la trayectoria que ha ido cursando como tópico y como lugar de enunciación desde tu obra?
Para mí el cuerpo siempre ha sido importante como el lugar desde el cual me ubico y escribo, porque ese es definitivamente mi primer territorio, aquel desde donde me asomo para conocer e investigar, para asentir y disentir, en definitiva, para usar la palabra. Hay también ciertas posibilidades y experiencias que son exclusivas de una conciencia femenina y que dan pie a una cierta sensibilidad. También es cierto que todos y todas estamos atravesados por finos hilos de todo tipo: animales, humanistas, científicas, femeninas, masculinas… Tengo un libro Vagido, que quizá explica mejor lo que digo. En él intenté trabajar en torno a la experiencia creativa internándome en ese conocimiento que sólo un cuerpo de mujer puede tener, con el fin de intentar desarticular esos lugares comunes y dulcificados que abundan respecto a lo que significa crear. En todo caso, el cuerpo y la realidad material que me circundan, son para mí la certeza, el piso donde me ubico y me afirmo para hablar.
-Otro de los tópicos que está muy latente es la memoria, ¿cómo definirías su construcción desde la poesía?
Creo que la poesía, el arte en general, no puede evitar ser memoria, es siempre registro de un cierto tiempo y espacio. A menos que recuerdes tus vidas pasadas, la escritura es siempre pensamiento, conocimiento y emoción de lo que nos circunda. Incluso cuando entramos y salimos del mundo del sueño. Recuerdo una pregunta que me hicieron respecto al libro El Hueso de la memoria cuando lo presenté por primera vez. Me impactó mucho porque lo que dijeron fue que mi poesía “no era situada”. Después de pensarlo un rato, contesté que para mí ese era un libro absolutamente situado, que se escribe y se entronca en la experiencia de la dictadura, la guerra y los abusos de poder. Mantengo lo dicho entonces. Un libro escrito en un tiempo y un espacio, es siempre situado, es siempre memoria. Un libro es resultado de una experiencia, y las experiencias son situadas, sean estas materiales o fruto de la lectura, el pensamiento, la conversación, etc.
La memoria poética no es única y pareciera ser que la memoria del lector completa la del poeta. Esos pozos extraordinarios que son los poemas guardan experiencias materiales, históricas y emocionales del cuerpo que escribe y las circunstancias que lo envuelven. Eso no es una elección. Es así.
- ¿Cómo dialoga tu rol de traductora con tu rol de escritora?
La traducción es para mí, una lectura muy honda y dedicada que personalmente me permite salir de un estado de comodidad para luego volver a entrar en lo propio con más profundidad y cargada de una asimilación de lo ajeno que enriquece mi percepción. Este movimiento actúa en mí como cualquier otra experiencia que me enfrenta a lo ajeno. Son viajes nutritivos y sorpresivos a veces, y, otras, son espacios para el encuentro de ‘almas gemelas’.
-También has escrito para infancias, ¿qué lugar tiene la literatura allí?, ¿qué características crees que debería tener la literatura en este grupo?
No soy ninguna experta en el tema, pero creo que la escritura para niños debe incluir lo lúdico, el conocimiento y el placer sin nunca bajar los estándares del lenguaje. Debe, pienso, despertar pasión por los mundos desconocidos y/o imaginativos, estimular las ganas de conocer, de investigar, de arriesgar, de encontrarse con lo ajeno y lo distinto al mundo propio. Y, también, debe enamorarlos de las palabras, porque finalmente, son ellas las que entregan la llave para entrar al mundo del pensamiento, la discusión, el disenso y también, la posibilidad de defender sus creencias y lo que les importa. Les entrega las herramientas para abordar espacios antes no formulados. La lectura es esencial para entregarles un acceso a la palabra y al tiempo de la lectura. Es ese tiempo y espacio, el que les da la posibilidad de encontrar herramientas que les permitirá sobrevivir más allá de lo que el mundo actual ofrece para ser feliz: eficiencia, competencia y acceso rápido al lucro. Hay un olvido deliberado del hecho de que somos seres vivientes y no máquinas obedientes y funcionales.