Sebastián Piñera Echeñique: El último nostálgico del siglo XX
Nuestro país vive una tragedia dado el fallecimiento del expresidente de la República de Chile, Don Sebastián Piñera Echeñique, hombre de profundas convicciones que lo acompañaron hasta el día de su muerte, instancia que viene a sacudir a nuestro país en plena contingencia de incendios forestales y relecturas de lo político.
En instancias como esta los colores ideológicos no corren, más bien, la democracia debe prevalecer y el espíritu tolerante ser indispensable. Tal vez, estamos en presencia de un expolítico, empresario, académico y servidor público que ha partido de este mundo convirtiéndose en el símbolo por excelencia de la centroderecha en Chile.
Primero, el exmandatario Sebastián Piñera fue una de las figuras más importantes del ala liberal en nuestro país, donde sus convicciones últimas no se hacían esperar en diversas materias, por ejemplo: lo mercantil, empresarial, industrial, político e incluso moral. Su persona reúne diversas características marcadas por aciertos y desaciertos a lo largo de su vida, incluso, destacando a través de un breve paneo histórico que pasamos a observar a continuación.
La Biblioteca Nacional del Congreso de Chile alberga lo siguiente: “Nació el 1 de diciembre de 1949, en Santiago. Es hijo de Magdalena Echeñique Rozas y José Piñera Carvallo, militante del Partido Demócrata Cristiano, embajador en Bélgica (1965-1966) y luego ante la ONU (1966-1970) durante el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Verbo Divino, entre los años 1955 y 1964, en Santiago. En 1971 se tituló de ingeniero comercial y fue distinguido con el premio Raúl Iver al mejor alumno de su promoción. En 1973 se trasladó a Estados Unidos para continuar sus estudios de posgrado en economía en la Universidad de Harvard. Tres años más tarde, obtuvo su doctorado con la tesis: "Economía de la Educación en Países en Desarrollo. Una Colección de Ensayos".
Entre 1974 y 1976 fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Paralelamente, entre 1975 y 1978, fue consultor del Banco Mundial. En 1979 creó Bancard S.A., sociedad que trajo a Chile las tarjetas de crédito Visa y MasterCard y que a través de su división Fincard S.A. fue la mayor emisora de tarjetas de crédito en nuestro país.
Cercano al Partido Demócrata Cristiano, para el plebiscito del 5 de octubre de 1988 hizo pública su opción por el NO, contraria a la permanencia del régimen militar de Augusto Pinochet Ugarte en el poder.
El 11 de marzo del 2010 asumió como Presidente de la República, después de 20 años de gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia. En los comienzos de su administración, debió afrontar los efectos del terremoto y maremoto que afectó al centro y al sur del país.
El 5 de agosto de 2010, el derrumbe de la mina San José, ubicada en la Región de Atacama, en el norte del país, mantuvo atrapados a 33 mineros hasta el 13 de octubre de ese año, encabezando un rescate sin precedentes por parte de mandatario y su Ministro de Minería Laurence Golborne, dicho sea de paso, realizó aquello pese a las claras indicaciones de no ejecutar tal ejercicio de rescate por parte de sus consejeros.
En la elección presidencial del 19 de noviembre de 2017 obtuvo 2.418.540 votos, correspondientes al 36,64% del total de los sufragios válidos, pasando a la segunda vuelta electoral con el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, quien obtuvo 1.498.040 votos, equivalentes al 22,70% del total de los sufragios válidos. En la segunda vuelta electoral, realizada el 17 de diciembre de 2017, en que votó una mayor cantidad de electores en relación a la primera vuelta, fue electo Presidente de la República por el periodo 2018-2022. Obtuvo 3.796.918 votos, que corresponden al 54,57% del total de los sufragios emitidos válidamente”.
Sin duda, estamos hablando de un intelectual público amado, despreciado, odiado y admirado. Sin embargo, forma parte de la historia de Chile y parece ser el último gran referente de la camada de derecha propia del siglo XX nacional.
A lo anterior, debemos mencionar el conflicto que enfrentó (entre varios otros), tras el denominado estallido social del año 2019, como consecuencia de los sucesos del 18 de octubre del mismo año. Por otro lado, la pandemia fue la muestra sociológica cuya gestión, administración, logística y responsabilidad presidencial, mostró altura y cuidado por sobre varios otros países vecinos de la región. No cabe duda de que el expresidente sufrió uno de los gobiernos (segundo mandato) más complejos en materia de disgusto social, demandas ciudadanas y peticiones desde el mundo proletario.
Por último, la partida de Don Sebastián Piñera de este mundo indudablemente tensiona el quehacer político, republicano y público del aparato burocrático llamado Estado, donde los errores sirven para aprender y mejorar, los aciertos para aconsejar y fortalecer, y la historia para rememorar, una y otra vez, a esos que han pasado por este trozo de tierra con constantes cambios vivificados en la sociedad civil.
La historia de Chile versa sobre personas, no sobre disputas abstractas de filosofía política o militancia adyacente, por ende, valorar la vida y sus actores políticos permite descubrir lo humano, sensible, ético y social de las personas.
El fallecimiento del exmandatario alberga una relectura obligatoria que todos los chilenos y chilenas debemos hacer, esa que mire a la democracia somo sinónimo de tolerancia, encuentro, diálogo y respeto cívico. Una democracia que se levante más allá de los errores, que aprenda del pasado y de aquellos que no están presentes para que nosotros podamos construir un mundo mejor.
Sin duda, estamos en presencia de un expolítico, empresario, académico y servidor público que ha partido de este mundo convirtiéndose en el símbolo por excelencia de la centroderecha en Chile.