No cuidar solas: El desafío de cara al Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados
Ayer, domingo 12 de mayo, se celebró el Día de la Madre. Una fecha típicamente vinculada con la alegría de amar y cuidar. Sin embargo, ser madre es una tarea que cada vez se hace menos seductora para las mujeres en Chile.
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De acuerdo con el registro civil, el 2023 se produjo la natalidad más baja de la última década, con poco más de 170 mil nacimientos. Chile tiene, de acuerdo con el último informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas, la tasa de natalidad más baja de América Latina.
Recientes estudios en temas de maternidad muestran que, entre las grandes razones por las que una mujer decide no tener hijos, están las insuficientes políticas sociales y la dificultad e intensidad en el cuidado.
La falta de servicios sociales de cuidado infantil, así como de políticas que reconozcan y compartan entre todas y todos los cuidados, para que la maternidad no sea vivida como un sacrificio individual, ha implicado para las mujeres no poder ingresar al mercado laboral, reducir su jornada o renunciar a trabajar para hacerse cargo de las labores de cuidado, afectando su autonomía económica durante el curso de sus vidas al perder ingresos y cotizaciones que merman sus fondos de pensiones y explican en gran medida la feminización de la pobreza.
Políticas como la reducción de la jornada laboral a 40 horas, que incorpora corresponsabilidad social mediante bandas horarias para madres y padres, o la ley de conciliación entre el trabajo y la vida laboral, van en el sentido correcto para lidiar con esto.
Según la Encuesta Nacional de Empleo (enero-marzo 2024), de las 8,3 millones de mujeres en edad de trabajar, con una tasa de ocupación de 47,8% -incluyendo formales e informales-, hay 4 millones de mujeres ocupadas y 400 mil desocupadas (buscando trabajo remunerado). De estas 4 millones de mujeres ocupadas, 1,2 millones trabajan en la informalidad.
Sin embargo, estas estadísticas no capturan la gran cantidad de mujeres que realizan trabajo de cuidados no remunerado. En este contexto, sería ignorar una realidad innegable no reconocer que la viabilidad de la maternidad está estrechamente ligada a las condiciones socioeconómicas que la hacen posible.
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Es fundamental reconocer la diversidad de experiencias en la maternidad y atender sus necesidades específicas. Existe un grupo significativo de madres cuyo trabajo de cuidado es extremadamente demandante y abrumador, sin vislumbrar horizontes de alivio en el tiempo: son las madres que cuidan niños y niñas con dependencia moderada a severa.
Estamos hablando de mujeres cuyas labores de cuidado son permanentes y sin horario, que no se acotan a la edad temprana de sus hijos, sino que se extienden durante toda la vida. Debemos considerar también a aquellas mujeres que, siendo madres, deben conciliar el cuidado de hijos e hijas con el cuidado de personas mayores o con dependencia.
Para ellas el Estado no ha entregado respuestas suficientes hasta el momento, y el reconocimiento para una actividad que equivale, en Chile, al menos al 20% del PIB, es menos que insuficiente.
La falta de tiempo para sí mismas, la postergación de sus propias necesidades, la imposibilidad de trabajar remuneradamente y mejorar sus ingresos, y la sensación de vivir para el otro, son cargas que imponemos a esas madres, sin que el Estado se haga parte de esa labor de tiempo completo y sin retribución de ningún tipo.
Además, en Chile no solo baja la natalidad, también aumenta la esperanza de vida. Esto significa que para el 2050 habrá más personas mayores de 60 años que niños y niñas, y que el cuidado va a ser la gran pregunta social de las décadas que vienen.
Tenemos que prepararnos no solo para mejorar la calidad de vida, autonomía y autovalencia de esas personas, sino también para acompañar a las personas que cuidan, que en su mayoría son mujeres, muchísimas de ellas madres. Estas mujeres no solo cuidan a sus hijos e hijas, también cuidan a sus madres, a sus suegras, a sus tías o hermanas. Es fundamental permitirles el uso de su propio tiempo, acompañarlas y retribuir crecientemente su tarea no con palabras sino con acciones concretas y reconocimiento de derechos.
Esa es precisamente la finalidad del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados 'Chile Cuida' que estamos impulsando desde el Gobierno y que esperamos cristalizar en un proyecto de ley: garantizar que cuidar no sea una carga exclusivamente impuesta a esas mujeres, sin ningún tipo de alivio, sino una tarea en la que el Estado y la sociedad se hacen parte de manera corresponsable.
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Quizás así, ser madre en Chile sea una apuesta menos compleja, que nos brinde la oportunidad de amar y que nos proporcione el apoyo necesario para que, el cuidar, sea también bienestar.