La deriva política -constitucional-
Toda encuesta, sea esta bien o mal calificada, apunta a que hoy la mayoría de los chilenos rechazará la propuesta constitucional -nuevamente-. La verdad es que las razones son múltiples: una constitución partisana, poco anclaje por parte de los constituyentes con los intereses de la ciudadanía, gustos parecidos a los de la constitución anterior, y así, suma y sigue. La cuestión es que nuevamente la debacle constitucional estará abierta, y las fórmulas para resolverla agotadas.
El actual proceso es el tercer proceso constitucional desde el retorno a la democracia, y la verdad es que todos han fallado estrepitosamente. Desde el intento de Michelle Bachelet por hacer un proceso ciudadano y participativo, pasando por el ferviente proceso posterior al estallido de 2019, y finalmente un proceso que parecía iba a hacerse cargo de las falencias de los anteriores; se contaba con una comisión de expertos y expertas que redactaron un texto para todos y a la medida de nadie. Posterior a esta comisión, nada mejor que un proceso de elección democrática para redactar, en base al documento elaborado por los expertos, una constitución que finalmente nos permitiría salir de la tan tortuosa debacle constitucional.
Todo indica que aquello ya falló, pero ¿qué fue lo que realmente falló? ¿Cómo es posible que un partido que obtuvo por sí solo casi la mitad del total de los representantes del órgano constituyente se vea incapaz de sintonizar, siquiera con la misma población que votó por ellos para redactar la nueva constitución?
La respuesta, a mi juicio, es que en esta pasada la cuestión no habría sido muy distinta si otra fuerza política hubiera obtenido la mayoría que obtuvo Republicanos. Pero no se confunda, Republicanos ha tenido un gigantesco peso en el fracaso de este proceso. El punto que quisiera plantear es que hoy la sociedad chilena está siendo incapaz de ser correctamente leída por quienes debieran representarnos. Estamos encarnando en uno de los procesos más esperados y sentidos por la población, la incapacidad de los representantes políticos, valga la redundancia, de representar correctamente los intereses de nuestro pueblo en su conjunto, siquiera en una versión de mayoría simple.
Hoy es imperativo, más que nunca, la ampliación de la democracia; pasar de la mera delegación de la voluntad a representantes políticos a la participación política efectiva por parte de los ciudadanos. Se necesitan más espacios de democracia intermedia y directa, donde los representantes no sean los únicos delegados con la tarea de la representación política. Todo mayor de edad puede pensar por sí mismo bastantes cosas más que solo aplicar su voluntad para elegir a un representante cada 4 años en el parlamento, en la alcaldía o en un proceso constituyente. Si toda fórmula ha fracasado, tanto en Chile como en las democracias occidentales, debemos ser capaces de repensar nuestro sistema político y dotarlo de nuevas herramientas.
Ante la polarización y la incapacidad de las distintas fuerzas políticas de ponernos de acuerdo, son necesarios más plebiscitos intermedios, más audiencias públicas, más participación ciudadana real y efectiva. Particularmente, necesitamos de la participación de quienes hoy no quieren nada con la política, pues estos grupos son probablemente quienes más tienen algo que decir a nosotros los políticos y a Chile en general, guste a quien guste.