El vaso medio vacío o medio lleno: ¿Ganamos los no chilenos?
¿Son cuatro años perdidos, como sostienen gran parte de los actores políticos, consultados por periodistas, respecto a los resultados del proceso plebiscitario recientemente concluido? Discrepo profundamente de esta afirmación.
Hemos ganado como país, como sociedad, como cultura, porque hemos aprendido a diferenciar la verdad de la mentira, a distinguir entre el fraude y la honestidad, a descubrir a los lobos con piel de oveja, a castigar a quienes hacen del engaño su forma habitual de comportamiento. Se ha puesto freno a los extremistas de todos los pelajes. Ha primado nuevamente la sensatez y la mesura que caracteriza el comportamiento electoral del pueblo chileno. Obviamente, hemos vivido un proceso del cual debemos sacar lecciones, del cual realizar aprendizajes. Veamos que podemos aprender:
Uno. Dos veces el electorado le dio a ambos extremos del arco político la posibilidad de proponer una carta constitucional que reemplazara la actual Constitución, esperando que fuese un factor de unidad. Se había entregado además, en el segundo proceso, el más amplio acuerdo de la historia, propuesto por constitucionalistas de todo el arco político, que expresaba un avance sustantivo en el ámbito constitucional.
Dos. Experimentamos polarizaciones y tensiones de muy diversa índole, que han impedido, durante más de cuatro años, un diálogo político productivo que beneficie al pueblo chileno. Si los actores políticos leen apropiadamente que dicen estos resultados, deberían reducir los altos grados de radicalización discursiva que alimenta esa polarización.
Tres. La ultraderecha, y aquella parte de la derecha que se sometió incondicionalmente a su discurso de polarización, fueron derrotadas absolutamente en las urnas. Se pretendió transformar la elección en un juicio al gobierno y fracasaron en ello.
Cuatro. Quienes creen y piensan que figuras como Bolsonaro, Milei o Bukele son alternativas viables para dar conducción al país, han experimentado un notorio traspié.
Cinco. Se mantiene vigente la actual Constitución, aunque sin los candados que le puso Jaime Guzmán, pues el último de ellos que quedaba: los dos tercios para su modificación se han transformado ahora en cuatro séptimos, lo cual hace menos difícil hacer los ajustes que el avance de nuestra historia vaya exigiendo.
Seis. En la primera oportunidad plebiscitaria el electorado propinó una significativa derrota al progresismo y a los sectores oficialistas. En esta segunda oportunidad el fracaso lo sufrió la oposición y la derecha, en especial sus sectores más maximalistas.
A diferencia del anterior proceso, en el cual quienes perdieron reconocieron la derrota plebiscitaria, hoy los sectores derechistas se niegan a reconocer su fracaso electoral. Por el bien de nuestra patria y quienes la conformamos, es imprescindible que aquellos que pierden en un proceso electoral aprendan por fin a reconocerlo. De no hacer así, se engañan, se mienten a sí mismos y se daña Chile.