Los valores de occidente
Pareciera ser que para buena parte de nuestra élite política e intelectual estaríamos frente a una "disputa cultural", respecto al conflicto que se desarrolla en Medio Oriente, donde Israel sería la última barrera para sostener los valores occidentales, "pluralistas y democráticos" que vendría representando frente a la barbarie de Hamás.
En sus respectivas columnas, Soledad Alvear planteó que "el mundo enfrenta un giro peligroso (...) hacia una realidad donde los seres humanos importamos menos. (...) Esta es la barbarie de Hamás". Y que "es la defensa de una civilización judeocristiana occidental, democrática y basada en los derechos humanos la que está en entredicho".
Mientras, Carlos Peña señala que "Hamás y el Yihadismo agrede a Israel en nombre de una ideología absoluta, que persigue objetivos iliberales, antidemocráticos y la desaparición de Israel de la faz en la tierra (...) En este caso se trata también de luchar y oponerse a una ideología, a un fanatismo y a una exaltación religiosa que si triunfara acabaría amalgamando las libertades y la democracia".
Vale la pena desmenuzar dos elementos relevantes de este pensamiento: la creencia de que occidente es dueño de determinados valores humanamente superiores y la brutal contradicción que encierra esto poniendo a Israel como un ejemplo de los mismos.
¿Cómo podría representar Israel dichos valores, un Estado teocrático, dirigido por un grupo de fanáticos fundamentalistas religiosos ultranacionalistas, que mantiene un apartheid con la población palestina, que construyó su existencia en base a una política de limpieza étnica y que de manera sistemática vulnera los valores del pluralismo y los derechos humanos?
Esto subyace a cierto pensamiento donde occidente es el amo y señor de los valores de la tolerancia y el respeto, mientras que cualquier otro lugar del mundo que tenga visiones similares a través de otras formas de relacionarse son simplemente inferiores. Por eso la barbarie siempre es ajena, nunca es propia. Los bárbaros son los otros, nunca nosotros. Todo occidente se atribuye logros, pero siempre se desentiende de las culpas. La democracia parlamentaria es un “producto” de la civilización, pero Auschwitz es un error de un hombre demente.
Por eso podemos escandalizarnos con un ataque de Hamás a la población civil israelí, y al mismo tiempo, hacer vista gorda ante el campo de concentración llamado Franja de Gaza, una situación aborrecible e incompatible con el respeto a la dignidad humana, que sin embargo es irrelevante para occidente.
También podríamos excluir del relato occidental a los cristianos sionistas de EEUU y los partidos de derecha israelí, quienes basados en fundamentalismos religiosos aspiran a eliminar a todos los palestinos del territorio y reconstruir el "Gran Israel", ocupando territorios que van mucho más allá de lo que hoy es Israel y de lo que debería ser Palestina.
Es que al cumplir con ciertos estándares de formalidades y procedimientos, como ciertas libertades individuales y mantener elecciones periódicas, un sector se legitima como el portador de determinados valores, aún cuando en lo material realicen exactamente lo contrario.