“A favor” o “En contra”, he ahí el dilema
Los chilenos nos encontramos ad portas de un nuevo plebiscito para validar o no, por segunda vez en un lapso corto de tiempo, el proyecto constitucional entregado recientemente al presidente Gabriel Boric.
Si bien la idea central es sacudirse de ese halo de ilegitimidad con el que carga nuestra actual Constitución y, en lo específico, tener una carta magna surgida en democracia, al parecer la cuestión no es tan sencilla.
El proyecto, escrito por un Consejo Constitucional de amplia mayoría de derecha, ha sido objeto de intensas críticas y controversias, y ha suscitado una serie de preguntas sobre el futuro del país y los valores que se quiere defender. Lo mismo ocurrió en el proceso anterior, y las críticas son más o menos las mismas, salvo que hubo más declaraciones y acciones rimbombantes por parte de los convencionales-constituyentes que la hicieron más “pintoresca”
Ahora bien, en general, la forma de actuar de la clase política, no está a la altura de las circunstancias. Se manifiesta errática, lo cual puede confundir a la ciudadanía y no colabora en la comprensión del proceso recientemente vivido. ¿Cómo explicar la frase de Beatriz Hevia, ex presidenta del Consejo, aludiendo a que se “lograron acuerdos” si este proyecto fue votado favorablemente por los 33 consejeros de derecha y en contra, los 17 oficialistas? ¿Cómo explicar que los del “Apruebo” ahora están “En contra” y los del “Rechazo” están “A favor”?
Entonces “A favor” o “En Contra”, pero de qué: ¿de la derecha y sus ideas conservadoras que, a decir de algunos va en contra de “mínimos civilizatorios”? ¿Del gobierno que se la jugó, abiertamente, por el proceso anterior o por tener una constitución surgida en democracia?
Está claro que las motivaciones de la clase política son diametralmente opuestas a las de la ciudadanía. Para los primeros, esto no solo se trata de tener una constitución escrita en democracia, sino también escrita por “mi” sector político y con mayor o menor participación ciudadana.
En cuanto a la ciudadanía, hasta ahora, se ha situado del lado contrario del sector político que incentivo los cambios. ¿Cómo votará el 17 de diciembre? “A favor” por convencimiento de que es lo mejor para el país o porque quiere que esto termine de una buena vez; o “En contra” como voto de castigo para la clase política, por no hacer un proceso participativo vinculante.
No hay una respuesta al respecto, sobre todo, si pensamos en que el voto obligatorio sacó de la zona de confort a quienes llevaban décadas sin votar. Esos que cuando la inscripción era voluntaria, nunca se inscribieron y que cuando la inscripción fue automática y el voto voluntario, siguieron sin ir a votar, esos que, probablemente, forman parte de los 2,5 millones que anularon o dejaron en blanco su voto en la elección de consejeros constituyentes.
Lo que sí está claro es que, tal como dijera el presidente, las constituciones no solucionan los problemas inmediatos y que será el pueblo de Chile el que decida, soberanamente, si está “A favor” o “En contra”.