Chile-Bolivia: saber ganar, saber perder
El 23 de marzo pasado (la fecha boliviana para conmemorar la Guerra del Pacífico y a su principal héroe, Eduardo Abaroa, muerto en combate a manos del ejército chileno), el Presidente boliviano, Luis Arce, dio un portazo a la propuesta que había realizado el Presidente chileno, Gabriel Boric, cuando ambos se encontraron en Santiago de Chile unos días antes. Arce negó rotundamente la posibilidad de reanudar relaciones diplomáticas (se rompieron en 1962 a raíz del desvío del río Lauca por parte de Chile; se reanudaron brevemente durante unos meses durante los gobiernos de Pinochet y Banzer para cortarse definitivamente en 1978).
¿Alguna novedad en la actitud de Boric y Arce en relación con la actuación histórica de ambos países durante décadas? No, era lo previsible. Bolivia sostiene que mientras no se discuta su mediterraneidad no hay posibilidad de relaciones diplomáticas y, por su parte, Chile siempre ha ofrecido reanudar relaciones diplomáticas: Ricardo Lagos de manera más vistosa y Gabriel Boric de forma más reciente. O sea, si hacemos lo mismo, tendremos los mismos resultados (una frase que se atribuye a Einstein, pero ese es otro mito urbano como los muchos que separan a Chile de Bolivia).
Ahora bien, para ciertos políticos optimistas, la afinidad ideológica entre Arce y Boric podría llevar a pensar en un cambio de postura sobre este tema, pero nada de eso ha ocurrido hasta el momento: son temas estructurales, de muy larga data, que están firmemente arraigados en el imaginario colectivo de ambos países. Romper esas inercias conlleva demasiado esfuerzo y riesgo que nadie en ninguno de los dos países está dispuesto a tomar. A fin de cuentas, demandarían décadas de inversión de capital político y, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos.
Algo más: era muy ingenuo pensar que cambiaría la postura de ambos países en medio del diferendo jurídico por las aguas del Silala que en días más tendrá un nuevo capítulo en La Haya. Sobre todo, porque este juicio que le hace Chile a Bolivia es la continuidad de una anterior demanda (esta vez de Bolivia contra Chile) sobre el diferendo marítimo, fallo que fue favorable a Chile en 2018.
Pasarán varios meses todavía antes de que el juicio termine y sepamos su resultado (probablemente será favorable a Chile, pero uno nunca sabe). Luego de eso, ambos países tendrán que festejar y lamerse las heridas según le toque a cada cual.
Cuando todo eso pase, ¿habrá espacio para algo distinto a pesar de que la diplomacia y las fuerzas políticas de ambos países sólo ven costos y ningún beneficio? Quizá, y por una simple razón; porque más allá de la crisis crónica que divide a ambos países, las crisis agudas comienzan a sucederse y parecería que sólo van a incrementarse (crisis migratoria, de narcotráfico, comercial e incluso hídrica); y existe la posibilidad de que cualquiera de ellas se vuelva inmanejable y contamine no sólo la diplomacia sino la política interna.
No hay que olvidar que hoy tenemos desde zanjas mal cavadas a militares a cargo de temas policiales y escaramuzas con narcotraficantes transnacionales; desde constantes protestas de camioneros indignados hasta ingresos ilegales de honestas familias de toda América Latina o patrullas de uno y otro país incursionando en territorio ajeno (hace falta tomarse el tiempo de ver los videos que suben a internet los damnificados de todos estos sinsentidos).
En resumen, ¿era previsible que Arce haya rechazado el ofrecimiento de Boric de reanudar relaciones diplomáticas? Sí, también lo es que Bolivia pierda nuevamente en La Haya y que continúen las declaraciones grandilocuentes (“Chile no negocia su soberanía”, “Bolivia jamás renunciará a las costas del Pacífico”, etc., etc.).
Lo novedoso sería que tras el fallo de La Haya, luego de que asumamos derrotas y pérdidas en ambos países, comencemos a ir más allá de declaraciones de hermandad y buena voluntad y comencemos a actuar: Chile aprendiendo a ser un buen ganador (siempre ha ganado frente a Bolivia, en la guerra y en la diplomacia) y Bolivia aprendiendo a perder (asumiendo el papel que le ha tocado en esta etapa histórica y aprovechando sus pocas ventajas comparativas). O, como está de moda decir, nada cambiará mientras ambos países no comiencen a pensar fuera de la caja, es decir, más allá del mar.