“Preferiría que me imaginaran sin cabeza”, el debut literario de María José Bilbao
En la portada, una mujer de pelo castaño violáceo se agacha para tomar con sus manos el título del libro como si fuera un cartel apoyado sobre el suelo. Lleva un vestido celeste, adornado con yerbas, flores y pájaros, y por encima un delantal blanco de cocina. En el fondo la imagen repite el mismo motivo floral y de fauna aviar. Es una imagen de jardín. Si atendemos un poco más al detalle, la mujer lleva incrustada en su espalda una manija típicamente utilizada en juguetes mecánicos a los que se les da cuerda. Es ese pequeño detalle lo que, luego de leer “Preferiría que me imaginaran sin cabeza”, logra provocar que lo que vemos en la portada como la tierna escena de una mujer recogiendo flores del jardín, tome un sentido radicalmente distinto. Pensamos en el interior del personaje que en realidad actúa sin pensar, el motor que lleva dentro es el motivante de sus acciones, solo basta en darle cuerda ¿para qué una cabeza? A título personal, habría que preguntarle a los/as editores de Montacerdos si realmente querían que pensáramos el libro por su portada: una escena inocente toma un giro inesperado hacia lo que es siniestro.
“Preferiría que me imaginaran sin cabeza” consta de diez relatos que, uno tras otro, en su concatenación, divierten por ese ánimo delirante que esconde la narración y que progresivamente crece a medida que vamos leyendo el libro. En el fondo de todos sus relatos figura la impresión de lo absurdo y oscuro. Así, se presentan mundos y personajes mundanos que, a través de cierto humor negro, terminan por convertirse en representaciones sórdidas que dejan esa sensación de extraña familiaridad propia de la estética de lo grotesco y ominoso. Ese es justamente el placer que nos entrega y, con malicia, recibimos del libro de María José Bilbao.
¿Quién no ha imaginado estar parado frente a un abusador en el vagón de metro? O bien, jamás se nos ocurriría que la persona delante nuestro pagando su pasaje para cruzar por el torniquete, solo unos segundos después, salte directo a las vías – situación que preocupantemente se ha vuelto reiterada en las últimas semanas. Pues, justamente, hay quienes se ocupan en ese mundo subterráneo de esos casos: cuidar de que nadie traspase la línea amarilla y se mate o de encargarse de los psicópatas. “Los que trabajamos aquí en el metro los conocemos de memoria”, plantea la personaje del primer relato “Rubio en la escalera”. Una de las tantas narradoras de “Preferiría que me imaginaran sin cabeza”, subjetividades trastocadas y sobrevivientes luego de testimoniar lo más sombrío y oscuro de nuestra cotidianeidad.
Todos los personajes en el libro son mujeres y vale asumir que la decisión no es gratuita ni menos abanderamiento. En esa línea, Bilbao con sus relatos da cuenta del día a día que esconde en sí una violencia que atraviesa a las diversas corporalidades femeninas. Sin embargo, estas corporalidades con las que nos topamos en las historias de Preferiría que me imaginaran… no son simplemente víctimas de la hostilidad del mundo que las rodea y es por eso mismo que, insisto, su presencia no es mero abanderamiento. Más bien, son personajes que habitan en lo siniestro. Al distanciarse de la pasividad, ganan al decirnos que hay algo macabro en todos nosotros.
Los cuestos que más trabajan el asunto del cuerpo, por su parte, serían los de “Preferiría que me imaginaran sin cabeza”, “Gaseosa”, “Angélica Rebolledo” y “Una noche en Montecalvo”. En este último, el ánimo de la narradora, una adolescente, expresa una molestia y vergüenza en la que reconoce quién es el origen de su mal. La experiencia de la vigilancia y humillación por parte de su cuidadora transforma la naturalidad de la exploración sexual en una vivencia del horror. “Me abrí la vulva… Debajo del pliegue rosado, en el orificio, lo vi de nuevo. Lo vi, lo vi como llevaba viéndolo hacía un par de meses… Era un gusano blanco, delgado. Parecía que intentaba tomar aire porque se asomaba un poco y luego volvía a entrar”. Pero el horror no es originado por el gusano que está en ella, sino por la mirada conservadora que convierte lo que hay en su propio cuerpo en una rareza y anormalidad.
Por su parte, los otros cuentos anteriormente mencionados, por no decir todos los relatos, tampoco se alejan de tener una particularidad que da mucho para comentar. Entre ellos, “Angélica Rebolledo” se consagra como un cuento digno de la emoción y expectación del creepy pasta. No solo por historia de una mujer que formula su identidad cortándose (o acortándose) las piernas, sino por sobre todo el formato en el que se desarrolla la historia. Aquí tanto forma y contenido, en su unidad, dan cuenta de un manejo sobre la escritura que, como dice la contraportada del libro, “ofrece una mirada refrescante del género cuento”.
El debut literario de Bilbao con “Preferiría que me imaginaran sin cabeza” es, sin duda, un acierto de Montacerdos, tanto por la genialidad de su escritura como por la edición del libro y el orden en que se exponen los relatos. Ambas partes logran dosificar lo grotesco, lo macabro y lo absurdo a la sensibilidad lectora que disfruta de su lectura cuando la cotidianidad es presentada y trastornada con imágenes que encarnan una estética aberrante.
Ficha Técnica
Título: Preferiría que me imaginaran sin cabeza
País: Chile
Autor: María José Bilbao
Género: Cuentos
Editorial: Montacerdos
Páginas: 100
*Artículo publicado en alianza con Culturizarte.