“Frágil, expuesta”: La escritora Romina Reyes se adentra en la poesía
Romina Reyes (Santiago, 1988) dice ser mala. Pero no por gusto sino como mecanismo de defensa. Quizás ser activista supone eso: disputar espacios. Periodista, escritora y guionista, ha publicado ya varios libros. “Reinos” (Ed. Montacerdos, 2014), su primera recopilación de cuentos, no solo tuvo buena recepción crítica, sino que ganó el premio a las Mejores Obras Literarias 2013. Luego, el relato que le da título al libro, fue llevado al cine. Sueño dorado para cualquier debutante que sin embargo no marea a su autora, pues como dice, ya pasó la etapa de cumplir los sueños quizás porque aquí en Chile no se puede soñar.
Luego vendría una novela y un fanzine: “Ríos y Provincias” (Ed. Montacerdos, 2019) y “Parecíamos eternas” (Ed. Hambrehambrehambre, 2020). Hoy vuelve con una nueva propuesta: Frágil, expuesta (Ed. Libro del Cardo, 2022) un breve texto que deambula entre el verso libre y la prosa poética, y en el que la autora aborda temas como la migración, el desarraigo y las relaciones entre mujeres. Una recopilación de entradas de blog y diarios de vida, escritos entre 2013 y 2021, editados y compilados por la propia autora. Experiencias que pueden leerse como el largo proceso de toma de conciencia feminista y que, al mismo tiempo, configura el desarrollo de una voz autoral en ascenso.
Reflexiones sobre la cotidianidad, sobre las relaciones de pareja, la soledad, el aburrimiento, y la presión por el mundo de la adultez. Temas siempre matizados por una serena pero implacable dosis de humor. Así, los textos de “Frágil, expuesta” también podrían leerse como una breve recopilación de confesiones y conversaciones entre amigas, escritas al calor de una borrachera de tristeza. Soy mujer y parto perdiendo incluso cuando gano, señala la autora.
- Frágil, expuesta es una edición de entradas de blog y diarios de vida. ¿Qué dejaste fuera?
Al armar el libro fui privilegiando los textos que tenían que ver con migrar, desterritorializarse, con viajes y experiencias afectivas relacionadas con los paisajes. Tenía mucho texto que era una especie de ensayo de escritura, que de una u otra forma terminaron en Reinos, en Ríos y provincias o en Parecíamos eternas. En algún momento pensé incluirnos para mostrar mi voz en bruto, antes de la edición, pero definí dejarlos fuera para darle una identidad propia a este libro. Saqué mucho de diarios de vida, escrituras más de la guata, pero siempre sacando frases, imágenes, donde mi interés no era contar una historia, sino centrarme en la emoción.
- Entre medio incluso te das espacio para imaginar episodios de violencia machista. Citándote, ¿por qué entonces sería mejor ser mala a pasar por víctima?
Supongo que hay un mecanismo de defensa ante la violencia que es tratar de verse a una misma como ganadora, de valorar las experiencias que ha tenido, sin tanto juicio y sin culparse. En las conversaciones íntimas que tú y yo podemos tener, se hace evidente que la violencia machista no es excepcional, y eso genera contención, pero a la vez rabia. O sea, habemos muchas "víctimas" caminando en la calle. Por eso me da tanta rabia el conservadurismo antifeminista que impone una imagen de la violencia sexual: la del callejón oscuro donde te llevan para violarte. Cuando la mayoría de historias que conocemos son entre personas que tienen algún tipo de relación previa, desde el parentesco, a la amistad, a la pareja. Entonces hay una forma equivocada de abordar el problema. ¿Qué tiene que ver eso con ser mala en vez de víctima? Me refiero a tomar una posición activa, no-indefensa. Yo decidí ponerle a eso "ser mala" porque toda la vida me han tratado de pesada, mala onda, y sé que es porque soy la que dice las cosas de frente.
- Alguien me dijo que hoy mucha literatura más parece una extensión de las redes sociales. Así, exponer la propia intimidad, cuando casi todo el mundo se expone, podría no ser gran cosa. ¿Cómo te relacionas con esta discusión?
No lo había escuchado. Considero que nunca me he expuesto mucho en redes sociales. Me refiero a exponerme literariamente. Yo soy más privada con mi proceso creativo. Una cosa para mí es compartir mi pololeo, o mi carita, incluso mi cuerpo en una foto con algún caption, otra cosa es escribir. Y no creo que la literatura de autoexponerse como le podríamos decir, sea buena o mala per se; por otro lado, siempre he pensado que el nivel de cercanía que cualquier escritura pueda tener en relación a la vida de su autor es un hecho de la causa y no mucho más.
- Llama la atención cómo en tan poco tiempo has pasado del cuento a la novela y de la novela a la poesía. ¿Te sale fácil pasar de un género a otro?
Dicho así, diría que si jaja. Creo que el desarrollo de una voz autoral invita al paso por distintos géneros, independiente de que una se considere poeta o narradora. Y este último es mi caso, con lo que me refiero a que es el género en el que me siento más cómoda y segura, incluso consolidada. Publicar poesía es para mí como partir de nuevo, en otro registro. Me gusta que Reinos tenga en su portada un perro y este libro un gato, son pequeñas cosas significativas para mí. A la vez es un autoengaño porque no es partir de nuevo, no es una línea paralela sino otro paso en el camino que vengo trazando desde 2014. Creo que quienes trabajamos en literatura, en cultura y arte en general, estamos invitados a experimentar todos los registros, y ver cómo nuestras voces evolucionan ya sea en la forma extensa de la prosa narrativa o en la forma estética de un verso. Más que el paso de un género a otro, lo percibo como el desarrollo de una voz.
- Has dicho que te sientes parte de una larga tradición de literatura de mujeres, ¿ahora qué estás leyendo?
Estoy leyendo las tragedias de Sófocles, que me ha costado. En Ipad leo a Gladys González, Paula Ilabaca, la propuesta de nueva constitución rechazada, y cuentos de Silvina Ocampo (que me ha costado encontrar sus libros en físico y me encanta). Escribo una tesis, entonces igual leo harta teoría. Ahora a Antonio Cândido que tiene un cuaderno de análisis literario. Solo lo tengo en un PDF en portugués. En esa misma línea leí hace poco a Rita Segato, la crítica de la colonialidad en ocho ensayos, que es bien tremendo. Hace poco releí La balaba del café triste de Carson McCullers, para un podcast de editores de la furia, algo así, y tengo pendientes dos prestados: Vikinga Bonsai de Ana Ojeda, y Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà, que una amiga me ha insistido mucho que lo lea.
- Conforme avanza la lectura de Frágil, expuesta, irrumpe la calle, acaso en una mezcla entre optimismo y resignación. ¿Cómo han sido estos días posplebiscito?
Lloré el día del plebiscito, luego me abstraje, de hecho ni recuerdo la semana posplebiscito, y eso que no han pasado ni veinte días de eso. En los últimos días me ha dado mucha pena. De forma socarrona, y en la rabia por el triunfo del rechazo, me dije que si había ganado el individualismo, pues yo sería individualista y me preocuparía de lanzar mi libro y de nada más. No sé hasta cuando me dure eso, espero que hasta que se encauce un nuevo proceso constitucional, ojalá con nueva Convención que no tenga ningún "experto". Pero sí creo que nos toca militar de manera más potente para cambiar la Constitución del 80, y espero encauzarme en eso cuando pase este repliegue. Porque yo creía que lo que hacía era suficiente, y no entiendo de qué forma hacerlo mejor, pero hay que seguir intentándolo. Yo creo que todes quienes nos consideramos del Frente Amplio tenemos que hacer ese ejercicio de reflexión. Porque el "yo tengo la razón, yo tengo la clave", es muy de Chile uno, y la actitud patriarcal del "salvador blanco" es parte de la vejez política que queremos superar. Supongo que, irónicamente, el error es haber pensado que la política era "millenial". Pero para mí está claro que a la fake news se le da cara en la calle, en el cara a cara, en evidenciar la realidad miserable en la que nos tiene atrapades el neoliberalismo experimental chileno, y mostrar que las cosas pueden ser mejores.
Frágil, expuesta
82 páginas
Ed. Libro del Cardo, 2022
Precio Referencial: $ 8.000