La histórica recuperación mapuche del fundo Punta Galera: "No nos engañan más"
La familia Nauco rodea una fogata junto a otras familias de la zona. Son las tres de la madrugada. Algunas abuelas, hermanos, hijas, sobrinos ya se fueron a dormir. En carpas, debajo de naylons, otros directamente en sus sacos al aire libre o sobre camas improvisadas con ropas o frazadas. La noche anterior, la primera después de casi treinta años en la tierra que los vio nacer, llovió. Al día siguiente también cayó un fuerte aguacero: mojó muchas de las donaciones que llegaron de comunidades vecinas. Pero esta noche es de puras estrellas; se ve la vía láctea y se escucha el rugido del mar.
En otra loma, a menos de mil metros, una mansión. El quincho, en lo alto de una bahía desde donde se ve el pacífico, es más grande que una escuela. No muy lejos, los restos de otra vivienda fueron tapados por la vegetación. Es una de las casas de la familia Nauco Railaf. Fue quemada hace más de 25 años. Aún se ven los restos junto a dos manzanos cargados de frutos.
Cerca de esas dos construcciones, del otro lado de la hilera de eucaliptos, una alfombra verde, perfecta, lisa, larguísima. Tan larga como una cancha de golf o una pista de aterrizaje. Es el aeródromo privado Punta Galera. En pocas horas allí debería comenzar un exclusivo torneo de golf. Pero eso no ocurrirá en el fundo Punta Galera, en la comuna de Corral, Región de Los Ríos, en el sur chileno, donde la historia está jugando otro partido.
Historia del despojo
“Llegó el Coño González con maquinaria, armando campamentos, con mucha gente vino a destruir Galera, a explotar la naturaleza, a voltear muchos árboles nativos para forestar todo con eucaliptos. Antes nosotros nunca habíamos visto un eucalipto”, relata, hundida en un poncho y mientras ceba mates con una tetera quemada, Esmera Elvira Nauco Vanegas.
Ella nació en 1965 en estas tierras, donde vivió 29 años. “El Coño vino con un pensamiento de dueño. A todo el mundo le hablaba con fuerza, generaba terror. Se notaba el poder que tenía”, dice. “Era un hombre que no le gustaba que le dijeran que no. Rápidamente desalojó a las familias que habíamos vivido siempre aquí”.
El lonko Pablo Nauco era el bisabuelo de Hernaldo Railaf Nauco, quien hoy es el werken de la comunidad que lleva el nombre de su antepasado. El 2 de marzo la familia Nauco Railaf inició la recuperación territorial de casi 400 hectáreas en el fundo Punta Galera.
El bisnieto cuenta una historia bien conocida por estos pagos: principios de los noventa, el empresario maderero español José Coño González llegó con un modus operandi efectivo, pues a través de la persuasión, la amenaza, la bebida o pocos pesos, despojó de sus tierras a familias y comunidades mapuche williche enteras. Incendió sus casas y el bosque nativo para forestar con eucalipto, cuenta el bisnieto. Lo mismo ocurrió en Llancacura, San Juan de la Costa, Rupanco, Hueicolla y Mashue.
Hoy, muchos de esos territorios están siendo recuperados por las comunidades.
“En esta zona, entre 1990 y 1994 se despojó paulatinamente de las tierras de Punta Galera a las familias Navarro Railaf, Railaf Nauco, Nauco Vargas y Antillanca”, explica el werken, quien revela que el Coño González creó una empresa forestal con nombre mapuche: Quilapán. “Luego, en una operación con otro colega, se compran y se venden las tierras varias veces. Hace diez años aproximadamente la adquieren los dueños actuales, Rodrigo Buzeta, Oscar Brahm, Ignacio Troncoso y Jaime Errázuriz, que en la zona tienen diferentes emprendimientos inmobiliarios y turísticos”.
En el fundo Punta Galera, además de un campo de golf y una pista de aterrizaje, se construyeron casas de lujo, algunas de las cuales se ofertaban en arriendo a más de 2.000 dólares por noche (aproximadamente $1.700.000). La publicación días después de la recuperación dejó de estar online, en el exclusivo sitio Sundes. También se retiraron los carteles en la entrada del fundo, y otros en distintos puntos de la comuna de Corral donde sus dueños mantienen emprendimientos inmobiliarios.
“Nos denuncian a nosotros cuando ellos se están haciendo millonarios gracias a tierras mapuche. Además de nuestras tierras, se apropian del agua y cobran por ese servicio”, acusan desde esta y otras comunidades vecinas, que celebran que se terminen los tiempos de las trancas y los candados en caminos que recorrieron libremente durante toda su vida.
El Desconcierto se comunicó con Rodrigo Buzeta, uno de los dueños, quien confirmó que “en 2006 junto a tres socios (Oscar Brahm, Ignacio Troncoso y Jaime Errázuriz) adquirieron “las 339 hectáreas de este fundo en un remate abierto. El dueño anterior era José (Coño) González Gómez, que se la había comprado a otro hombre antes”.
“Es una pena enorme, una decepción, porque tenemos muy buena relación con todo el vecindario y de repente aparecieron estas personas que nunca habíamos visto. Nosotros todavía estamos muy sorprendidos”, dijo Buzeta, quien luego de preguntar si “El Desconcierto es un diario de izquierda” y pedir unos minutos para consultar con sus socios, envió un WhatsApp disculpándose de que no podía hablar más del tema.
Buzeta figura como inversionista y director de la empresa desarrolladora inmobiliaria Metro Building, en cuya web se puede conocer más sobre su biografía: “Ingeniero Comercial, 62 años, trabajó en diferentes empresas del rubro construcción y financiero para finalmente enfocarse en el sector vitivinícola chileno. Primero en la Viña Santa Rita y luego en forma independiente como exportador de vinos graneles. Se traslada al rubro inmobiliario participando como inversionista y director en la construcción de varios edificios en Santiago y en la costa. Se involucra también en el sector agrícola desarrollando campos de crianza de ganado. Es Presidente del Club de Golf Hacienda Chicureo y de la Fundación Escúchame, que trabaja con niños sordos”.
Sus socios, empresarios de diferentes rubros- “somos un grupo de amigos, jubilados”, dijo Buzeta-, también se encuentran ligados a diferentes organismos y fundaciones de beneficencia.
Casa quemada
Las hermanas Nauco recorren el territorio, recuerdan los días en que recogían canastos enteros de murta, saludan a los árboles, los nombran. “No teníamos que comprar nada para comer, todo nos los daba la mapu”. Además de la huerta, vivían de la pesca (robalos, pejerreyes, sardinas) y de las mariscadas de orilla (loco, lapa, erizos). En tiempo de verano se trabajaba la luga. “No había cercos, todos los animales estaban mezclados”.
En la recorrida identifican lo que quedó de su vivienda familiar. Es un montoncito de cosas quemadas, entre unos manzanos. Reconocen la cocina, la estufa, el marco de una ventana. Se emocionan. Sacan fotos. Comen, treinta años después, las mismas manzanas de su infancia. A la noche, alrededor del fuego, Esmera Elvira Nauco Vanegas contará un peuma (un sueño, en mapuzungun) que tuvo antes de volver a su lugar de nacimiento y crianza.
Carabineros y la Armada
El 2 de marzo, apenas unas horas después de que se anunciara el inicio de la recuperación territorial Lof Lonko Pablo Nauco, llegó hasta el lugar un contingente de Fuerzas Especiales de Carabineros con una micro con decenas de efectivos, tres furgonetas y un zorrillo. Ante la presentación de documentación en poder de la comunidad, la policía se retiró. Luego volvió varias veces, pero la última no pudo acceder hasta la zona más alta: los caminos fueron cortados, atravesados por troncos de eucaliptos.
“El primer día, una persona de la comunidad se encontró con Carabineros en uno de los caminos y fue apuntada a la cara cuando preguntó qué estaba pasando. ¿Por qué nos tienen que tratar así y desplegar semejante operativo cuando no estamos más que pidiendo que se cumpla la ley?”, dice Enedina Nauco, de 50 años, la menor de siete hermanas que nacieron en este territorio. Abajo, en la bahía las olas rompen contra las rocas o acarician la arena de la playa privada del Fundo Galera. En la mañana se vieron unos lobos marinos asomando sus cabezas entre un cardumen de sardinas. Sentadas en lo alto de una loma, desde donde se divisa la bahía y el ingreso de los vehículos por el camino zigzagueante, las hermanas Nauco hacen guardia durante el día y la noche. Se turnan, se acompañan. Hace unos días corrieron juntas y se escondieron en el bosque cuando otra vez vieron subir por la cuesta el contingente policial.
“Es muy humillante esto, genera mucha impotencia. Vienen a defender a los ricos. Como tienen plata, tienen justicia. Ser mapuche es bonito pero también triste. ¿Por qué tenemos que vivir toda esta humillación por recuperar lo que es nuestro?”, se pregunta, en pleno amasado de sopaipillas otra de las hermanas Nauco.
“Obviamente una tiene miedo, porque no sabe lo que puede pasar y ya conoce lo que pasó otras veces. Somos mujeres grandes, y sabemos a lo que nos exponemos, pero si tenemos que dar la vida por nuestro territorio, lo haremos”. Lo dice y llora. Un llanto mínimo, tímido, que provoca el silencio de la familia. Se escuchan grillos y el mar, a lo lejos. Rosario Nauco suspira, y continúa: “Yo estoy acá para dejarle algo a mis hijos, esa es la esperanza. Yo ya viví fuera de mi territorio muchos años, no quiero lo mismo para ellos”.
En las últimas horas un dron y un helicóptero sobrevuelan el territorio.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) estuvo presente en la reunión que se llevó a cabo el 3 de marzo en la Sala de Administración de la Reserva Costera Valdiviana, en Chaihuín, de la que también participaron los dueños del fundo Punta Galera, las comunidades de Huaro y Chaihuín y el director de la Regional Los Ríos de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), Sergio Bórquez Ojeda.
“Estuvimos monitoreando, en un rol de cautela y para ser garantes y observadores, sobre todo por la intervención policial que según nos contó la comunidad llegó con un contingente amplio que llamó la atención”, le dijo a El Desconcierto el jefe Regional de la Seccional Los Ríos del INDH, Juan Sebastián Smart, quien destacó que desde el organismo “estamos atentos al resguardo de derechos, en ejercicio de la espiritualidad mapuche y de la fuerza policial que se pueda utilizar en este caso”.
Desde el primer día, también, se hicieron presente efectivos de la Armada: dentro del terreno hay un predio de 25 hectáreas donde se emplaza un faro. La comunidad ya hizo una presentación formal ante esa fuerza solicitando la devolución de esas tierras.
Mariscos y nguillatun
A la noche se dividen las tareas para el día siguiente. Unos se encargan de la construcción de los kunis, las estructuras con palos de luma y meli que se utilizan en el nguillatún y otras ceremonias mapuche. Otros buscan lawen, las hierbas curativas. Entre las tareas cotidianas se suman la recolección de leña, la cocina, el secado de todo lo que moja la lluvia, las guardias. Un grupo de vecinos de otras comunidades reciben donaciones y las acercan por tandas. Como suele ocurrir en las recuperaciones territoriales del pueblo mapuche, la solidaridad anónima se multiplica: llegan botas de lluvia, camperas, pantalones, frazadas, colchones, herramientas, cajas y bolsas de comida. Un grupo de mariscadores se presenta con un cargamento de choros y locos. La noche fría se calienta entre risas y mariscos alrededor del fuego.
La precariedad institucional de la CONADI
El werken Hernaldo Railaf Nauco exhibe los documentos que pudo recuperar de las oficinas del Conservador de Bienes Raíces de Valdivia. “En 1922 el Estado chileno donó las tierras -desde el río Chaihuín hasta el río Colun- a la condesa francesa Lebaudy. La condesa nunca vino a Chile. Cedió sus tierras a un sobrino, que llegó en 1949 y se encontró que siempre habían sido habitadas por familias mapuche williche. Entonces se firma un tratado en el que Lebaudy reconoce que esas familias no solo habitaban el lugar, sino que se trataba de tierras ancestrales”.
La familia Nauco se apoya en el Artículo 20 b de la Ley 19.253 que insta al Estado a “financiar mecanismos que permitan solucionar los problemas de tierras, en especial, con motivo del cumplimiento de resoluciones o transacciones, judiciales o extrajudiciales, relativas a tierras indígenas en que existan soluciones sobre tierras indígenas o transferidas a los indígenas, provenientes de los títulos de merced o reconocidos por títulos de comisario u otras cesiones o asignaciones hechas por el Estado en favor de los indígenas”.
Debido a esta documentación se hizo la presentación formal en CONADI. En la reunión con las comunidades y los dueños del fundo el propio organismo estatal admitió “precariedad institucional” en cuanto a su tarea de avanzar con la reivindicación que presentó el Lof Lonko Pablo Nauco.
El INDH envió el 9 de marzo sendos oficios a Carabineros y CONADI en los que solicita información y remarca una serie de estándares nacionales e internacionales en materia de derechos humanos y religiosidad del pueblo mapuche.
El alcalde de la comuna de Corral, Miguel Hernández, recibió al Lof Lonko Pablo Nauco en la municipalidad, y dos días después se acercó hasta la recuperación territorial para brindar su apoyo a una familia que conoce de toda la vida.
Entre el sábado y el domingo se llevó adelante una ceremonia mapuche a cargo de una machi, a la que asistieron más de cien personas de comunidades y localidades vecinas. “Hace más de un siglo que no ocurría algo así de este lado de Corral, en Valdivia. Fue una ceremonia conmovedora, algo importante para nuestro ser mapuche. Se están despertando nuestros Ngen, los espíritus de la naturaleza que estaban dormidos”, dice el werken Nauco Railaf, quien anuncia que “este territorio no se llamará más Punta Galera. A partir de ahora tiene nombre mapuche: Futa Palihue, que significa ‘gran cancha de palín’, porque antiguamente aquí se desarrollaba este deporte tradicional que reunía a gente de diferentes latitudes”.
El sueño de las manzanas
Unos días antes de que la familia Nauco Railaf decidiera volver a su territorio, Esmera Nauco tuvo un peuma, un sueño en el que ella volvía a su casa de infancia. Allí aparecía su padre, que murió poco antes de que perdieran las tierras. Antolín Nauco estaba comiendo una manzana, del árbol que aún hoy está junto a su casa.
“Mi padre me dijo que se alegraba de verme, que él siempre estaba por acá, pero que a mí no me veía. ‘Tenés que venir a buscar tus manzanas’, me dijo”, cuenta Esmera.
La familia escucha el relato alrededor del fuego, alimentado por mujeres que recuerdan a su madre, analfabeta, engañada y desterrada. La familia luego se desperdigó por ciudades y pueblos. Hoy esas mujeres llevan adelante esta recuperación de la tierra y de la historia. Junto a sobrinos, tías, hijas y nietos.
“Ya despertamos. No caeremos más en mentiras. No vamos a permitir que nuestros hijos caigan en esas redes. Queremos que ellos sientan en su sangre lo que es ser mapuche, de ahí nace nuestra fuerza”, dice Enedina Nauco.
Su hermana Rosario, mientras agrega más leña al fuego y acomoda la tetera sobre unos troncos, mira a su familia y les dice: “No nos engañan más. No necesitamos un magíster para saber que estas son nuestras tierras y el derecho está de nuestro lado. Acá nacimos, y acá nos vamos a morir”.