Entonces... fue el plebiscito ¿Y quién ganó?
Han abundado las reflexiones sobre la respuesta a la pregunta sobre quién ganó y perdió el plebiscito, apuntando a distintos lados, aunque coincidiendo varios en que lo más claro es el gran perdedor: José Antonio Kast y el Partido Republicano. También han abundado actitudes triunfalistas de perdedores para no parecerlo tanto, queriendo, por ejemplo, instalar que el plebiscito fue ratificatorio de la Constitución de 1980, omitiendo que la única vez que ha sido legítimamente plebiscitada fue el 25 de octubre de 2020, cuando la opción de cambiar la Constitución ganó por casi 60% de diferencia.
Los perdedores indiscutibles fueron quienes sostuvieron la tesis de proponer un programa de Gobierno, queriéndolo amarrar al futuro de Chile, maquillando este programa como propuesta constitucional. Así, entonces, perdió el retroceso a los derechos de las mujeres, el retroceso en materia de derechos sociales, el debilitamiento del Estado, el Estado subsidiario, una reforma tributaria que favorecía exclusivamente a quienes menos necesitan, etcétera. Pero este era un programa de Gobierno con nombre y apellido, era un programa que compartía harto de la opción derrotada en la última segunda vuelta presidencial.
Pero ¿era una propuesta exclusivamente de Kast? Principalmente sí, aunque quienes le acompañaron en la derrota fueron los mismos que durante el proceso no quisieron tomar una posición activa de acercamientos que podría haber colaborado en la construcción de una propuesta de consenso. De este modo, Chile Vamos perdió una oportunidad de demostrar liderazgo y una visión país que le pusiera tope a las propuestas más alejadas del sentido común y podrían haber actuado como articuladores políticos, pero decidieron, deliberadamente, ser vagones de cola del tren que conducía el Partido Republicano.
Entonces ¿Quiénes ganaron? Aquí hay un relativo consenso en que no existe un grupo específico que pueda adjudicarse el triunfo, quienes sostengan lo contrario probablemente tengan un interés electoral en ese relato. Sin embargo, sí existe un grupo más grande que fue ganador. Sin pretender caer en el cliché, el 17 de diciembre ganó Chile y la ciudadanía. Ganamos una nueva oportunidad para dejar en claro que Chile quiere -y necesita- mejorar sus condiciones materiales de vida, sin slogans vacíos ni divisiones políticas infructuosas. Sin mezquindad, con menos cálculo electoral, con más eficacia y eficiencia en la resolución de sus necesidades.
Lo anterior, exige en especial a las autoridades de elección popular y con aún más ahínco, a la oposición parlamentaria. La ciudadanía no puede seguir esperando que se resuelvan discusiones bizantinas para que mejoren sus pensiones, se requieren destrabes con altura de miras, con acercamientos como los que ya ha hecho el Gobierno.
En consecuencia, es claro que los dichos del Senador Macaya al día siguiente de la elección no le hacen bien al país, atrincherarse en posiciones es no entender las exigencias ciudadanas de llegar a acuerdos. Finalmente, esta es una nueva oportunidad para Chile Vamos, cuando pueden demostrar a través de hechos si es que se mantendrán como vagón de cola del Partido Republicano, pese a lo demostrado en el Consejo Constitucional, o bien, van a aislar a los extremos por el bien de Chile. Esperemos que sea más lo segundo que lo primero y no vuelvan a tropezar sobre la misma piedra.