Comercio e integración: China, una piedra en el zapato de Boric

Comercio e integración: China, una piedra en el zapato de Boric

Por: Eduardo Santos | 12.01.2022
Es muy preocupante que China concentre el 28% de nuestro comercio mundial: este es un desafío enorme para la futura administración de Gabriel Boric. Más allá de los cuestionamientos que se pueda hacer a la forma de gobierno existente en China, no es “sano” que una economía pequeña como la nuestra llegue a tener ese grado de dependencia comercial del gigante asiático. Pero eso no es todo. Nuestras exportaciones a China, que promedian $ 21.106 millones de dólares (2016-2020) se concentran en metales y minerales que alcanzan al 79% del total. Si agregamos los envíos de frutas, carnes, vinos, así como de pulpa y celulosa, el 94% de las ventas a China se concentran en 6 tipos de productos, en su mayoría recursos naturales con bajo grado de procesamiento y escaso valor agregado, excepto el vino.

Entendemos que el Presidente electo, Gabriel Boric, propone robustecer la integración con los países de Latinoamérica durante su administración. Difícil estar en desacuerdo, pero deberíamos tener iniciativas concretas para avanzar en las áreas que puede cubrir una posible propuesta de integración económica. En los próximos párrafos me referiré a algunos aspectos relativos a los temas comerciales.

La integración, vía el comercio, plantea desafíos enormes a la próxima administración. Según la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (SUBREI), tenemos Tratados de Libre Comercio con 65 economías a través del globo, que abarcan a más del 60% de su población. No obstante, el comercio de Chile está muy concentrado en pocos mercados fuera de América Latina, especialmente en lo relativo a exportaciones. En este caso, China encabeza por lejos nuestros mercados de destino y, en total, sólo 10 economías representan más del 76% del valor de nuestras exportaciones. Sólo tres países de Latinoamérica (Brasil, Perú y México) participan en este distinguido grupo, pero su participación es muy menor y representan tan sólo el 9% del total de las ventas. El perfil de las importaciones es algo diferente, pero sólo con diferencias menores: el nivel de concentración de nuestras importaciones es prácticamente el mismo (74%), pero la diferencia se produce en una participación algo mayor de los países de América Latina que forman parte del grupo de los “10 grandes”: Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú, y que contribuyen con el 21% de nuestras importaciones (ONU ITC, Promedios de 2016-2020).

Es muy preocupante que China concentre el 28% de nuestro comercio mundial: este es un desafío enorme para la futura administración de Gabriel Boric. Más allá de los cuestionamientos que se pueda hacer a la forma de gobierno existente en China, no es “sano” que una economía pequeña como la nuestra llegue a tener ese grado de dependencia comercial del gigante asiático. Pero eso no es todo. Nuestras exportaciones a China, que promedian $ 21.106 millones de dólares (2016-2020) se concentran en metales y minerales (HS26 y HS74) que alcanzan al 79% del total. Si agregamos los envíos de frutas, carnes, vinos, así como de pulpa y celulosa, el 94% de las ventas a China se concentran en 6 tipos de productos, en su mayoría recursos naturales con bajo grado de procesamiento y escaso valor agregado, excepto el vino. Además, esta relación comercial es totalmente asimétrica: al mismo tiempo que Chile adquiere menos del 1% de las exportaciones totales de China, más del 31% de las nuestras alcanzan a ese mercado. Así, la extrema dependencia comercial que hemos alcanzado con China complejiza aún más la relación con el socio asiático. No es fácil negociar -o renegociar- con un país que tiene una institucionalidad como la de China. No obstante, debemos “rediseñar” nuestra relación con China, pero eso no será fácil. Debemos considerar reducir las prioridades a la interacción comercial y priorizar áreas de cooperación y transferencia tecnológica (con los respectivos vínculos con el comercio e inversión) en que el gigante asiático es pionero. Al mismo tiempo, debemos valorizar otros mercados, por ejemplo, en América Latina.

Y, como se destacó arriba, hay espacio para diversificar los mercados y crecer, en particular en América Latina, El Caribe y por cierto los Estados Unidos y Canadá. Ya tenemos acuerdos comerciales con prácticamente la mayoría de las economías del Hemisferio Occidental. No obstante, hoy en día, exportamos menos a toda Sudamérica que a los Estados Unidos y para qué decir China. Recién, si agregamos todas nuestras exportaciones a los países de la Región de América y El Caribe, alcanzamos a un valor de exportaciones similar a las dirigidas a China. Notable. Sí, efectivamente China tiene una población cercana a los 1.450 millones de habitantes, un gran mercado comprador, y varios multimillonarios, pero así lo es India -que también se industrializa- y tiene cerca de 1.400 millones de habitantes. La cercanía con China no es tan sólo el resultado del tamaño del mercado, sino también de una estrategia de desarrollo que ha privilegiado la explotación, venta y la exportación de nuestros recursos naturales, en este caso a China. Si queremos diversificar mercados debemos introducir también cambios sustantivos en las bases y fundamentos de nuestra estrategia de desarrollo.

Un buen ejemplo que nos permite ilustrar este punto es lo que nos ha ocurrido con las exportaciones agroalimentarias. En el caso de los Estados Unidos, si bien han crecido desde la firma e implementación del TLC, hemos ido perdiendo terreno frente a otros competidores que, en muchas ocasiones, hemos considerado de menor categoría. Es simplemente aplastante lo ocurrido frente a México en el campo de las exportaciones de frutas. En los primeros años del TLC con EE.UU. manteníamos cifras de exportación parecidas con México, pero en los últimos 5 años las diferencias han aumentado considerablemente a favor de México, que ha llegado a capturar más del 40% del mercado de importación. Aunque en menor medida, algo parecido nos está ocurriendo con Perú, pues sus exportaciones crecen más rápido que las de Chile. Al mismo tiempo que la participación de Perú creció a casi 7% (de menos del 1%) la de Chile cayó a poco más del 12%. Y en otro “producto estrella” de Chile -el vino- no nos ha ido mucho mejor frente a Argentina que, en Estados Unidos, nos está poniendo a prueba y literalmente “sacando” de muchas tiendas de licores: mientras su participación en las importaciones estadounidenses creció de poco más de 1% a casi el 5%, la nuestra cayó a poco más de 4%. Frente a esto, la respuesta ha sido redireccionar activamente nuestras exportaciones de fruta y vino a China.

Esto era de esperar, pues las empresas irán donde puedan generar negocios rentables y China es un gran mercado. ¿Y dónde han estado las políticas públicas que deberían promover y facilitar las exportaciones de productos agroalimentarios de mayor valor agregado a los nichos emergentes, que resultan de la globalización y de los nuevos hábitos de consumo? Las políticas públicas han estado parcialmente ausentes en muchos casos y -en otros- hemos cometido errores. Estimo que con China nos estamos equivocando. No podemos seguir fomentando activamente la integración al comercio y economía china, que puede haber traído réditos de corto plazo, pero que en el largo plazo tiene riesgos enormes.

No hemos “dado el ancho” en el desarrollo y fomento de la producción y la exportación agroalimentaria. Las exportaciones de productos de mayor valor agregado -en la jerga comercial, las denominadas “preparaciones”- han reducido su participación en el total de las ventas internacionales de esos productos. Hemos promovido sólo parcialmente el desarrollo de una industria agroalimentaria transformadora, pero, más importante, no hemos buscado de manera adecuada y sistemática la apertura de nichos de mercado para los nuevos productos de mayor valor. Ahí debería estar uno de los ejes de la búsqueda de áreas para la integración comercial.

La integración económica y comercial -además de los temas de inversión- deberá ir de la mano de políticas de cooperación para lograr la apertura efectiva de los mercados agroalimentarios, impactados por gran número de barreras, particularmente en las áreas de normas técnicas, sanitarias y de rotulado. Nuestros servicios de inspección, que han desarrollado una labor de primer nivel en ese campo, pueden colaborar activamente en esta tarea.