Árboles antiguos y reservorios de especies se suman a las pérdidas humanas en el jardín botánico
Más de 90% del Jardín Botánico de Viña del Mar se vio afectado por el fuego el pasado fin de semana, causando la muerte de Patricia Araya, una funcionaria que trabajó 40 años reproduciendo plantas en el jardín, y que falleció junto a su madre y dos de sus nietos.
A la inconmensurable pérdida humana se le suma la de uno de los jardines botánicos más extensos del mundo y centro de investigación donde se trabajaba para restaurar y proteger las especies vegetales que hacen posible la vida humana en el planeta.
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El equipo de jardín se encuentra inspeccionando cada parte del lugar, y en ese trayecto se encuentran con pequeños milagros: se salvaron algunos especímenes de toromiro, un arbusto extinto en Rapa Nui, y gingkos japoneses que sobrevivieron a la bomba atómica, así como parte del huerto, o el jardín de selva valdiviana.
Pero también hay muchas pérdidas: grandes araucarias, una reserva de palmas chilenas en peligro de extinción y sequoias que se quemaron en la base, parte del cactario y otros árboles nativos y exóticos centenarios, que son imposibles de recuperar en el futuro cercano.
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Largo camino de restauración
El jardín botánico ha sido el espacio de aprendizaje de varias generaciones de especialistas en flora y ecología, como Ramiro Bustamante, doctor en ecología de la Universidad de Chile e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
“El botánico es un mosaico de especies que llevó años en construir, y una quebrada donde se puede encontrar bosque esclerófilo costero que estaba muy bien conservado. Esta vegetación nativa de Chile central se va a regenerar, tienen la capacidad de hacerlo, pero no va a ser un ecosistema con la magnificencia que tenía antes”, lamenta Bustamante.
El ecólogo ha observado a lo largo de su carrera cómo el bosque nativo se puede regenerar tras incendios, por lo que afirma la importancia de no sacar todos los árboles quemados y afirma que existe mucho conocimiento acumulado sobre restauración que se puede poner a disposición, aunque se trata de un proceso que requiere de muchos recursos.
También recuerda que parte de esa recuperación ocurre fuera de la escala temporal humana. “El quillay crece muy rápido, pero un árbol adulto de 4 metros de peumo o boldo demora 40 o 50 años en crecer”, ejemplifica.
Desde el Jardín Botánico de Viña del Mar facilitaron una cuenta bancaria para recibir donaciones para la restauración. El director del espacio afirma que no está recibiendo aún trabajadores voluntarios ya que existen situaciones de riesgo como la caída de árboles y ramas.