Multilateralismo bélico en Medio Oriente
En 2012, en las Naciones Unidas (ONU) se planteó la necesidad de actualizar el paquete de herramientas para el abordaje de los conflictos que se libran en la actualidad. A partir de la invasión de Rusia a Ucrania y la intervención de otros actores internacionales, como la OTAN y la Unión Europea, la evolución de las guerras contemporáneas ha obligado inclusive a que entidades como el G7 se involucren en cuestiones militares más allá de una concepción idealista de un multilateralismo normativo y diplomático, como el propuesto por la ONU.
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La situación en medio oriente es de larga data y constituye un excelente ejemplo de lo que la académica de la Universidad de Santiago, Olga Lepijina, denomina ‘conflictos congelados’ (2014), y que particularmente llamo ‘disputas latentes’.
Si bien Lepijina se refiere a los enfrentamientos de las naciones-estado del espacio post-soviético, es posible aplicarlo también a una lucha en la cual no ha habido paz en 75 años, como señala el nominado israelí al Premio Nobel de Literatura, David Grossman. Según el escritor, más bien es posible observar momentos inestables de tregua, pero no una “paz decente, profunda y viable entre israelíes y palestinos” (La Tercera, 29/10/2023).
A raíz del ataque de Irán con drones a Israel la semana pasada, como represalia al atentado sionista a la embajada persa en Damasco, se ha observado un cambio profundo en la cartografía geopolítica del conflicto. Es inevitable que el ‘modelo de espiral’ implique el aumento de la fuerza militar de un actor (Nación – Estado) así como la búsqueda o la firma de alianzas, lo que puede llevar a otros estados a responder con medidas similares, produciendo mayores tensiones. Por lo cual, es vital el trazar límites a esta escalada que evite un realismo ofensivo, es decir, un dilema de seguridad intenso, con una cooperación baja en otros frentes, y el desarrollo de una carrera de aplicación armamentista.
La BBC titula que ambas naciones ganaron algo con la confrontación, por lo de pronto, el hecho de desviar la atención de Gaza y ponerla en uno de los ‘enemigos únicos’ de Occidente, “Israel contra Irán, el mundo contra Irán” (BBC, 15/04/2024).
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El líder opositor israelí Benny Gantz ha hablado de un logro estratégico que podría traer réditos para la seguridad de Israel, sacando de la opinión pública internacional la reputación de victimario cruel de Israel, y dando un respiro a la catástrofe humanitaria y al fracaso de liberar rehenes y destruir Hamás.
Sin duda, Netanyahu podría mejorar su posición interna en Israel al mostrar unidad con Estados Unidos e Inglaterra, luego del efecto de la hambruna creada por el bloqueo en Gaza.
Por su parte, el objetivo estratégico de Irán fue llamar la atención del mundo entero en función de una respuesta inmediata a cualquier ataque que tenga como blanco ‘el mundo persa’. Fue un efecto de sólo ‘mostrar dientes’ y recibir el beneficio del ejercicio inmediato del poder duro, es decir, una ‘política del prestigio’ a través de la cual se muestran las capacidades militares iraníes frente a cualquier enemigo poderoso.
Aun cuando el objetivo fundamental de la ONU como un modelo de coordinación de diversas estrategias multilaterales es la paz y la colaboración entre actores internacionales, su Consejo de Seguridad de una u otra manera apunta al abordaje bélico de controversias mundiales. Otros organismos internacionales como la OTAN están diseñados para desarrollar una seguridad militar colectiva.
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Sin duda que en ambos ataques se cruzaron las ‘líneas rojas’, y el caso del medio oriente nos lleva a repensar estrategias revitalizadas, efectivas, representativas e inclusivas de un nuevo ‘multilateralismo bélico’.