Entrevista a Leonardo Infante, fotógrafo y poeta: “El pasado es en blanco y negro”

Entrevista a Leonardo Infante, fotógrafo y poeta: “El pasado es en blanco y negro”

Por: Horacio Gutiérrez Areyte | 02.08.2022
Leo llegó con mi ejemplar de su reciente Patio de luz a nuestro encuentro en Plaza Aníbal Pinto, en el Plan de Valparaíso. Llegó tranquilo y a la vez con esa actitud de quien espera que en cualquier momento pase algo que creo haber advertido en otros fotógrafos, o en otros amigos que transitaron la dictadura, no se bien. Nos reúne su último libro.

Estuve con él muchas veces antes, en Santiago, en Valparaíso, pero la publicación de este libro suyo fue la ocasión para repasar en parte su trayectoria. Leonardo ha transitado por varios espacios laborales de la fotografía, publicidad, banco de imagen, medios impresos, editor de contenidos de sitios web, pero principalmente en la docencia, en institutos profesionales y universidades. Su trabajo en Internet ha sido pionero. Creó en un ya lejano 1996 el primer portal de arte y cultura en Chile, el MAV, Museo de Arte Virtual. De allí se abrió camino como editor de contenidos de otros sitios web y no lo abandonó más. Actualmente es el editor del sitio web Fotoespacio.cl. y activo administrador de grupos de fotografía en Facebook.

Leonardo ha realizado varias exposiciones fotográficas personales y ha participado en varias colectivas. Hoy su entorno es Valparaíso, la ciudad millones de veces fotografiada, que estudia sin embargo con creatividad incesante. No dudo que en un tiempo nos sorprenda con una mirada desconocida de esta ciudad infinita.

Patio de luz es un libro de fotografía que contiene también parte de la poesía de Infante. Tomo el libro, lo hojeo, me detengo en una imagen, avanzo, vuelvo atrás a repasar alguna y voy proponiéndole ideas, comentarios, que él responde. No sabría entrevistarlo sobre la poesía. Intento hacerlo sobre la fotografía.

Patio de luz es un libro de fotografía análoga, como era antes, con esas cámaras que usaban rollos.

Me costó adecuarme a la fotografía digital. Parodiando a Borges soy un fotógrafo del siglo XX medio perdido en el XXI. Actualmente he hecho el libro Patio de Luz y sus lanzamientos en Santiago y Valparaíso, donde resido, pagando una deuda con mi yo fotógrafo de 30 años, al que miro con ternura y respeto. Ahora preparo un libro sobre Cartagena con fotos y poesía también de los años 80. En este último tiempo trato de conciliar mi yo fotógrafo con este Valparaíso elusivo, lo que es nada de fácil. El Puerto casi siempre se impone a lo fotográfico con su avasalladora presencia y no es lo mío hacer postales. Mi búsqueda va más por el paisaje urbano, donde la presencia humana queda latente.

Otro asunto que me convoca es la relación entre la poesía y la fotografía, según Allen Ginsberg son parte de lo mismo. Eso “mismo” entre otras cosas es lo que me hacer ser quien soy. ¿Qué es lo “poético” en una fotografía? ¿La metáfora visual? ¿Las capas? ¿El punctum de Barthes? ¿Lo no dicho? Creo que el haiku japonés es más fotográfico que la poesía épica occidental y que hay una poesía más visual que otra. Yo puedo ver trenes en la poesía de Teillier, o el mar en Neruda, pero todo es parte de nuestra cultura, lo que nos formó y deformó a través de los años.

   

Pienso que un libro de fotografías es, también, un texto visual sobre la mirada. Aquí en particular me llama la atención la mirada de la gente que captas, cómo mira esa gente, qué mira.

Cuando hago fotos a grupos humanos, en la calle o en una playa, amplío esa foto y siempre descubro a alguien mirando a la cámara. Entonces he sido interpelado como fotógrafo, alguien se dio cuenta que lo fotografiaba y por diversos motivos ese alguien se molestó, o se sintió descubierto, o simplemente se sorprendió. Sé que tomarle fotos a alguien es un acto invasivo, durante un tiempo le pedía permiso a alguien que quería fotografiar. Pero entonces estaba la pose. Hoy día cuando todo el mundo toma fotos con sus celulares ya no hay sorpresas en el acto de fotografiar, se naturaliza el mirar y la mirada. No así cuando uno saca una cámara réflex que aparece como un aparato intimidador. Me he aprovechado de mi celular para hacer excelentes fotos en lugares públicos y en el metro. Durante los 80 las miradas de los transeúntes fotografiados eran de temor o huidizas, a lo más te preguntaban si eras de algún medio. Por otro lado, la fotografía de protestas, movilizaciones y acciones cobraban una gran importancia como registro de ellas y de las detenciones para dificultar las desapariciones. Quedaba el registro. Hay una línea directa entre esas fotos y las de la revuelta popular de estos últimos años. Hay una nueva generación de excelentes fotógrafos y fotógrafas que han dejado un gran registro de ella.

Tu libro es una especie de ensayo sobre una época, una ventana, un trabajo de memoria, de memoria visual. ¿Cómo se ven, cómo se encuadran desde hoy aquellos tiempos?

Toda fotografía es memoria. Tenemos una visión de los años 80 con los grandes levantamientos sociales de principios de la década, la represión, los crímenes de la dictadura y la contracultura. Una vez Balmes, el pintor, me dijo en esos años: ustedes echarán de menos estos tiempos de unidad y solidaridad entre pares. Y fue verdad, luego del desarrollo del neoliberalismo y la democracia ocurrió la desarticulación de ese movimiento social y cultural. Desaparece la AFI (Asociación de Fotógrafos independientes) de la cual fui miembro. La última exposición colectiva de la AFI contó con la presencia del ministro Enrique Correa, aún no sé si para saludarnos o para despedirnos.

Se trata de una fotografía urbana. La ciudad es protagonista, o, si se prefiere, el modo en que se habita la ciudad, ciertos barrios, etc.

Mi libro es una ventana a un doble pasado. Por una parte hay un registro de los viejos barrios de Santiago, y por otra a la vida urbana que allí transcurre en los años 80.

He fotografiado y escrito las calles del viejo Santiago con sus adoquines, los cités, las casas destruidas en el terremoto de 1985, algunas personas que allí circulaban, negocios de esquina, viejos autos, las micros, hombres tirando carretones de mano, niños, jóvenes y ancianos. Siempre pienso qué fue de esos niños que fotografié, ¿serán ya abuelos? Por otro lado, el libro transcurre con poesías que dialogan indirectamente con las fotografías en un flujo genialmente diseñado por Álvaro Figueroa. Entonces soy yo y la ciudad, soy yo y mi historia de vida en esas calles. Por supuesto hay una especie de melancolía en esas imágenes, melancolía más que tristeza, es mi yo flaneur de 30 años el que dialoga con mi yo flaneur de más de 60.  El blanco y negro agudiza esa melancolía. Los amigos y amigas de mi generación han tenido en el libro una ventana a sus pasados, se han visto a sí mismos en esas fotos, en esas poesías. La impresión de los y las jóvenes es distinta. Por supuesto esa no es su ciudad. El pasado es en blanco y negro.

Veo algunos dobles encuadres, espacios y miradas tras umbrales, como el reporte de un tiempo puertas adentro. Algunas fotos me trasmiten una especie de peligro en la calle, y sin embargo la única sonrisa frontal llega al lente desde el rostro de un niño que habita la calle.

Claramente hay un peligro, una tensión y una cierta normalidad en el juego de nuestras vidas en esos años. Los organismos de seguridad estaban en todas partes, la gente hablaba bajito para que nadie escuchara algo que fuera sospechoso. Se secuestraba, se torturaba, se asesinaba mientras la TV transmitía el festival de Viña y los estupidizantes matinales. Un auto negro ha dado vuelta, alguien está en la esquina y observa. Yo tomo fotos y alguien me observa detrás de una ventana. Soy también sospechoso, guardo la cámara. Entonces no quiero ser más que un turista perdido en la ciudad.

Tu fuiste parte de la AFI. Pero tenemos una imagen de la AFI en relación a, digamos, una fotografía de combate como comentabas antes sobre nuestra imagen de los 80. ¿Cómo aparecen estas fotos en esa trayectoria?

Hay una imagen de la AFI como una organización política de reporteros gráficos que registraron la brutalidad de la dictadura y la épica social. Ocurre esto entre otras cosas por el documental La ciudad de los fotógrafos del Sebastián Moreno, que es como un homenaje a su padre, y que se refiere principalmente a los fotógrafos que registraron esa brutalidad. Pero la AFI fue más que eso. Allí se congregaron en poco más de una década fotógrafos y fotógrafas que unidos por el amor al oficio y a las necesarias reivindicaciones gremiales cultivamos la llamada fotografía “artística” o de “autor”. Éramos docentes, publicitarios, documentalistas, periodistas, fotógrafos de naturaleza, industriales y de otras profesiones con excelentes producciones fotográficas. De hecho, esa confluencia de miradas generó un enriquecimiento colectivo de las fotografías logradas. Esos muchachos y muchachas que se jugaron el pellejo en las calles merecen ampliamente ese reconocimiento. Hay además de su legado histórico, un gran valor estético es muchas de esas fotografías.

Con respecto a las fotografías de Patio de Luz, éstas remiten a una suerte de lírica fotográfica, en el sentido de dar cuenta de una subjetividad, una latencia, un estado de ánimo colectivo que nace de una experiencia personal con la ciudad y los barrios antiguos donde nací, viví parte de mi infancia y volví a registrarlos. Se percibe en esas fotos la dictadura, si bien no se alude directamente a ella.

Infante, Leonardo. 2021. Patio de luz. Santiago, Lom, 2021, 96 páginas.

Disponible y autografiado en [email protected]

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