Lo de Barriga es des-comunal
Entre pérdidas de confianza mediante irregularidades administrativas y financieras en la gestión municipal, recordamos, por supuesto, casos como el de Vitacura y San Ramón. Sin embargo, lo que hemos visto en Maipú es una verdadera burla.
Cathy Barriga, exalcaldesa de Maipú -por cupo UDI- fue formalizada por fraude al fisco y falsificación de instrumento público. Según las investigaciones, estos delitos habrían causado un déficit fiscal en la comuna de casi $31 mil millones.
Durante todo el periodo de investigación y formalización, Cathy Barriga se mantuvo activa en redes sociales, exponiendo sus rutinas en el gimnasio o simplemente sus trayectos en auto, en los que planteó lo difícil que era para ella todo lo que estaba ocurriendo. En esa exposición mediática hay una suerte de banalización y farandulización de una situación de suma delicadeza, lo que no deja de recordar la puesta en escena de un concejo municipal en que, en vez de concejales, había peluches -comprados con platas públicas, dicho sea de paso-.
A la exalcaldesa la condenaron a arresto domiciliario que está cumpliendo en su casa en Peñaflor, apartada de la vorágine de la ciudad, con amplios espacios, piscina y otras comodidades que no ha escatimado en mostrar en sus redes sociales y han alimentado un innecesario show mediático.
Las municipalidades son las unidades administrativas del Estado que dan la cara. Son las instituciones cuyas oficinas están a la mano, están al alcance de las personas para una gran cantidad de necesidades y demandas cotidianas. Se le llama gobierno local porque es la unidad gubernamental circunscrita a un territorio acotado, a una comuna, espacio en el que además se despliega identidad, sentido de pertenencia, incluso se trata de un universo en el que se plasma una profunda emocionalidad, más allá de las adversidades.
Mi comuna, mi barrio, mi población, mi junta de vecinos, mi calle, son espacios muy propios, pero desde un buen lugar del concepto de “propiedad”, diría yo. Es por eso que la confianza que se deposita en la alcaldía y sus concejos es tanto más poderosa como más frágil, en contraste con otras unidades administrativas.
La confianza permite ser y andar por el mundo. En la medida que depositamos nuestra confianza en una situación, persona(s) o institución(es), nos permitimos la certeza, la seguridad y la tranquilidad. Así, la pérdida de confianza es algo des-comunal, porque cuando ocurre es muy difícil de recuperar y subsanar.
En política es un tópico recurrente que mueve masas, pues muchas veces, frente a una elección, por ejemplo, nos interpela simplemente desde un “le creo” o “no le creo”. Las encuestas consultan por la confianza en políticas/os, así como en instituciones, gobiernos y Estados, justamente porque se ha vuelto una unidad de medida de la salud del sistema político y la democracia.
De eso se trata la pérdida de confianza que produce Barriga, para sí misma y para el cargo, pues la magnitud del déficit fiscal alegado y la implicación de varios funcionarios de alto nivel en su administración sugieren un escenario complejo de gestión y supervisión. Hace mella a muchos otros casos de presuntas corrupciones y fraudes, mientras levanta preguntas sobre el criterio y la probidad que son aún más profundas.
Se prende, entonces, una alerta respecto de la importancia de la transparencia, la rendición de cuentas y la fiscalización en la administración pública y la gestión municipal, pues los cuestionamientos a esta unidad institucional hacen gran daño al aparato estatal. Es simplemente des-comunal.