¿Cómo has percibido el desarrollo de las artes en el contexto de pandemia?

Ha sido bastante complejo. Se trata de algo tremendo, que vino después de la revuelta que se inició en octubre del 2019, por lo tanto, estábamos ante un acontecimiento que era portador de un sentido en gran medida inédito. Por una parte, tanto la revuelta como la pandemia fueron acontecimientos planetarios; sin embargo, por otra parte, pusieron de manifiesto en cada caso problemas estructurales de carácter institucional, político y social. Entonces me parece que las artes fueron en gran medida desbordadas por este proceso. Me refiero a que uno tenía la idea de que había que reaccionar, actuar en la inmediatez, intervenir en lo que estaba sucediendo, pero la realidad era tan abrumadora que no correspondía el tiempo reflexivo de los procesos artísticos, a menos, claro está, que nos rindiéramos a la expresión de lugares comunes. Entonces lo que vino fue una especie de “estallido estético”, una voluntad de expresarse que no tenía que ver necesariamente con el arte tal como lo conocemos. Pero no tengo ninguna duda -al contrario, mi expectativa es grande- de que las artes estarán durante los próximos años reflexionando y elaborando no solo lo que hemos vivido en estos últimos dos años, sino el pasado que yace alojado en nuestra cotidianeidad. La revuelta y la pandemia dejaron la vara alta para el pensamiento. Con relación a esto, se vienen cosas importantes en las artes, procesadas en el tiempo que les es propio.

¿Qué preguntas nuevas han aparecido desde la Teoría de las Artes a partir del contexto actual? 

Dos cuestiones me llaman especialmente la atención. En primer lugar, el modo como un cierto “clima del fin” se ha ido haciendo un lugar protagónico en la reflexión estética y artística, sea atendiendo a lo que se acaba, se agota o se derrumba, o más bien apostando por lo inédito que emerge en estas circunstancias, interrogando por la posibilidad de un nuevo tiempo. Ante la crisis neoliberal del capitalismo, coexisten en el presente estos dos ánimos, contradictorios, de decadencia y de renovación. En segundo lugar, me entusiasma el carácter cada vez más inter y transdisciplinario de la producción artística. Las artes visuales, la literatura, el cine, el teatro, etc. ya no son considerados como prácticas y saberes de límites instituidos, sino como disciplinas que, al intentar hacerse cargo de problemas contemporáneos, necesariamente se aproximan hacia sus fronteras, dialogando con otras disciplinas artísticas. En efecto, el tratamiento de temas tales como la migración forzada, la violencia estructural domiciliada en lo cotidiano, los problemas que enfrenta la democracia representativa, el feminismo y los enfoques de género, la crisis del medioambiente, entre otros, ponen en cuestión nuestras categorías heredadas. Surgen entonces preguntas que tiene que ver en lo esencial con la posibilidad de pensar más allá de los binarismos que sirvieron hasta hace poco para orientarse y que hoy parecen agotarse: conservador / progresista; centro / periferia; derecha / izquierda; humano / naturaleza; natural / artificial, entre otros. Lo contemporáneo es ante todo una exigencia, que viene desde lo inédito.

¿Cómo evalúas el desarrollo del programa de Magíster durante el 2021? ¿Qué cosas se potenciaron dentro de este proceso?

En las difíciles circunstancias impuestas por la emergencia sanitaria, el programa logró implementarse bastante bien, no sólo correspondiendo a los objetivos académicos que le son propios, sino también constituyéndose en una importante instancia de reflexión y discusión acerca de lo que estaba sucediendo. En la imposibilidad de ir personalmente a las bibliotecas de la universidad, todos los materiales fueron enviados en línea en cada curso. Los temas abordados en los distintos cursos durante el año se conectaron, desde los territorios de la Estética, la Teoría y la Historia del Arte, con la tarea de pensar un mundo inédito como el que estamos intentando habitar. Políticas estéticas en el Chile de postdictadura, el colapso del sujeto moderno, arte contemporáneo en los ’60 en Latinoamérica, textos fundamentales de la teoría y la historia del arte, el tiempo en el arte de performance, estéticas del cansancio, imaginarios de la naturaleza, fueron algunos de los temas desarrollados al interior de los cursos y seminarios que se dictaron durante el 2021. Por supuesto que la “modalidad zoom”, es decir, haber tenido que implementar toda la actividad académica a través de las plataformas digitales, no sólo transformó radicalmente nuestras prácticas habituales de docencia y, en general, de comunicación, sino que dicha modalidad constituyó por sí misma una experiencia. Encontrarnos cada uno permanentemente circunscrito visualmente a un pequeño “ventanuco” en la pantalla, era como estar en la escenografía de una obra de Samuel Beckett. A diferencia de lo que ocurría naturalmente en la sala de clases, ahora cada participante en un curso tenía siempre presente al resto del curso, y eso tuvo también efectos muy positivos.

¿Cuáles son los desafíos que se vienen para el programa durante el año 2022?

El principal desafío para el 2022 es el retorno completo a la denominada “modalidad presencial”. Habrá que introducir una serie de protocolos acordes con la situación sanitaria, lo que ya se ha abordado tanto a nivel de Universidad como de Facultad. Pero, a la vez, será como redescubrir aquella “presencialidad” que hace dos años atrás vivíamos de manera tan natural. Después de todo lo que ha sucedido, quienes volvemos ya no somos los mismos, lo cual me genera importantes expectativas. Eso es bueno.

MAGISTER EN TEORÍA E HISTORIA DEL ARTE. UNIVERSIDAD DE CHILE.

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