¿Boric mejorará la relación de Chile con Bolivia?

¿Boric mejorará la relación de Chile con Bolivia?

Por: Sergio Molina Monasterios | 18.03.2022
Lo novedoso sería que Chile ofreciera algo más que reescribir los cartelitos de los consulados de ambos países poniendo el rótulo de “embajadas” y entregar, además, por ejemplo, mejores condiciones al comercio y al intercambio con Bolivia. Como dicen por ahí, si quieres una mejor relación con alguien necesitas invertir en ello. No sólo declararlo.

La visita del Presidente boliviano, Luis Arce, a la posesión del flamante Presidente chileno, la entrevista de prensa de este último a medios internacionales, así como las aclaraciones posteriores de ambas cancillerías han significado movimientos agitados entre los corrillos diplomáticos de ambos países como no se veía hace tiempo.

Que ambos Presidentes hablen y que sus Cancillerías se refieran a la relación bilateral ya es ganancia para todos. Como lo manifestó Gabriel Boric, entre dos países limítrofes, con una extensa frontera y con muchos intereses convergentes, debería haber relaciones más intensas y estrechas. Sobre todo, a medida que se incrementan los desafíos al sur del continente (crisis migratoria, incremento del comercio, auge del narcotráfico, etc.), lo que hace imprescindible que ambos países se comuniquen y negocien.

El nuevo gobierno en Chile ha dado señales más que suficientes de que quiere hacer las cosas de mejor manera (paridad de género, opción por la juventud, nuevas formas de enfrentar la crisis en el Wallmapu, etc.). Enhorabuena. Ojalá pueda dar cuenta también de las inercias empolvadas de una Cancillería que sigue viviendo en el siglo XX y que probablemente mantiene ese mantra reaccionario de que “la mejor relación con Bolivia es ninguna relación”.

También hay que tener en cuenta que el presidente Boric ha dado muestras reiteradas de su simpatía respecto al proceso político boliviano y sobre algunos de sus protagonistas (Álvaro García Linera, entre otros), y la izquierda boliviana ve con muy buenos ojos lo que está ocurriendo en Chile. Más todavía, la posibilidad de liderazgo internacional de Boric también podría estar asociada a la capacidad que tenga de mostrar a la izquierda y a la socialdemocracia continental que es capaz de navegar en estas aguas con claridad, diferenciándose de lo que tradicionalmente se hizo al respecto. Sin caer en los excesos de una Cúcuta, cierto, pero también con la certeza de que, si seguimos haciendo lo mismo, tendremos los mismos resultados.

Ahora bien, alegrémonos, pero no tanto. Lo de Boric respecto a Bolivia no es novedoso. Desde Lagos a la fecha, Chile siempre pidió reanudar relaciones diplomáticas; y en Bolivia, desde Banzer hasta Arce, siempre se supeditó esa posibilidad a negociar el tema marítimo.

Por el contrario, lo novedoso sería que Chile ofreciera algo más que reescribir los cartelitos de los consulados de ambos países poniendo el rótulo de “embajadas” y entregar, además, por ejemplo, mejores condiciones al comercio y al intercambio con Bolivia (que hoy está sumido en el caos y que la prensa debería mirar con mayor detenimiento). Como dicen por ahí, si quieres una mejor relación con alguien necesitas invertir en ello. No sólo declararlo.

Por su parte, Bolivia debería embarcarse en una discusión más seria sobre el tema de reanudar relaciones diplomáticas con Chile, sin por ello renunciar a su reivindicación marítima (que, además, tiene rango constitucional y difícilmente será arriada).

Son cambios sustanciales, complejos y difíciles. Más aún si queremos que ocurran mientras el fantasma de La Haya sigue rondando a ambos países. Es que, como el de Dickens, nuestro fantasma de las navidades futuras se presentará nuevamente en abril y nos tendrá a todos hablando de él. En efecto, están por comenzar los alegatos orales del juicio por las aguas del Silala (el juicio que Chile le está haciendo a Bolivia ante esa Corte).

En el juicio anterior le fue muy bien a Chile (y Bolivia salió escaldada). Habrá que ver lo que ocurra ahora. En todo caso, sigue siendo un fantasma que penará la relación bilateral por mucho tiempo. Chile querría que fuera para siempre, mientras que Bolivia quisiera que desapareciera mañana mismo. En ninguno de los dos casos es bueno que esas plegarias sean atendidas: perder tiene responsabilidades, pero ganar también y muchas.

La migración, el narcotráfico, la dependencia de Arica del comercio boliviano y de Bolivia respecto a los productos chilenos, obligan a que ambos países se lleven bien, incluso más que antes. No hacerlo sólo acarrea pérdidas, hoy sobre todo para Chile, que lleva la peor parte en asuntos migratorios y de narcotráfico. Bolivia, en cambio, tiene otros problemas mayúsculos como para que le quite el sueño el tráfico de personas y de drogas en la frontera o el infierno que viven sus comerciantes y camioneros.

En resumen: que ambos Presidentes hablen ya es ganancia para todos. El nuevo gobierno en Chile ha dado señales de que quiere hacer las cosas mejor y eso genera esperanzas. Sin embargo, ofrecer relaciones diplomáticas no es tan novedoso. Lo novedoso sería subir la apuesta.

En cualquier caso, son cambios muy difíciles, más aún con el segundo juicio de La Haya a punto de reanudarse y, por tanto, a punto de hacernos un poco más odiosos los unos de los otros.