Pinochet y Ortega: misma especie
[caption id="attachment_752662" align="alignnone" width="707"] Augusto Pinochet[/caption]
En 1859, Darwin señalaba que entendía por especie un término asignado arbitrariamente, con fines didácticos, a un conjunto de individuos que se asemejan notablemente. Pues bien, sostengo que Augusto Pinochet y Daniel Ortega son individuos de una misma especie, que conocemos como “dictadores”. Y los pinochetistas son de la misma especie que los seguidores de Ortega.
Imagino que los unos y los otros se sentirán profundamente ofendidos por estas palabras, pues, al fin y al cabo, se miran recíprocamente con gran repugnancia y se odian visceralmente. Ser lo que uno desprecia es, lo reconozco, incómodo.
Vamos viendo.
Ortega acaba de privar de la nacionalidad nicaragüense a 94 opositores a su dictadura. Le parece que han cometido “traición a la patria”, entendiendo por patria, claro, lo que a Ortega se le antoja que sea. Incluye entre los sancionados a dos escritores: Sergio Ramírez y Gioconda Belli.
Pinochet privó de su nacionalidad a nueve chilenos, entre ellos, y solo por nombrar a algunos, a Volodia Teitelboim, Anselmo Sule y Orlando Letelier. Este último, como bien sabemos, fue asesinado en Washington por órdenes de la DINA, con el valiente expediente de una bomba activada a distancia por arrojados funcionarios.
En Nicaragua, en la cárcel policial de El Chipote, se somete a presos políticos a la denominada “tortura blanca”, que en general no deja huellas físicas visibles, pues se basa en el aislamiento, el hambre y golpes con técnicas especiales para no dejar rastros evidentes.
Los estudiantes Lesther Alemán y Max Jerez, el presidente de los empresarios, Michael Healy, y la dirigente opositora Violeta Granera, fueron mostrados en público cuando los trasladaron a audiencias en los tribunales de Managua. El cronista deportivo, Miguel Mendoza, se cree, habría perdido ya 30 kilos. Sus rostros y sus cuerpos evidenciaban los malos tratos, denunciados en la ONU como parte de una sistemática violación de los derechos humanos por parte del gobierno de Ortega (quien, al igual que alegaba Pinochet, aunque aludiendo a la fuerza propagandística del marxismo internacional, se queja de una propaganda imperialista de la derecha mundial).
En Chile, hay más de 30.000 personas reconocidas como víctimas de prisión política y tortura, en documentos oficiales que no son ya discutibles en cuanto al establecimiento de los hechos. Los negacionistas que quedan solo son fanáticos que no pueden ser tomados en serio, salvo como un grupo de gente peligrosa.
Amnistía Internacional ha denunciado que la desaparición forzada es la nueva táctica represora implementada por Daniel Ortega en Nicaragua. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos calculó, en 2022, en 355 el número de muertos por la represión de Ortega y en más de 100.000 los exiliados. Pinochet se hizo tristemente famoso en el mundo por dejar, tras de sí, un saldo de más de 1.200 desaparecidos, incluyendo 54 menores de edad (no puedo dejar de recordar el repulsivo acto de Patricia Maldonado lanzando huesos de pollo a los parientes de esos desaparecidos… La creatividad de los perversos no tiene límites, tengo que admitirlo).
Se calculan los exiliados chilenos en más de 200.000. El total de víctimas de violaciones a los derechos humanos de Pinochet alcanza a las 40.175 personas, entre detenidos desaparecidos y víctimas de prisión política y tortura.
Claro, Ortega es de izquierda y Pinochet se identificó con la derecha rabiosamente anticomunista. Pero, al final del día, coinciden en lo esencial, ¿no les parece?
Coinciden, Augusto y Daniel, en que creen saber cómo debe ser un país y en que con esa sapiencia basta. La democracia, los consensos, los debates serios son cosa de débiles. Es bastante obvio que esto resultaría muy molesto tanto para Pinochet como para Ortega, personas más bien simples y de conexiones neuronales moderadas.
Son, los dos, personas con poco poder de abstracción; suelen ser más bien ignorantes y amantes de “lo concreto”, de manera que cualquier sistema político de funcionamiento complejo, como es una democracia, llena de contrapesos, fiscalizaciones y necesidad de explicar y justificar políticas públicas, les excede.
Coinciden también estos dos sujetos, uno ya muerto y otro que haría bien en coincidir en ello también, en que los seres humanos y sus sufrimientos no les impresionan. Como no les impresionaban a Hitler ni a Stalin, ni a Mao ni a Stroessner, ni a Franco ni a Jaruzelski. Es decir, son personas que, psiquiátricamente, pertenecen al reino de los psicópatas, incapaces de sentir compasión o experimentar empatía alguna. Son como Jeff Dahmer o Ted Bundy, pero a cargo de gobiernos.
Así, esta especie de ser humano, cuando su psicopatía pertenece al del tipo fanático, tiene tendencia a torturar personas, a destruir familias, a dejar niños huérfanos o a traficar con ellos, a desaparecer opositores, a exiliarlos, a quitarles su nacionalidad y otras lindezas salidas de sus rudimentarios cerebros.
Coinciden en su fanatismo, donde las razones de los demás, las visiones de mundo alternativas, la posibilidad del error propio y el acierto ajeno, la tolerancia, la búsqueda de consensos o la resolución de las diferencias en las urnas son, sencillamente, tonterías en las que no vale la pena gastar tiempo.
Coinciden, cómo no, en la profunda abyección y cobardía de sus espíritus, manifestadas especialmente en su tendencia a enviar a otros a las guerras y las matanzas mientras arrellanan sus humanidades en mullidos cojines junto a algún buen café.
Coinciden en ser mentirosos incurables, cuyo narcisismo muchas veces los conduce a creer realmente que son buenas personas, salvadores de una patria que en realidad destruyen, protectores de valores que en verdad son una basura, guardianes de ideas que, en sus acotadas mentes, justifican muertes y brutalidades. Todos los de esta clase organizan sus mentiras con un control mediático absoluto y la eliminación de la libertad de expresión.
Sí, señores. Son de la misma especie. Y los que siguen a uno u otro, también.
A los que creemos en los derechos humanos, en la compasión, en el sueño de Galeano de un mundo futuro sin militares; a los que nos repugnan las armas y el sufrimiento de cualquier persona; a los que los golpes, bombazos y balazos nos parecen las manifestaciones claras de la limitación mental de quienes los prodigan; a todos nosotros, digo, nos da exactamente lo mismo el signo político, las ideas o las filosofías de estos sujetos que esparcen el sufrimiento y su maldad partes. Simplemente todo dictador es un dictador.
Antes que cualquier otra clasificación, lo único que debemos preguntarnos es si estamos por la democracia y por la dignidad y los derechos humanos de todas las personas o no.
Es una pregunta simple y sencilla. Después, solo después, se puede ser de izquierda o derecha, ser partidario de un Estado fuerte o mínimo en la economía, de servicios básicos garantizados para todos o de entregarlos al mercado, de subir o bajar los impuestos, de liberalizar o penar el aborto, de reconocer o no una función social a la propiedad, de contar o no con pena de muerte, de supeditar o no el crecimiento económico a la protección del medio ambiente.
Las diferencias en estos temas y otros serán cuestión de elecciones y votaciones, pero nunca serán objeto de aviones bombardeando La Moneda o de dictaduras como la de Ortega.
El consenso entre las personas de mínima decencia moral es este: nuestras diferencias las someteremos a un sistema democrático y aceptaremos los triunfos y las derrotas, pero jamás impulsaremos adueñarnos de todo el poder ni estaremos por la violación de los derechos humanos de nadie. No daremos espacio a los odios histéricos de tanto termocéfalo que se pasea ofreciendo violencias y amenazando a los que piensan distinto. Si somos de esta especie, aislaremos a los de la otra, esto es, a los violentos y loquitos que quieren todo el poder para sí.
Así que, antes de clasificarse usted como de derecha, centro o izquierda, pregúntese de qué especie es usted: ¿de las de los dictadores o de las demócratas que no transan en el respeto a los derechos humanos?
¿Augusto o Daniel? Mejor gente normal y mentalmente sana, ¿no cree?